¿Dónde están los líderes conservadores?

George Rasley, Editor de Conservative Headquarters |25 de abril de 2016

(ConservativeHQ) – Si, antes de la Convención Republicana, Mitt Romney o John McCain hubieran dado una conferencia de prensa para anunciar que eran partidarios de suavizar la plataforma pro-vida republicana, un movimiento unido del liderazgo conservador hubieran ofrecido rápidamente otra conferencia de prensa contraria para denunciarlo.

Sus partidarios  públicos más connotados se hubieran retirado y los conservadores hubieran esperado que ellos, por lo menos, ayudaran a corregir al candidato, si no abandonaran el barco a causa de semejante apostasía.

Pero, como es usual, cuando Donald Trump propone romper con un principio fundamental de la política conservadora y, en el caso del derecho a la vida, con la moralidad, grandes sectores del liderazgo conservador se han quedado callados una vez más y le han dado un pase.

Como dijera el presidente de CHQ [Conservative Headquarters] Richard A. Viguerie en su artículo   «Sólo dos cosas pueden detener a Trump» el propio Trump y un movimiento conservador unido, pueden detener la guerra relámpago de Trump en las primarias republicanas.

Hasta ahora, ni el comportamiento ofensivo de Trump (pasado y presente) ni sus desviaciones de la ortodoxia conservadora, han disuadido a algunos líderes conservadores de apoyarle.

Sus partidarios conservadores de base parecen estar dispuestos a concederle a Trump su anuencia en casi todo lo que dice o hace, en particular en los asuntos culturales.

Usted podría pensar que, luego de casi ocho años de la Guerra de Obama contra el cristianismo, los cristianos conservadores querrían ver a uno de los suyos en la Casa Blanca, pero el 42 por ciento de los votos de los evangélicos en Carolina del Norte, donde hay muchos evangélicos, fueron para Donald Trump; en Ohio, el 39 por ciento de los evangélicos votaron por Trump.

El corresponsal político principal de CBN News, David Brody comentó lo que él llama el «poder permanente» de Trump con los evangélicos. Al examinar los resultados del «Súper Martes II» del 15 de marzo en Missouri – donde Trump y Cruz lucharon hasta un virtual empate – Brody comparaba los votos de los «cristianos culturales» con los de los «feligreses empedernidos».

«El atractivo de Trump para los evangélicos NO ES sólo con los cristianos culturales informales» – concluía el periodista cristiano. «Sí, ese es su plato fuerte, pero al ganar el 31 por ciento de los “feligreses empedernidos” Trump hace de Missouri un estado competitivo en vez de una sencilla victoria de Cruz».

«Verá usted: Cruz tiene que lograr una cantidad mayor del 57 por ciento entre la población de fieles devotos» –observó Brody. Esa es una cantidad respetable, pero Trump le gana a Cruz de manera sólida con la población de cristianos culturales… así que la única manera en que Cruz puede ganar en los estados de mayoría evangélica es aumentar sus votos entre la “población más religiosa”. En realidad no lo está haciendo, y eso ha marcado una diferencia ENORME».

Hoy resulta obvio que la cultura estadounidense y el fundamento moral de nuestra sociedad están en caída libre, pero los líderes conservadores están con demasiada frecuencia gastando su tiempo en mirar para el cielo o preocupados por ofender a algún político en vez de exhortar a sus partidarios de base a resistir las grandes crisis morales a las que se enfrentan los Estados Unidos y toda la civilización occidental.

El problema, como lo vemos, es que demasiados líderes y organizaciones conservadoras – e iglesias –  que han estado dispuestos a darle espacio al establecimiento político, y como consecuencia han perdido su capacidad de llamar a cuentas a los políticos que quebrantan los valores tradicionales. En consecuencia, han perdido la autoridad moral de tener un impacto, incluso cuando lo hacen.

¿Cuándo fue la última vez que usted escuchó un sermón sobre la necesidad de obedecer las enseñanzas de Dios sobre el divorcio, el adulterio, el sexo fuera del matrimonio, la pornografía, las drogas ilegales, el tratamiento del cónyuge, etc?

La mayoría de los sacerdotes, ministros y pastores han abandonado las enseñanzas de la moral, y así no es de sorprender que sus rebaños no vean la razón por qué no votar por Donald Trump.

Esto es especialmente cierto para los católicos conservadores. Millones de católicos que buscaban el apoyo papal en su lucha contra la presión secular en aumento para que la Iglesia abandone sus enseñanzas escriturales sobre la moralidad sexual, incluyendo la homosexualidad y el matrimonio, a favor de aceptar el «matrimonio» homosexual y otras prácticas que contradicen directamente la Escritura y más de dos milenios de doctrinas de la Iglesia, quedaron anonadados cuando el papa visitó los Estados Unidos y no tocó ninguno de esos retos, sino que en su lugar prefirió darles clases sobre inmigración ilegal.

Cuando miramos a esto en semejante términos, no es de maravillarse que Donald Trump haya podido secuestrar a un largo porcentaje del voto conservador.

En un lado de la balanza están los principios y valores, en particular los principios y valores de nuestros correligionarios conservadores y nuestro deseo de tener dirigentes y funcionarios electos que respeten y vivan esos valores y principios.

En el otro lado está la ira al rojo vivo de millones de conservadores constitucionales de base, partidarios de un gobierno limitado, y populistas de tendencias conservadoras, que no sólo están furiosos con el liderazgo del estáblishment del partido Republicano, sino decepcionados y frustrados también con muchos dirigentes el movimiento conservador.

Los millones de votantes rurales privados de derechos, que se han vuelto a Trump, miran al establecimiento republicano y ven enemigos que han sido cómplices – cuando no autores directos – de la destrucción de su calidad de vida, que se prolonga por tres décadas.

Sin embargo, no han hallado alivio en muchos de los líderes conservadores de Washington, algunos de los cuales con frecuencia no han sido capaces de combatir las políticas del gobierno que han contribuido a la degradación de nuestra cultura que es forzada por la corrección política, el vasto incremento del gasto y el alcance del gobierno federal, así como el secuestro de la prosperidad de la clase media por políticas del gobierno de favorecer a los paniaguados en el comercio y la inmigración.

Si los dirigentes conservadores desean detener a Trump, lo primero que deben hacer es mirar a su propia complicidad en el estado actual de la cultura estadounidense y las políticas públicas. Si los conservadores se unen para luchar por los grandes principios fundamentales del movimiento conservador, a quién escogerá el Partido Republicano como nominado ya no tendrá importancia.

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