¿A dónde se ha ido todo el buen liderazgo?

Ramon Arias | 14 octubre de 2013 

Debido a la situación que vive la nación en el ámbito político, muchos comienzan a entrar en un pesimismo al afirmar que no ven que exista un liderazgo en el que se pueda confiar. ¡No hay liderazgo en los partidos políticos! Es lo que comenzamos escuchar, y lo que seguiremos escuchando.

¿Qué tanta verdad hay en afirmar que no hay liderazgo político en la nación? Esa afirmación es totalmente falsa. No es verdad que no haya liderazgo político en la nación y quien así lo afirme está en un error. Un hogar, un negocio, una empresa, el gobierno civil, la Iglesia, o cualquier institución, jamás opera sin liderazgo. ¡Es imposible!

Con honestidad, aceptemos que sólo existen dos clases de liderazgo en todas las estructuras sociales: el bueno y el malo. De lo que estamos siendo testigos, en gran parte, es del mal liderazgo que se ejerce en la conducción de los asuntos de la nación. Cuando existe un buen liderazgo, de inmediato se ve reflejado en la estabilidad y el progreso del país.

El buen liderazgo de un gobierno civil inicia con cada persona. Si tenemos mal liderazgo en la clase política es porque han llegado a ese poder personas que no saben gobernarse a sí mismas. ¿Cómo llegan estas personas al poder político? Por medio de la elección de otras personas que las ponen en esos puestos. Exigir que estos hombres y mujeres sean buenos políticos es como pedirle al árbol de manzana que produzca sandías. Es verdad que la nación confronta una enorme crisis de buen liderazgo.

Un buen liderazgo sólo puede manifestarse cuando una persona responde a una autoridad superior, no a una terrenal. Una persona que reconoce la soberanía de Dios en todas las áreas de su pensamiento, de su palabra y de su acción sabe que tiene que responder por sus acciones a Quien es el Supremo gobernador.

Esta clase de personas existen en la nación, son muy contadas, pero existen. Ahora lo que tienen que hacer estas personas es comprender el llamado que Dios les hace para que sirvan en la esfera de la política y limpiarla. Pero, este llamado no es sólo para unos cuantos, ya que todos debemos estar conscientes que nuestra responsabilidad es involucrarnos para contrarrestar las ideas humanistas seculares que tienen dominio sobre la nación.

No debemos continuar creyendo que la Biblia no tiene nada qué decir con respecto a las ciencias políticas. Al contrario, ya que es imposible comprender las ciencias políticas separado de lo que Dios revela en Su Palabra.

No existe ningún otro documento que se compare con la Biblia, que es la que nos revela la perspectiva correcta de la vida. Esta revelación nos obliga, como hijos de Dios, a que seamos genuinos en nuestras convicciones de lo que creemos. Esta convicción la debemos llevar a todas nuestras actividades sociales y esto incluye el campo de la política, ya sea que directamente participemos en puestos de elección o en la vida cotidiana. Estamos obligados a ejercer el buen liderazgo para extender la cultura de Dios en todas las áreas del desarrollo humano.

Es imposible desarrollar un buen liderazgo sin tener la visión de Dios, de Jesucristo y del Espíritu Santo. De ellos es de quienes aprendemos lo que es el verdadero y el buen liderazgo. No hacerlo no sólo nos deja cortos, sino miopes, o ciegos, imposibilitándonos a dirigir correctamente a otros.

Remover a los malos líderes, que llevan a la nación a la deriva, requiere que sean sustituidos por buenos líderes, que a su vez puedan ver en los personajes bíblicos como José, Moisés, Daniel, Nehemías, Esther y Débora un ejemplo a seguir. Personajes que demostraron, por su calidad moral y por su lealtad a la soberanía de Dios, lo que se puede lograr cuando se tiene la convicción para determinarse a ocupar el lugar que corresponde en el momento de la exigencia de los tiempos.

Sólo hombres y mujeres templados por su fe y por su compromiso con la cultura de Dios pueden guiar a esta nación a un buen futuro. Esta clase de personas garantizan que desarrollarán un buen liderazgo, ya que no estarán vendiéndose al mejor postor. Son esta clase de personas a las que debemos apoyar en oración, motivación y aportación con recursos materiales para que logren desempeñar su trabajo y el liderazgo que Dios les da. El buen liderazgo lo debemos ejercer todos, pues para eso nos salvó Dios.

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