Anónimo

¡Al fin libre!

Aquí está mi historia, que ustedes pueden usar para ayudar a otras mujeres. Le dije al Hno. Joseph Mary, de la MFVA [Misioneros Franciscanos de la Palabra Eterna], mi director espiritual, y al Hno. Pavone, a quien conocí en la EWTN [Cadena de Televisión Palabra Eterna], que ya por fin yo estaba lo suficientemente sana como para hacer esto. Este es el primer año en que yo he podido considerar algo a favor de la vida, porque había aún una sensación de tristeza, vergüenza y culpa en torno al aborto que me hice a la edad de 19 años.  En estos momentos tengo 51 años.

Había quedado embarazada de alguien a quien apenas conocía ni me gustaba. Eran los años de «sexo, drogas y rock-and-roll». Soy de la zona de Cleveland y me escapé sola a Nueva York porque me daba miedo decírselo a mis padres, y recuerdo haber estado tan «asustada» allí yo sola, pero sentía que Dios me estaba buscando. El médico de la clínica de abortos dijo que quizás yo debía ir a un hospital por lo avanzado del embarazo; no puedo recordar exactamente lo que dijo, pero yo le dije «¡NO!». Así que lo hicieron en la clínica de todas maneras.

Fue bastante doloroso y terminé con una cicatriz en el cuello de mi útero, que fue probablemente la precursora de mi cáncer cervical, que desarrollé cuando tenía 47 años. Yo casualmente soy una enfermera registrada, pero no lo era a la edad de 19 años. Me las arreglé para regresar al aeropuerto y volé de vuelta a Cleveland. Bueno, mis padres sí me esperaron en el Aeropuerto de Cleveland durante mi regreso; algunos de mis hermanos sabían que yo estaba embarazada. Recibí tratamientos disímiles. Mi madre me dijo que yo era una zorra, y mi padre sólo estaba contento de verme segura y nunca me ofendió por aquello. ¡¡Nunca más se mencionó eso!! 

¡Me sentí tan confundida, no apoyada y furiosa durante muchos años después de aquello! Cuando comencé el tratamiento por adicción a los 30 años, empecé de verdad a sentir el dolor por el aborto e hice bastante terapia por eso. A nivel intelectual pude creer que Dios me había perdonado y que Él se había hecho cargo del bebé. Le escribí una carta al bebé e hice una ceremonia de entregárselo a Dios. Eso fue muy eficiente, pues éramos como 3 ó  4 de nosotras las que habíamos experimentado el aborto y ¡fue entonces cuando supe que podía comenzar a sanarme!

Dios me bendijo con una hermosa hija a la edad de 24 años, cuando ya estaba casada y  sentía que no lo merecía. No fue hasta los 50 cuando realmente acepté el concepto de Pro-Vida a medida que volvía a la Fe. Me convertí con poco más de 30, ¡¡era tibia y selectiva con los preceptos que me gustaban!! Incluso le había contado a mi hija esta experiencia y había llevado a mi hermana a que se hiciera un aborto.

La conversión llegó realmente cuando Dios trajo al Hno. Joseph y al Hno. Pavone a mi vida. El Hno. Joseph me convenció de hacer la confesión antes de la Pascua, eso hice y fue la primera vez que le dije a un sacerdote al que conocía bien (el que me llevó a la Iglesia) que me había hecho un aborto a la edad de 19. Por supuesto, fue muy amoroso y comprensivo, pero yo sabía que el Hno. Joe lo sería por alguna razón. Así que después tuve el privilegio de conocer en realidad a los Hnos. Joseph Mary y Pavone, y la sanación ha continuado lentamente después de ver todos los programas a favor de la vida en la EWTN y de visitar el sitio web del Sacerdotes por la Vida. Puedo recordar (no hace tanto tiempo) que por fin miré las fotos de niños abortados. ¡¡No sé si hubiera podido hacerme uno si hubiera visto esas fotos a los 19 o a cualquier otra edad!!

Les he dicho que yo soy una enfermera registrada, especializada en Psiquiatría, y hasta el día de hoy, y por todos los tiempos, seré incapaz de asistir con un aborto. Pasé mucha aflicción, incluyendo la pérdida de una sobrina o sobrino (de mi hermana). Yo sabía por lo que ella iba a pasar, pero no dije nada. Dios me ha perdonado por eso. Me di cuenta de muchas cosas después de ver a Janet, al Hno. Mitch y el Hno. Pavone en un programa en vivo de la EWTN. 

Le estoy agradecida a Dios y a todas las personas como ustedes que han ayudado a la sanación de todas las que han pasado por un aborto. Les estoy especialmente agradecida a todos los buenos sacerdotes que no me condenaron por el hecho de que había asesinado a un niño y ayudado a mi hermana a hacer lo mismo, por llevarla hasta la clínica de abortos y dejarla que pasara por el proceso sin tratar de detenerla. He experimentado muchas cosas dolorosas en mi vida, pero esta ha sido, con mucho, una de las heridas más duraderas y profundas que he llevado por muchos años y que creí que tendría que llevarme en silencio hasta mi tumba. Estoy agradecida a todos ustedes, que me han ayudado a no quedarme callada. Que Dios les bendiga y les dé paz. ¡Soy libre al fin!