Becky, Michigan, EE.UU.

Fui criada en un hogar cristiano y en una iglesia muy estricta, fundamentalista. Nunca me metí en un problema serio mientras crecía ni en la preparatoria. No fue hasta que me fui a estudiar a una universidad cristiana que me aparté de mi crianza y mis creencias. Allí conocí a un hombre y creí que me había enamorado. Yo era también un poco ingenua. Creía realmente que las personas que iban a una universidad cristiana lo hacían porque eran cristianas. Estaba equivocada. Él estaba allí solamente porque había recibido una beca de baloncesto. Yo soy blanca; él  es negro. Cuando empezó a conquistarme me resistí, porque sabía que mi familia no iba a estar de acuerdo.

Él era muy agradable y gentil, o al menos eso pensé. Me gustaba su compañía, así que cedí y comencé a salir con él. Él sabía que yo creía en eso de permanecer virgen hasta que me casara, pero me presionaba y seguía presionando con el asunto del sexo. Luego que estuve saliendo con él durante apenas unos tres meses, cedí a su persuasión y a mi carne y empezamos a tener sexo. Al principio usaba condones, pero después me dijo que, como un efecto secundario de un intento de suicidio, se había quedado infértil. Me dijo que había tomado gasolina y que eso le había producido la infertilidad, y yo tontamente le creí. Terminó siendo algo que había dicho porque no le gustaba usar condones. Descubrí que estaba en relaciones sexuales con muchas otras muchachas, y constantemente lo sorprendía en mentiras. Todo el tiempo me manipulaba para que le comprara cosas, para que le dejara usar mi carro siempre que quería (con lo cual a menudo me dejaba a pie) y hasta me robaba. Más tarde supe que a menudo llevaba a pasear a otras mujeres en MI carro. Siempre me daba alguna excusa, se disculpaba, decía que nunca más iba a suceder y me juraba un amor eterno. Sé que fue algo estúpido, pero siempre lo aceptaba de nuevo. Creo que pasó porque fue mi primer hombre y yo pensaba que, como había dormido con él, tenía que quedarme con él. Yo tenía que hacer funcionar aquello de alguna manera. También creía que era mi culpa de alguna manera; que yo debía estar haciendo algo mal o él no me trataría de aquella forma. Ahora yo creo que toda la relación no fue sino un juego para él, para cansarme y tener sexo conmigo y obtener todo lo que él quería sacarme.

Pasó como un año antes que quedara embarazada. Siempre había tenido ciclos irregulares y me saltaba un mes ahora y otro después; a veces hasta dos. Así que por eso y por el hecho de que él era «infértil» ni pensé dos veces en mi retraso. Comencé a tener unos calambres ligeros, así que pensé que mi período estaba llegando. Entonces me dio un dolor de cabeza terrible y tuve el estómago revuelto las 24 horas del día. Estaba tomando Tylenol y medicina para el estómago y seguía sin pensar que podría estar embarazada. Yo tenía una amiga que había tenido un aborto espontáneo y finalmente le pregunté cómo se sentía una cuando estaba embarazada. Su historia se diferenció un poco de la mía, pero se parecía lo suficiente como para que comprara una prueba de embarazo. Me levanté temprano una mañana antes de las clases y me la hice allí mismo en el dormitorio. Quedé en shock y no pude creerlo cuando me dio positiva. Estuve en mis clases y en la capilla como alelada. Después de la capilla lo llamé y le dije que quería ir a verlo. Me dijo que estaba durmiendo. Le rogué y le dije que de verdad lo necesitaba y al final estuvo de acuerdo y pasamos el día juntos. Ni una sola vez se molestó en preguntarme por qué necesitaba o quería verlo. No fue sino al final del día que le dije que estaba embarazada. Lo primero que salió de su boca cuando se lo dije fue: «Será mejor que me revisen». Así fue como me enteré que la historia de la infertilidad no era sino otra de sus muchas mentiras.

Le dije a la amiga que mencioné antes que yo estaba embarazada. Ella me orientó hacia un Centro de Embarazo de Crisis. Me reuní con una muchacha que me confirmó mi embarazo. Yo le conté mi situación: relación interracial, familia prejuiciada, iglesia severa, nada de ningún apoyo. Había mucha pelea en mi familia y me habían dicho que yo era una desgracia, etc., solamente por salir con él, sin mencionar que tenía sexo con él ni que ahora estaba embarazada de él, de lo cual ellos no tenían ni idea. Bueno, me dijo que me iba a ayudar buscándome una familia con la cual podría quedarme durante el embarazo y, si yo quería, podía entregar después el bebé en adopción. ¡Cuánto quisiera que eso hubiera ocurrido! pero NUNCA MÁS volví a saber de ella. Apenas salí del centro todo terminó. Realmente pensé que no había nadie en el mundo que quisiera ayudarme de ninguna manera.

Cuando me fui para la casa durante las vacaciones de primavera, se lo conté a otra «amiga», que me sugirió un aborto. Mi novio estuvo de acuerdo. Yo sabía que mi familia me iba a desechar, de modo que seguí el consejo de aquella amiga, llamé a la clínica e hice una cita. Él fue conmigo a la reunión inicial pero, que yo recuerde, no dijo nada. Ni siquiera recuerdo lo que dijeron las gentes que dirigían aquello, excepto que tenían pacientes que se habían hecho 6 o más, así que era algo seguro. Ellos esperaban que él pagara, pero fui yo la que pagué por todo.

El día del aborto él fue conmigo. Cuando entré a la segunda sala de espera vi a otra amiga de la universidad. Me sorprendí. Ella se había hecho un aborto una semana antes o algo así, y estaba allí para que la revisaran. Entré a la sala y vi en el techo una guindaleza de mariposas, que se suponía que fuera un consuelo. Una mujer me agarró la mano durante todo el procedimiento, pero el doctor no dijo una palabra, que yo recuerde. Pude oír la máquina y no hice ningún sonido. Cuando se terminó, me quebranté y comencé a llorar. La mujer que me sostenía la mano dijo: «Ella sí tiene sentimientos». ¡Qué cosa más terrible decir eso! Entré a la sala de recuperación y no pude creer la cantidad de muchachas y mujeres que había allí. Nadie parecía sentirse tan mal como yo. Hasta había una muchacha allí cuya madre estaba sentada junto a ella. Ambas estaban conversando y riéndose como si nada. Cuando dejé recuperación y salí a la sala de espera él no estaba allí, pero mi amiga de la escuela me estaba esperando. Me alegró que ella estuviera apoyándome. Le pregunté si lo había visto, pero me dijo que no. Ella me acompañó afuera y lo hallamos durmiendo en el carro. Me quedé con él esa tarde y noche, en la casa de su mamá hasta que tuve que volver al dormitorio. En cierto momento le pedí que fuera a buscarme un poco de Tylenol, porque sentía dolores. Se quejó de que lo molestara para salir a comprarlo, pero finalmente fue.

Nunca cambió su forma de ser engañadora y mentirosa. Finalmente llegué al límite de mi paciencia, soporté todo lo que pude soportar y lo dejé, al cabo de otros dos años. La «amiga» que me había sugerido el aborto y yo dejamos de hablarnos en menos de dos meses después del aborto. Yo debía ser su dama de honor, pero me llamó un día así de pronto y me dijo que yo estaba demasiado obsesionada con mi novio y mi situación. Yo no la había apoyado, y ella ya no me quería en su boda.

Fui una cobarde completa al hacer aquello. Sé que lo que hice estuvo mal. Lo supe mientras tomaba esa decisión equivocada. Nunca tan siquiera pensé en que allí había un bebé en ese momento. Todo lo que sabía era que estaba en estado y que no debía ni podía estarlo. Estaba tan asustada, tan sola y desesperada que lo único que sentía era que tenía que salir de esa situación de alguna manera. Al principio me sentí aliviada porque eso había terminado y tuve remordimientos por no sentir mucha culpa. Con los años he llegado a lamentarlo inmensamente y no pasa un día en que no piense en ello de una u otra manera.

Nunca he tenido un hijo. Tengo ahora un marido maravilloso desde hace más de cinco años a quien adoro más que a nadie, pero no podemos tener un bebé debido a razones que no tienen nada que ver con el aborto. Aunque no es resultado de lo que hice, de todas formas siento que es un castigo. Es como si Dios dijera: «Te di un hijo una vez. Mira lo que hiciste. ¿Por qué he de darte otro?» Otras mujeres han tenido niños después de eso, así que no puedo evitar pensar que lo mío debe ser peor por algo y por eso es que soy castigada así. No quiero decir que las circunstancias que me llevaron a tomar la decisión fueran peores, sino que la forma en que lo hice debe haber sido peor de alguna manera. Me han dicho que no es un castigo, pero no sé cómo persuadirme a creerlo.

Realmente no culpo a nadie sino a mí misma. Sé que la decisión final fue mía, pero aún siento mucho dolor y decepción con los demás involucrados, sea directa o indirectamente. Tengo muchas preguntas. ¿Por qué mi ex fue tan mentiroso y por qué era infiel? ¿Por qué mi familia tiene esos prejuicios tan terribles? ¿Por qué la muchacha del CEC nunca me volvió a llamar? ¿Por qué no la llamé yo para ver qué me había averiguado? ¿Por qué mi amiga me desechó en vez de hablarme? ¿Por qué mi iglesia tenía que ser tan severa? No puedo recordar las palabras exactas, pero recuerdo la mueca de disgusto que tenía el pastor en su rostro cuando predicaba de la gente que tenía sexo fuera del matrimonio, de las mujeres que se hallaban embarazadas y cómo no tenían moral,  etc. Ni una sola vez le oí decir que podíamos ir a él o a otro miembro del cuerpo pastoral en busca de ayuda si alguna vez nos veíamos en ese aprieto. ¿Por qué no podían llamar pecado al pecado, pero también decir que si usted se desvía y se mete en problemas, puede venir a nosotros? Ese mismo pastor había tenido el mismo aspecto de disgusto cuando hablaba de una mujer que se ha hecho un aborto también. Así que yo nunca podría ir a verlos después del hecho. He estado muy avergonzada por el hecho de que yo era una cristiana cuando lo hice.

Me llevó más de 17 años buscar finalmente alguna ayuda y comenzar un estudio bíblico para mujeres post-abortivas, llamado Perdonada y Liberada. Al hacer esto he aprendido que no soy la única cristiana que ha cometido el pecado del aborto, y que hay esperanza y verdadero perdón. Espero que algún día pueda impedir que otras que estén pasando por una crisis de preñez cometan el mismo error horrible que yo cometí y ayudarlas a ver que el aborto nunca es una solución.

Becky