Cómo los menores estadounidenses se convierten en esclavos sexuales – Parte 2

Chuck Norris | 29 de octubre de 2013

El FBI informa en su sitio web que «el tráfico sexual humano no sólo es esclavitud, sino también un gran negocio. Es el negocio del crimen organizado que tiene el crecimiento más rápido, y la tercera empresa criminal del mundo».

Yo señalé en la Parte 1 de mi serie sobre el tráfico humano, que ABC News informaba en julio de una investigación clandestina de la National Geographic sobre la esclavitud sexual, donde se decía que «en realidad es 10 veces más probable que una muchacha estadounidense sea traficada dentro de los EE.UU.» que una extranjera. De acuerdo con el FBI, decía la ABC, «varían en edad de 9 a 19, con un promedio de 11».

Cada año, unos 300,000 niños estadounidenses corren el riesgo de ser traficados en la industria porno, comparados con unas 14,500 a 17,500 muchachas traídas de otros países, según las estadísticas del Departamento de Estado de los EE.UU.

¿Qué lleva a esos niños a la esclavitud sexual? Por supuesto, están los elementos tenebrosos del secuestro y el contrabando. Pero están también muchos de los mismos atractivos que tiene las organizaciones y carreras legítimas: seguridad, sentido de la propia importancia, sentido de la pertenencia, fama, fortuna, etc.

A menudo pensamos en el comercio sexual como que lo manejan nada menos que bandoleros controladores, los cuales juegan un segundo papel como señores de la droga –y muchos lo son– pero la realidad es que la esclavitud sexual se ha convertido en una industria multimillonaria manejada por muchos «estadounidenses comunes y corrientes» que son gentes de negocio.

La investigación de la National Geographic resaltaba cómo no eran solo los delincuentes profesionales de las zonas rojas los que atraían a menores pobres a la esclavitud sexual. Hay una oleada creciente de traficantes estadounidenses que son ciudadanos ricos y «honorables» en las zonas suburbanas y rurales de los EE.UU.

¿Cómo es que esos «ciudadanos honorables» seducen a sus víctimas? Ofreciédoles amor y protección, un poco de aventura e incluso un salto a una carrera de estrella. Y muchos emplean cualquier carnada respetable –dentro y fuera de Internet– para llevar a las presuntas víctimas a sus redes, incluyendo carreras como modelos, masajistas y actrices. Una vez que sus víctimas están atrapadas por la seducción y las tácticas emocionales, los traficantes estrechan su coerción y las controlan con dinero, drogas, sometimiento y chantaje.

El Christian Post entrevistó a Linda Smith, fundadora y presidenta de Shared Hope International, e informó: «la forma en que los traficantes a menudo se ganan a sus víctimas, explicó Smith, es ganándose primero la amistad de su objetivo. A veces simulan ser sus novios. Después de capturarlas, las filman cuando son violadas. A continucaión pueden amenazar con exhibir el video por Internet, o amenazan con dañar a su familia si ellas no cooperan».

Una víctima del tráfico sexual, Jillian Mourning, le dijo a la periodista investigativa Mariana van Zeller: «Toda persona que anda sobre la faz de la tierra tiene un punto de vulnerabilidad. Todos nosotros tenemos algo que nos puede hacer vulnerables. Los traficantes y proxenetas y todo el que está en esa industria sabe cómo encontrar ese punto débil».

El FBI detalla además: «Estos perpetradores pueden prometerle matrimonio y un estilo de vida a las jóvenes que ellas no han tenido en sus relaciones familiares previas. Dicen que “aman” y que “necesitan” a la víctima y que cualesquiera actos sexuales son para su futuro juntos. En los casos en que los niños tienen pocos o ningún modelo masculino positivo en sus vidas, los traficantes se aprovechan de esta situación y, en muchos casos, exigen que las víctimas los llamen “papá”, con lo que hacen más difícil a los jóvenes romper el dominio que el perpetrador tiene sobre ellos».

Chong Kim, cuya historia de tráfico sexual es el centro de la película «Edén», que ganó premios (http://www.edenthefilm.com), explica cuán sutilmente fue llevada al mundo del tráfico, lo que la condujo a dos años de torturas antes que pudiera escapar: «Conocí a este individuo que yo pensaba que era mi novio y, al revés de muchas historias ficticias de tráfico humano, en que las cosas suceden en un día, este hombre, yo estaba convencida de que era mi novio. Y así, cuando una está tan enamorada, no piensa “Bueno, este me va a traficar”, si es que eso tiene sentido. De modo que estábamos viviendo en Dallas, Tejas, y él me dice –luego de dos o tres semanas de noviazgo– me dice: “Quiero sacarte del estado para que vayas a conocer a mis padres”. Y mi amiga me dijo que si un hombre le decía eso a una era porque una le gustaba, así que no hubo nada de “ten cuidado”; nada de eso. Yo estaba emocionada de verdad. Yo le llamo a eso el síndrome de Cenicienta, cuando escribimos nuestros nombres con el mismo apellido y los nombres de nuestros futuros hijos. Pero lo que ocurrió fue que, en vez de terminar en Florida, adonde él dijo que me iba a llevar, terminé en Oklahoma esposada a una perilla en una casa abandonada, y desde ese momento él contactó a los traficantes para que me fueran a buscar. Así me transportaron a Nevada».

El FBI explicaba también que, trágicamente, en muchos casos los propios padres vendían a sus hijos: «Otras jóvenes son reclutadas para la prostitución por medio de un secuestro a la fuerza, presión por parte de los padres o mediante acuerdos fraudulentos entre los padres y los traficantes. Una vez que esos niños se ven envueltos en la prostitución, con frecuencia son obligados a viajar lejos de sus hogares y, como resultado, quedan aislados de sus amigos y familia. Pocos niños en tales circunstancias pueden establecer nuevas relaciones con otros niños o con adultos, a no ser con la persona que los tiene de víctimas. El estilo de vida de esos jóvenes gira alrededor de la violencia, el uso forzoso de drogas y las amenazas constantes».

De acuerdo con el FBI, la realidad sobre los orígenes familiares es esta: «Esos niños, por lo general, provienen de hogares en que han sido abusados, o de familias que los han abandonado. A menudo se involucran en la prostitución para mantenerse económicamente, o para obtener las cosas que sienten que necesitan o desean (como las drogas)».

Si tú o un niño que tú conoces está en peligro, contacta al Centro Nacional para Niños Perdidos y Explotados en https://report.cybertip.org o llamando al 800-THE-LOST (800-843-5678).

El Proyecto Polaris mantiene también el Centro Nacional de Recursos contra el Tráfico Humano, que es una línea permanente gratis, disponible para llamadas y textos desde cualquier lugar del país las 24 horas del día, los 7 días de la semana, todos los días del año. Llama al 888-373-7888 o textea «help» o «info» a BE-FREE (233733).

La semana que viene analizaré uno de los aspectos más controvertidos de la esclavitud sexual: ¿Es también la industria porno legal una perpetradora del tráfico?

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