CómoTravis Crockett se apoyó en Dios y en manos amigas para salir de la pobreza y las calles de la maldad

Kelsey Harkness | 24 de noviembre de 2014

Cuando tenía 5 años, Travis Crockett vio a un buen amigo de su madre morir baleado en la calle. 

«¿Por qué lloras?» -le preguntó su madre, enjugándole las lágrimas- «Ni siquiera conoces a esa persona».

«Lo mató por diez dólares» -le respondió Travis.

La violencia, las pandillas y las drogas eran inescapable. El padre de Travis estaba casi siempre ausente de su vida. Su madre carecía de los medios para mantenerlo a él y a su hermano.

Aunque Travis nunca tuvo la intención de seguir un camino hacia la destrucción, por crecer en los barrios de viviendas públicas subsidiadas de Chicago pensó que tenía pocas opciones.

«No tenía manera de escapar»  -recuerda él en una entrevista con The Daily Signal.

Hacia el octavo grado Travis estaba fumando marihuana, bebiendo alcohol y vendiendo drogas. Lo expulsaron de la escuela por pelear con miembros de bandas rivales.

Cuando no regresó a la escuela después de varios meses, quedó en claro que andaba en problemas. 

«Todo lo que yo podía hacer era adaptarme el medio» -recuerda Travis- «para poder tener una vida y no estar sentado en la casa todo el tiempo». 

Apenas tenía 15 años. Fue entonces cuando una obrera ministerial del barrio, Sarah James, adoptó extraoficialmente a la familia Crockett.

«La tía Sarah» posibilitó que un primo viajara al otro extremo del país a un lugar llamado Jubilee Leadership Academy  [Academia de Liderazgo Jubileo]. Ella le preguntó a Travis si también quería ir. 

«Simplemente se me salieron las lágrimas» -dice Travis, recordando su respuesta- «Sí, quiero ir a Jubileo. Siempre he querido ir a Jubileo».

La historia de Travis, esbozada en el video adjunto de The Daily Signal, es una de las razones por las que la revista World seleccionó a la Academia de Liderazgo Jubileo entre las cinco finalistas para recibir su Premio Hope por la Compasión Efectiva del año 2014.

El director ejecutivo de Jubileo, Rick Griffin y su esposa Leann aceptaron el premio y un cheque de $25,000 de manos de Warren Cole Smith y Jamie Dean, de World, en un almuerzo el día 20 de noviembre en Washington, D.C. La ceremonia tuvo lugar durante el Fórum Anual Antipobreza de la Fundación Heritage, que reúne a políticos y planificadores, funcionarios gubernamentales y de entidades no lucrativas, así como líderes religiosos, para promover soluciones conservadoras a la pobreza y la necesidad humana.

Fundada en 1995, la Academia de Liderazgo Jubileo es una escuela cristiana interna para varones justo en las afueras de Prescott, Washington, un pueblo pequeño a dos horas al sudoeste de Spokane. 

Jubileo está ubicada en 400 acres donados por los filántropos Ralph y Cheryl Broetje, los propietarios de los Huertos Broetje, uno de los huertos de manzanas más grandes de los EE.UU. Su visión para Jubileo era plantar semillas de esperanza en las vidas de los muchachos con problemas.

Mediante la consejería, un programa académico con todos los créditos y una gama de actividades vocacionales y atléticas, el personal de 45 miembros de Jubileo les ofrece a los muchachos entre 13 y 18 años una salida de la pobreza, las drogas y la violencia.

«Ese cambio de las condiciones es la oportunidad para rehabilitarse» -dice Griffin, uno de los cinco fundadores de Jubileo,  y que además es el director ejecutivo de la escuela. «Es el lugar donde las anteriores deudas de ellos no se usarán en contra suya».

Por cierto, el nombre de la academia procede de la Biblia, del Antiguo Testamento. Recuerda que cada 50º año los israelitas celebraban el año del jubileo, en que Dios deseaba la liberación de las deudas y la servidumbre. Los prisioneros, cautivos y esclavos eran liberados, las deudas eran canceladas y la propiedad era devuelta a sus propietarios originales.

En otras palabras: era una oportunidad para comenzar de nuevo.

Griffin, en una entrevista con The Daily Signal antes de saber que el Premio Hope se le iba a conceder a Jubileo, dijo que esperaba recolectar el dinero suficiente para renovar el dormitorio de la academia, construir uno nuevo y un gimnasio.

La academia, aunque no tiene mucho que mostrar, provee lo que él describe como una comunidad cristocéntrica en la que los jóvenes con problemas pueden tener ese nuevo comienzo.

«Yo siempre supe que [Dios] estaba allí», recuerda Travis de su crianza en Chicago:

Entre las edades de 5 a 11, me quedaba en una iglesia cada domingo. Pero de todas formas tenía ese problema de la ira y eso me afectaba. Dios nunca se dio por vencido. Él me trajo a este lugar que no aparecía en ningún mapa, para que yo lo pudiera encontrar de nuevo.

Aunque algunos muchachos pagan su estancia en el programa, Jubileo ofrece becas a los que no pueden costearlo. 

«Es de verdad importante para nuestra misión que ofrezcamos el programa a cualquiera que desee cambiar su vida» -dice Griffin, un nativo de Wyoming de 50 años. 

La estancia promedio en la Academia de Liderazgo Jubileo es de poco más de un año. A Travis le faltan unos cuatro meses para cumplir los dos años allí.

Aunque al principio estaba recalcitrante, Travis, que ahora tiene 16, ha avanzado al punto de apreciar el programa y a su personal. Ha asumido un papel de liderazgo.

«Ahora él prefiere ayudar a otros que están comenzando, como un mentor para los jóvenes» -dice Griffin:

Travis sabe por lo que están pasando y puede ayudarlos a hacer el recorrido. Ahora él prefiere dar de sus talentos en vez de buscar su propio avance. 

Si no fuera por Jubileo, dice Travis, él todavía estaría por las calles.

«Probablemente estaría en Chicago con mis amigos –o mis supuestos amigos– en pandillas y cosas como esa».

Él ahora planea regresar a los barrios de viviendas subsidiadas por otro motivo: ayudar a los muchachos necesitados, como parte de un ministerio. 

Yo sólo quiero contar mi testimonio de lo que he pasado y de las cosas que he visto, y sólo quiero ayudarlos para que no vayan por el mismo camino por el que yo pasé

Mientras tanto, Travis tiene grandes sueños de graduarse de la preparatoria, asistir a la Universidad Oriental de Washington y llegar a ser de la NBA. 

«Pero tengo que crecer más, por supuesto» -bromea él.

Griffin, que venció sus propias circunstancias difíciles para obtener un máster en Educación de la Universidad de Phoenix, espera seguir ayudando a orientar a los adolescentes y jóvenes con problemas.

«Cada dólar que llega es un dólar más que  le damos a un individuo que no tiene ninguno» -dice Griffin-. «Nuestra esperanza es poder construir otro dormitorio para ayudar a más muchachos que están luchando». 

Kelsey Harkness es una productora de noticias para The Daily Signal.

Facebook
Twitter
LinkedIn
Reddit