Dando forma a una nueva generación – 2ª. Parte

Nena Arias | 16 de enero de 2020

El primer lugar de aprendizaje en todas las áreas de la vida para todos los seres humanos es en el hogar. Aunque tenemos muchas ayudas en nuestra sociedad, la mayor responsabilidad de formar y educar a los niños está en la unidad del hogar. Esta es una tarea monumental ya que es para toda la vida. Si no es con tus hijos inmediatos, serán tus nietos, etc. Debemos transmitir el conocimiento y las habilidades de la vida a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos. Es especialmente importante que transmitamos sistemas de valores verdaderos, así como costumbres y modales. Un niño debe aprender a ser cortés, amable, respetuoso, temeroso de Dios, honesto, compasivo y orientado al servicio en su propio hogar, solo para nombrar algunas de las virtudes que necesitará para moldearse de adentro hacia afuera.

Los padres de hoy se preguntan constantemente: «¿Estoy haciendo lo correcto para mis hijos? ¿Estoy haciendo lo suficiente para mis hijos? ¿Tengo suficiente influencia para asegurarme de que todo salga bien?» Debido a que la mayoría de las personas han creído en el mito de que los padres tienen menos influencia sobre sus hijos que las escuelas, los medios de comunicación, el gobierno o la iglesia, muchos padres han renunciado a su breve oportunidad de hacer una diferencia. Pero la Biblia considera que el ambiente familiar liderado y disciplinado por padres piadosos es el mejor «taller del carácter».

Por otro lado, se ha vuelto muy conveniente dejar que todos esos medios y apoyos en la sociedad hagan el trabajo por ellos para criar a sus hijos. Pero la verdad es que Dios ha puesto directamente sobre los hombros de los padres la formación de sus hijos. Los padres deben descubrir formas efectivas de criar y disciplinar a los niños, aprendiendo cómo equilibrar la instrucción y la corrección en el proceso de disciplina. El trabajo de los padres es transmitir la fe a las generaciones venideras. Los niños deben aprender sobre Dios de sus padres.

Deuteronomio 6: 6-7 instruye lo siguiente: “Estas palabras que yo te mando estarán en tu corazón. Las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas sentado en casa o andando por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes.”

En la década de 1960 y principios de la década de 1970, algunos padres comenzaron a notar que las escuelas públicas estaban muy alejadas por el énfasis que estaba tomando la educación y decidieron sacar a sus hijos del sistema de escuelas públicas y educarlos en el hogar. La feroz batalla que siguió con las autoridades a veces se volvió muy agresiva. Se podría pensar que los niños le pertenecían al estado más que a sus padres. Ha sido una lucha larga y dura, pero finalmente la educación en el hogar ha ganado mucha aceptación. Especialmente cuando los niños educados en casa comenzaron a revelar un nivel superior en su aprendizaje académico y en su carácter que los niños en las escuelas públicas.

La educación occidental moderna está más interesada en separarse de la cosmovisión bíblica y en cómo presenta el conocimiento de la vida. En 1988, los manifestantes en la Universidad de Stanford gritaban: «La cultura occidental debe irse». Todos sabíamos que se referían a los valores bíblicos incrustados en nuestra cultura.

Además, Darwin es más aceptado ahora en nuestros sistemas escolares que Cristo. Podemos ver claramente que el relativismo ha producido una civilización muy perdida, así que ahora todo es aceptable. La tolerancia, la diversidad y la política correcta son las palabras de moda de nuestros días. Se les está enseñando a los niños que si quieren, pueden cambiar su identidad biológica. ¿Qué tipo de generación hemos estado formando en las últimas décadas?

¿Qué se necesita para dar forma a una nueva generación de la manera correcta? Primero, el punto de partida debe ser del sistema de valores de Dios para que pueda resistir la prueba del tiempo. Debemos ser consistentes y no rendirnos cuando las cosas se ponen difíciles y desafiantes. Debe haber un compromiso de por vida con Dios, contigo mismo y tus seres queridos. Dios nos hará responsables de todo lo que nos ha dado. Pero podemos estar tranquilos, sus principios siempre funcionan.

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