Star Parker | 28 de octubre de 2013
En las discusiones políticas se asume que hay dos clases separadas de temas.
Hay una agenda social: asuntos como el aborto y el matrimonio. Y hay una agenda económica: temas como el gasto federal, la deuda, los impuestos y los programas del gobierno tales como los beneficios.
Por lo general se asume que estas dos agendas no tienen nada que ver la una con la otra. Pero es sencillamente falso que podamos analizar los problemas de nuestro presupuesto federal sin pensar en el estado de la familia estadounidense, nuestras tasas de natalidad y el aborto.
Nuestros programas masivos de beneficios –Seguridad Social, Medicare y Medicaid– ahora constituyen alrededor del 45 por ciento de nuestro presupuesto federal actual.
Esos programas están influidos en extremo por la demografía del país, por lo general de manera directa, pero también indirectamente. Sus economías están basadas en cuántos años vivimos, pero también en cuántos hijos tenemos.
La Seguridad Social y Medicare se dirigen a nuestros ancianos, para asegurarles que tendrán ingresos y cuidados médicos. Como los programas son financiados por los impuestos al salario de los trabajadores, su viabilidad depende de cuántos estén empleados, comparados con el tamaño de nuestra población de personas mayores y jubiladas.
Este cuadro está cambiando de manera dramática, para lo peor. Y esta es la raíz de nuestro problema.
En 1945 había alrededor de 42 estadounidenses que trabajaban y pagaban impuestos al salario por cada persona jubilada que recibía beneficios de Seguridad Social. Para 1960, la relación era alrededor de 5 a 1. Hoy es de aproximadamente 3 a 1.
Los estadounidenses están viviendo más años, pero tienen menos hijos.
En la actualidad, alrededor del 13.5 por ciento de nuestra población tiene más de 65 años. Las proyecciones del Departamento de Salud y Servicios Humanos son de que para 2040 –en poco más de 25 años– el 21 por ciento de nuestra población tendrá más de 65 años.
Mientras tanto, la tasa de natalidad está disminuyendo. Según los datos compilados por el Pew Research Center [Centro de Investigaciones Pew] entre 1920 y 1970 la tasa de natalidad varió desde un valor alto de unos 118 nacimientos por 1,000 mujeres en edad fértil hasta un mínimo de unos 80. En los años recientes, esta tasa ha estado en un poco más de 60 nacimientos por cada 1,000 mujeres.
Un informe del actuario principal de la Administración de Seguridad Social [SSA] analiza los factores que han conducido a la disminución de la tasa de natalidad. Estos incluyen un mayor uso y disponibilidad de medios de control de natalidad, más mujeres que trabajan, el aplazamiento del matrimonio, un predominio creciente del divorcio y más mujeres que prefieren quedarse sin hijos.
No es de sorprender que el informe de la SSA pase por alto el impacto del aborto legal, pero este es un factor crítico. Usted puede mirar a cualquier gráfico que muestre las tasas de fertilidad históricas de los Estados Unidos y verá cómo desciende al fondo después de la decisión de Roe contra Wade en 1973 y se mantiene por esos niveles.
Debido a que cada vez hay menos que trabajan por cada jubilado, nuestro nivel actual de impuestos ni siquiera está cerca de cubrir lo que serán pronto las necesidades para la Seguridad Social y el Medicare.
Mientras tanto, aunque se piensa usualmente en el Medicaid como una atención médica para el pobre, es la fuente de financiamiento para la mayoría de la atención médica a largo plazo para las personas mayores. Hoy, alrededor del 60 por ciento de los estadounidenses que están en hogares de ancianos e instituciones de cuidados a largo plazo están cubiertos por el Medicaid.
Piense tan solo en lo que será esta carga financiera a medida que nuestros ancianos se conviertan en una parte cada vez mayor de nuestra población.
Es por eso que las proyecciones de los déficits de la Seguridad Social, el Medicare y el Medicaid tomados juntos, han ascendido a tanto como $126 billones.
Un aspecto principal del Obamacare es obligar a los estadounidenses jóvenes y saludables a adquirir un seguro de salud, para subsidiar los costos de las primas de las partes más envejecidas y menos saludables de la población. ¿Qué ocurrirá si el porcentaje de jóvenes de nuestra población continúa reduciéndose?
Debe quedar claro que es imposible separar el matrimonio, los hijos y el aborto de nuestra situación económica en general. Dichos factores están en la raíz de la situación económica.
Un renacer de la familia estadounidense –la restauración del matrimonio y los hijos como el centro de nuestra cultura, y la eliminación del azote del aborto– puede restaurar un futuro saludable que hoy parece tan ominoso.