Bryan Fischer | 15 de febrero de 2017
(barbwire.com) – Una nueva e insidiosa tendencia se ha iniciado en ciertos círculos conservadores, una tendencia que – a menos que sea detenida – devorará los fundamentos del conservadurismo como un cáncer, hasta que los fundamentos se pudran y todo el andamiaje se venga abajo.
Esta tendencia es el concepto de que uno puede ser un homosexual practicante y un conservador a la misma vez. Eso es imposible. Ahora bien, ciertamente es posible que un homosexual tenga puntos de vista conservadores sobre determinados asuntos, e incluso los defienda en los programas de participación, pero no es posible que él sea un conservador.
Él, por ejemplo, podría elaborar un punto de vista conservador sobre la defensa nacional, o los derechos que concede la Segunda Enmienda, o la opción de escuela, o sobre el rechazo y la sustitución del ObamaCare, pero no puede ser un conservador.
¿Por qué? Porque en el centro del conservadurismo se halla un punto de vista no negociable sobre la sexualidad humana y la familia. En el corazón del concepto conservador del mundo se halla la familia. No es el individuo, valga que lo diga, sino la familia. En el corazón y el alma del conservadurismo está el concepto de que el matrimonio consiste en un hombre y una mujer, y que una familia consiste en un padre y una madre casados y los hijos que engendran juntos mediante su amor del uno por el otro.
El primer mandato que Dios dio a los primeros seres humanos que Él había creado fue formar una familia: «Fructificad y multiplicaos» (Génesis 1:28). Dios creó a un hombre y una mujer en la aurora de los tiempos y los destinó a ser sexualmente complementarios y productivos, de una manera que es imposible para dos hombres o dos mujeres.
En el conservadurismo, la familia es la piedra fundamental de la sociedad. Todas las estructuras de una sociedad – la iglesia, la política, el negocio, la educación, las agencias de la ley – están destinadas en un final a servir a los propósitos y funciones de la familia. Las iglesias deben alimentar las vidas espirituales de las familias, incluyendo el llamado a los maridos y padres a amar a sus esposas e hijos como expresión de su amor a Dios.
Los legisladores tienen que proteger a la familia y los derechos parentales y establecer políticas – incluyendo políticas de impuestos – que sean favorables a la formación de familias y no hostiles a ella. Tienen que apoyar la decisión parental en cuanto a la educación, de modo que los padres puedan situar a los niños que ellos aman en un ambiente óptimo de aprendizaje. Los sistemas educativos existen para servir a los padres, y no al revés.
Los negocios tienen que proveer un trabajo significativo que les permita a los padres proveer para sus familias y les dé a las madres y esposas una variedad de opciones para crear un ambiente amoroso para sus familias. Las agencias de la ley y las fuerzas armadas que protegen a nuestro país están ahí para mantener seguros a los hogares, los barrios y las comunidades, a fin de que las familias puedan disfrutar en paz de sus vidas y con sus vecinos libres de las cosas que amenazan su seguridad y paz mental.
Una sociedad próspera está basada en la familia. Dios creó el matrimonio antes de crear cualquier otra institución humana. Creó a la familia incluso antes de crear la Iglesia, y ciertamente antes de crear el gobierno. La familia natural – un esposo, una esposa y los niños que ellos crían – es el fundamento de la civilización. No puede ser un conservador nadie cuyo punto de vista no coloque a la familia y los intereses de ella en el centro de su concepto de la vida.
Por tanto, no hay cabida en el conservadurismo para abrazar un estilo de vida en el cual es imposible que se engendren hijos y sean traídos al mundo. No hay espacio en el conservadurismo para aceptar un comportamiento sexual que se aparte de manera tan radical y peligrosa del designio de Dios para la intimidad. No hay espacio en el conservadurismo para abrazar un estilo de vida que con irresponsabilidad compromete la salud humana por medio de enfermedades de transmisión sexual tales como el HIV/SIDA. Para decirlo sin ambages, un comportamiento sexual que conduce al cáncer anal puede representar un valor libertario, pero no es posible que represente uno conservador.
Si se le concede a la homosexualidad un espacio autorizado en el movimiento conservador podrá parecer inofensiva al inicio, pero al final, tolerada y no desestimulada, sus células cancerosas comenzarán a multiplicarse de manera callada, pero inexorable, y a hacer metástasis hasta debilitar fatalmente a su víctima.
¿Debemos amar a los homosexuales? Claro que sí. Debemos amarles lo suficiente como para decirles la verdad acerca de adónde conduce su estilo de vida, tanto en este mundo como en el otro. ¿Debemos hacer a la homosexualidad parte del movimiento conservador? Por supuesto que no.