Nena Arias | 12 de diciembre de 2022
“A estos, Dios ha querido dar a conocer cuáles son las riquezas de la gloria de este misterio entre las naciones, el cual es: Cristo en ustedes, la esperanza de gloria”.
(Colosenses 1:27)
El mes de diciembre es uno de los meses más esperados y disfrutables del año por varias razones, pero lamentablemente para muchos no es por el verdadero significado de lo que se está celebrando.
No hay duda de que todas las luces, decoraciones, fiestas, entrega de regalos, reuniones familiares, música de temporada, con una pequeña mención del nacimiento del Salvador del mundo en Belén, son actividades muy agradables. Sin mencionar que Santa Claus llama mucho más la atención que el niño Jesús. Pero, ¿qué pasa con el impacto insuperable y el significado de restauración y transformación que tiene para toda la humanidad incluyendo toda la creación de Dios? Esa es la verdadera razón de la celebración que recibe muy poca atención.
Por otro lado, la realidad también nos dice que hay quienes no entienden nada y no se emocionan ni se alegran en lo más mínimo por ningún aspecto. Algunos realmente desprecian lo que representa la Navidad y están listos para hacer más batallas destinadas a desmantelar esta celebración. Los que odian a Cristo utilizarán sus argumentos favoritos de multiculturalismo mientras continúan impulsando la locura de la “política correcta” que ha sumido a la nación en la oscuridad cultural, espiritual, intelectual y emocional, que es fruto del atraso social. Su verdadera agenda es convertir a Estados Unidos en impío y despreciar cualquier mención de Dios queriendo decir con eso Dios no existe por lo tanto no es necesario. Así de triste es su existencia.
El campo cristiano no está exento de batallas internas. Hay quienes hacen todo lo posible para explicar por qué la Navidad es una celebración pagana. Se espera que los no creyentes se pierdan el gran significado del nacimiento de Cristo, pero los que profesan la fe cristiana no deben unir fuerzas de acuerdo con los que desconocen tan importante acontecimiento histórico que divide la historia antes de Cristo y después de Cristo.
Estados Unidos, y el resto de las naciones con influencia cristiana, nunca pueden esperar llegar a ser grandes por el mero conocimiento humano que carece de la comprensión de lo que realmente sucedió hace 2000 años en el pueblecillo de Belén en Israel.
Cuanto más nos acerquemos a los eventos históricos originales, mejor comprensión tendremos del plan de Dios y su desarrollo para la humanidad.
Cuando la influencia de los humanistas comenzó a aumentar en este país, gradualmente comenzaron a controlar la educación pública a principios del siglo XX, y debemos admitir que han tenido un éxito magistral en reescribir la historia original de esta nación. Esta es la razón por la que nuestras generaciones actuales, en su mayor parte, están equivocadas a la hora de entender el verdadero motivo de la Navidad. La primera y la segunda generación, después del nacimiento de esta nueva nación, eran muy conscientes del vínculo entre Estados Unidos y Jesucristo. Se les enseñó el propósito espiritual de los Peregrinos y Puritanos de venir a estas tierras a establecer colonias donde pudieran practicar libremente su fe en el Dios de la Biblia y seguir el proyecto de vida que nos da la Sagrada Escritura.
John Quincy Adams (1767–1848) fue hijo del padre fundador John Adams (1735-1826) y nuestro segundo presidente y también uno de los cinco elegidos para redactar la Declaración de Independencia. Quincy Adams se convirtió en el sexto presidente de los Estados Unidos. John Jr. tuvo una vida notable, a la edad de 14 años fue designado para un puesto diplomático por el Congreso como secretario del embajador en la corte de Catalina la Grande en Rusia. También se desempeñó como embajador en Inglaterra, Francia, Holanda, Prusia y Rusia. Fue Secretario de Estado, Senador de los Estados Unidos y Presidente de los Estados Unidos. Su esposa: Louisa Catherine fue la Primera Dama de los Estados Unidos que nació fuera de los EE.UU. También luchó ferozmente contra la esclavitud promoviendo su abolición.
Prestemos atención a su comprensión del significado del americanismo en relación con Jesucristo porque esto es lo que se les enseñó a los estadounidenses en la sociedad y en la escuela:
En la cadena de los acontecimientos humanos, el nacimiento de la nación está indisolublemente ligado al nacimiento del Salvador. La Declaración de Independencia colocó la piedra angular del gobierno humano sobre los primeros preceptos del cristianismo.
El nacimiento de Estados Unidos como nación “está indisolublemente ligado al nacimiento del Salvador”. John Quincy Adams expresó la verdad de que hasta su generación anterior a él habían conocido esta verdad y nos desafió a no pensar en la grandeza de Estados Unidos aparte del propósito del nacimiento de Cristo. Lo mismo es cierto para el mundo entero. Nada bueno se logra en el mundo que no sea guiado por la mano de Dios. Jesús vino a traer el mensaje de Dios para la transformación de su máximo plan para toda la humanidad.
Dios había anunciado a través del profeta Isaías la venida del Mesías que vendría a transformar toda la creación y gobernarla para siempre. Isaías 9:6-7 “Porque un niño nos es nacido, un hijo nos es dado, y el dominio estará sobre su hombro. Se llamará su nombre: Admirable Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Lo dilatado de su dominio y la paz no tendrán fin sobre el trono de David y sobre su reino, para afirmarlo y fortalecerlo con derecho y con justicia, desde ahora y para siempre. El celo del SEÑOR de los Ejércitos hará esto”.
En la anunciación del Ángel a María (Lucas 1:26-38), se le dice que dará a luz un niño que será el Mesías y se le describe su misión: “Y el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Y he aquí, concebirás… un hijo, y llamarás su nombre Jesús. El será grande y será llamado Hijo del Altísimo. Y el Señor Dios le dará el trono de David su padre, y reinará… para siempre, y su reino no tendrá fin.”
Sin la base sólida provista por los principios bíblicos, Estados Unidos nunca habría existido. Y en la actualidad, sin el poder transformador del niño navideño no hay rescate para esta locura cultural. Debemos seguir enfocándonos en nuestra fe bíblica tanto a nivel personal como nacional.
La fe en Jesús siempre debe prevalecer en toda la tierra.
Que todas las luces, los árboles, las canciones y la música de Navidad sean un recordatorio para todos los seguidores de Cristo de que Su nacimiento se trata de la transformación vital de las personas, que comienza con la aceptación del regalo de salvación de Dios: la redención. Sólo en él hay verdadera esperanza. Sobre todo, nunca perdamos de vista que la transformación cultural genuina y duradera comienza con la transformación espiritual del individuo.
“Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad asentada sobre un monte no puede ser escondida. Tampoco se enciende una lámpara para ponerla debajo de un cajón, sino sobre el candelero; y así alumbra a todos los que están en la casa. Así alumbre la luz de ustedes delante de los hombres, de modo que vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre que está en los cielos.”
(Mateo 5:14-16)