¿Es la Iglesia sólo una observadora de los acontecimientos sociales en el mundo?

por Ramon Arias

Los ciclos de la naturaleza son importantes para el mundo en que vivimos y, por más incómodos que puedan ser, nos traen beneficios. Existen otros ciclos que no están relacionados con la naturaleza, me refiero a los ciclos que producen enorme desequilibrio y destrucción social ocasionados por los seres humanos. Tal parece que, generación tras generación, el ser humano rehúsa aprender de los errores del pasado, el proverbio español nos debe poner a reflexionar: “El hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra”. 

La sociedad permanece en una constante guerra, y por guerra no necesariamente me refiero a aquella que se lucha con armas que destruyen la vida y la propiedad, me refiero a una guerra mucho más destructiva para el buen desarrollo social de la humanidad que la que producen las armas mortíferas: la guerra cultural. Toda guerra cultural es una guerra de ideas que lucha por forjar creencias y lo que el ser humano cree determina la clase de sociedad que tiene. Las personas establecen con sus ideas el fundamento sobre lo que la siguiente generación continuará edificando. Toda la desgracia y el desequilibrio social que se vive no es otra cosa que el resultado de creencias equivocadas.

Aunque es doloroso reconocerlo, no debemos ignorarlo, la Iglesia que fundó Jesucristo continuamente se desvía de su comisión original de ser sal y luz, educadora de las naciones e impulsora de estabilidad y desarrollo social en cada nación. En sus dos mil años de existencia, la Historia revela los triunfos de la Iglesia cuando sigue lo más cercano de los mandatos de Dios y de sus corrupciones doctrinales cuando se aparta de la comisión original llegando a convertirse en opresora al querer construir su propio imperio de muerte y de desgracia. Otra de sus nefastas contribuciones que la Iglesia ha dado en diferentes tiempos ha sido la inhabilitación de sus miembros al no enseñarles la plenitud de las nuevas facultades que se reciben en Cristo Jesús y cómo producir el fruto tan deseado y esperado por parte de Dios de cambios no sólo en lo personal, y en lo familiar, sino también en lo social. 

La iglesia no debe huir de los conflictos sociales

El gobierno de Dios y de Jesucristo se encuentra enfrascado en una guerra por el corazón y la mente de las personas. El nuevo pueblo de Dios, la llamada Iglesia, nace en severos conflictos con el establecimiento religioso de los judíos y con el sistema politeísta, político y filosófico de sus tiempos, el Imperio de Roma. Jesús dejó muy claro que este conflicto iba a continuar a través de los siglos hasta que la victoria de que se haga la voluntad de Dios sea contundente aquí en la Tierra como es en el Cielo, por eso dijo: “…sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y las puertas del reino de la muerte no prevalecerán contra ella”, (Mateo 16:18). La piedra, o roca, es la revelación que Dios hace sobre la naturaleza humana y sobre el mundo, para su buen funcionamiento. ¿Quién mejor para saber la diferencia cómo debe desarrollarse la vida y el mundo que aquellos que vivieron sin las ideas de Dios y de Jesucristo y que fueron rescatados de esa vida destructiva de pecado?

Desde el nacimiento del nuevo pueblo de Dios, los seguidores fieles de Jesucristo han tenido que luchar contra de las ideas aversas a la voluntad de Dios. Los seguidores de la perspectiva bíblica siempre encuentran oposición cuando confrontan las falsas ideas, ya sea de la religión o de la filosofía. Por esta razón encontramos constantemente a través de la historia que se ha querido destruir al cristianismo bíblico y la razón por la que no han tenido éxito es porque Jesucristo está construyendo la nueva sociedad del mundo. La fe del creyente nunca ha sido un asunto privado, o sea, es mentira que no tiene que llevar su convicción de ideas al campo social y cuando lo hace se encuentra con la ira de los déspotas que quieren utilizan la fuerza para defender su derecho de mantener a la sociedad bajo su opresión y alejados de los conceptos de Dios y sus beneficios en la vida social. Desde el inicio del cristianismo bíblico vemos cómo la religión y el poder político se unen para detener y destruir el avance de las ideas absolutas de Dios:

“Pero los judíos, llenos de envidia, reclutaron a unos maleantes callejeros, con los que armaron una turba y empezaron a alborotar la ciudad. Asaltaron la casa de Jasón en busca de Pablo y Silas, con el fin de procesarlos públicamente. Pero como no los encontraron, arrastraron a Jasón y a algunos otros hermanos ante las autoridades de la ciudad, gritando: ‘¡Estos que han trastornado el mundo entero han venido también acá, y Jasón los ha recibido en su casa! Todos ellos actúan en contra de los decretos del emperador, afirmando que hay otro rey, uno que se llama Jesús’», (Hechos 17:5-7).

Cuando el creyente bíblico declara que tiene otro sistema de valores y orden social y que es el único que puede darle significado a la vida y al mundo hace temblar a todas las perspectivas equivocadas que el hombre tiene. Sacude a la mente más intelectual o más poderosa políticamente. Hace que se tambaleen los sistemas económicos de explotación y opresión. Hace que se desplomen todos los ídolos que el hombre construye y adora como medio de su salvación. Y todo porque reconoce que Jesucristo es Señor de señores y Rey de reyes y que el Gobierno que inició con Su vida pública no tiene fin. Decir que Jesús es Rey y que está sobre todo gobernante es una declaración política y así lo entendieron y lo dieron a conocer los primeros seguidores de Jesucristo.

Los cobardes no son parte del orden social de Dios

Debemos tener muchísimo cuidado cuando escuchemos decir, dentro del cristianismo, a pastores, teólogos y maestros que no debemos involucrarnos en la vida política y social de la comunidad o del país. Esta perspectiva no solamente es errónea, sino destructiva y desmotivadora para el creyente. Toda persona que toma un liderazgo dentro de una congregación o una institución del cristianismo debe eliminar de su mente y de su lenguaje todo concepto que afirme que su única responsabilidad es preparar a la gente para que entre al Cielo y olvidarse de prepararlas para que sean efectivas como sal y luz ahora.

Ya vimos lo que Jesús afirmó de que la Iglesia, como Su nuevo Pueblo, debería avanzar, a pesar de la oposición más severa. La Iglesia es una institución establecida por parte de Dios a la par de la institución de la familia y del Estado, con una función propia y de poderosa influencia social, que complementa a las otras dos instituciones. Este nuevo Pueblo de Dios se opone y se resiste cuando cualquiera de las tres, o las tres, se corrompe. La salvación del ser humano no sólo es para su alma, también implica salvar y enriquecer su cultura por medio de la reconciliación entre Dios y el hombre, así como el hombre con el hombre.

Todos debemos insistir en que la Iglesia, o el nuevo Pueblo de Dios, debe estar constantemente capacitando a sus miembros para que sean parte activa en los cambios que la cultura exige, y no hacerlos pasivos, inefectivos y cobardes. Es importante que recordemos que está escrito que los cobardes no heredan los beneficios del Reino de Dios en esta vida y lo que les espera a su muerte es el infierno, “Pero a los cobardes, a los que no confíen en mí, a los que hagan cosas terribles que no me agradan, a los que hayan matado a otros, a los que tengan relaciones sexuales prohibidas, a los que practiquen la brujería, a los que adoren dioses falsos, y a los mentirosos, los lanzaré al lago donde el azufre arde en llamas; y allí se quedarán, separados de Dios para siempre», (Apocalipsis 21:8).

Dios nos dio la salvación por medio de Jesucristo no para agradar al hombre y a sus instituciones antibíblicas, ni para vivir atemorizados de lo que nos puedan hacer cuando nos oponemos a esas ideas paganas. Dios, al salvarnos, consideró que responderíamos a la nueva naturaleza en Cristo, no sólo en la manera en que procesamos las nuevas ideas, también nos dio el valor para confrontar y hacer valer Sus absolutos.

Es verdad que nuestra ciudadanía está en el Cielo, pero también es verdad que existe una relación muy estrecha con cómo vivimos esa ciudadanía mientras somos peregrinos en esta Tierra. No podemos, ni debemos, ser como los cristianos que han guardado silencio cuando sus naciones han sido destruidas por las ideas antibíblicas. Si analizamos la Historia, encontramos que la Iglesia se ha preocupado más por preservar sus ritos, su arte, sus tradiciones y sus construcciones idólatras, perdiendo así toda efectividad para resolver la inestabilidad social. Que seamos observadores de los acontecimientos sociales no es el mayor interés de la voluntad de Dios para la Tierra.

¿Tú qué dices?, ¿la Iglesia sólo es observadora de los acontecimientos sociales en el mundo? Por cierto, recuerda que tú eres la Iglesia.