Tami Jackson | 1 de marzo de 2017
(barbwire.com) – ¿Qué es lo que hace grande a un país? ¿Por qué las civilizaciones surgen y desaparecen? ¿Por qué algunos grupos humanos perduran a pesar de todas las dificultades?
Los Estados Unidos y la Francia modernos nacieron mediante revoluciones. Una revolución fue iniciada por la firme creencia de que «…todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la Vida, la Libertad y la búsqueda de la Felicidad. Que para garantizar estos derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos, que derivan sus poderes legítimos del consentimiento de los gobernados…».
La otra revolución fue atizada y apoyada por la consigna «Liberté, égalité, fraternité», o sea, «Libertad, igualdad, fraternidad». Aunque eso suena inspirador, el llamado fue despojado con toda intención de cualquier mención de un Creador, de Dios.
Los Fundadores de los Estados Unidos, al revés de lo que afirman los actuales círculos académicos elitistas, creían firmemente en el Dios de la Biblia. La oración fue indispensable para la fundación de los Estados Unidos.
La Revolución Francesa, en agudo contraste con la Americana, estuvo alimentada por un humanismo secular robusto. La cultura francesa se desarrolló a partir de esa liberté sin control, de la humanidad como árbitro del bien y el mal, y con la conveniencia más que las convicciones morales como guía de la sociedad de aquel país.
Los Estados Unidos aumentaron su fuerza y prosperidad durante unos 200 años, manteniéndose fieles, la mayor parte del tiempo, a su herencia piadosa. Francia, puede decirse, degeneró desde adentro, hasta llegar a ser apenas uno más de los países ateos de Europa.
Hace treinta y cinco años, el Dr. Francis Schaeffer y el Dr. C. Everett Koop escribieron un tratado integral sobre la vida, Whatever Happened to the Human Race [Qué ha pasado con la especie humana]. Schaeffer y Koop hablaron de la «pendiente resbaladiza» de la devaluación de la vida. Y la devaluación de la vida aumentó en proporción directa con el rechazo a Dios y Sus principios en las vidas privadas y públicas de los ciudadanos y el Gobierno de los EE. UU.
Palabras del Dr. Schaeffer:
El concepto totalmente desarrollado de la santidad de la vida humana en Occidente no apareció de la nada. Procedió directamente del consenso judeo-cristiano, que fue el marco de referencia para Occidente durante siglos. En base a las enseñanzas bíblicas, las personas se acostumbraron a percibir la vida humana como única, como algo que debía ser protegido y amado porque estaba hecha a la imagen de Dios.
Hoy los Estados Unidos están recogiendo las tempestades debidas al rechazo a la sabiduría de los Fundadores, que estaba basada en la sabiduría bíblica. El humanismo secular, que predicó la revolución en Francia, ha inundado a los guardianes de nuestra nacionalidad: los círculos académicos, la industria del entretenimiento y los medios de comunicación.
Ahora los Estados Unidos están en una encrucijada: el fallo erróneo del juicio Roe contra Wade [legalización del aborto] ha allanado el camino para el asesinato de 60 millones de vidas inocentes desde 1973.
Pero la marea está cambiando, pues las personas de fe, favorable a la vida, se están despertando y declarando las verdades que hicieron grande alguna vez a nuestro país. Una cultura no puede ser juzgada por su PIB, descubrimientos científicos, capacidades industriales ni adelantos tecnológicos, Más bien el verdadero carácter de una sociedad se ve en la forma en que trata a los más vulnerables y más débiles de sus miembros.
Dios nos instruye (como lo hizo con los Fundadores):
A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia
Y, como está escrito en 2º de Crónicas:
Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra.
David escribió en el Salmo 139:
Porque tú formaste mis entrañas; tú me hiciste en el vientre de mi madre.
Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; estoy maravillado, y mi alma lo sabe muy bien.
La vía para restaurar a nuestro país, los Estados Unidos de América, está clara: tenemos que humillarnos, confesar y apartarnos de nuestro pecado (que incluye el aborto), y ¡tenemos que escoger la vida!
Todo cristiano es responsable, no solo de conocer esos versículos inspirados, no sólo de vivir esos versículos inspirados, sino también de decir esos versículos inspirados. La vida cristiana nunca ha sido concebida para ser una sociedad secreta de «bienhechores». Estamos llamados, como Caleb, a ser fuertes y valientes, a alzarnos en defensa de Dios y Su Palabra.
Moisés escribió sobre la responsabilidad del pueblo de Libro en cuanto a enseñar y dar a conocer las Palabras y preceptos de Dios:
Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes.
Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas.
Los Estados Unidos pueden ser grandes de nuevo si nos humillamos y propugnamos los principios de Dios, lo cual incluye escoger la vida. Los americanos de fe pueden detener el descenso vertiginoso por la pendiente resbalosa, pero debemos estar dispuestos a hablar.