¿Estarán embrujados la mayoría de los cristianos?

por Ramon Arias 

Quienes desprecian los absolutos de Dios creen que todos los que profesamos la fe bíblica somos presas fáciles de engañar, de dominar, de pisotear, de empujar, de asustar, de silenciar, de amenazar y de amedrentar, que nos pueden imponer cualquier ley para sujetarnos y mantenernos a su voluntad. ¿De dónde sacan esta idea? De la mayoría de los “cristianos” que viven pasivamente, en apatía, en ignorancia o en rebelión hacia las verdades establecidas por Dios. No los respetan y los consideran inferiores.

Se supone que cuando reconocemos que nuestra vida necesita significado y propósito es porque nada de lo que conocemos nos satisface, al contrario, nos produce una enorme insatisfacción. Pero, en el momento que aceptamos la vida que Jesús ofrece, encontramos todo el sentido que buscábamos. Se supone que la Palabra de Dios se convierte en nuestro principal manual para construir con efectividad todo lo que somos y todo lo que hacemos. Se supone que el conocimiento que adquirimos en sus páginas nos permite filtrar y discernir todas las ideas, filosofías, religiones y doctrinas que escuchamos o leemos para reconocer la verdad y la falsedad.

Ahora consideremos lo que Pedro escribió en relación a lo que acabo de afirmar: “Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios, para que proclamen las obras maravillosas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable. Ustedes antes ni siquiera eran pueblo, pero ahora son pueblo de Dios; antes no habían recibido misericordia, pero ahora ya la han recibido. Queridos hermanos, les ruego como a extranjeros y peregrinos en este mundo, que se aparten de los deseos pecaminosos que combaten contra la vida. Mantengan entre los incrédulos] una conducta tan ejemplar que, aunque los acusen de hacer el mal, ellos observen las buenas obras de ustedes y glorifiquen a Dios en el día de la salvación”, (1 Pedro 2:9-12).

Es una poderosa declaración y afirmación. El que seamos llamados a participar de la gloriosa luz, que es la sabiduría y la inteligencia de Dios, debería darnos una enorme ventaja para comprender el mundo desde la perspectiva de Dios, no de los seres humanos, por más inteligentes y sabios que parezcan ser. Esta verdad nos debería llenar de positivismo y determinación para sobresalir en todo y solucionar todo problema que confrontamos, ya sea personal, familiar o social, no por razón del ego, sino para beneficiar a nuestro prójimo. Sin embargo, cuando no reflejamos esa gloriosa luz, es obvio que hemos regresado a la oscuridad de donde habíamos salido. Aunque dentro de esa obscuridad podemos seguir teniendo el nombre de “cristianos”, podemos conocer todo el contenido de la Biblia, podemos estar involucrados en diversos “ministerios cristianos”, inclusive ser muy carismáticos y aparentemente conocedores de la Palabra de Dios, pero eso no nos hace que estemos en Su luz.

En la carta que Pablo les escribiera a los cristianos de Galacia, en Asia Menor, los amonesta con severidad porque habían abandonado el fundamento que les dio la justificación por medio de la fe: «Gálatas torpes! ¿Quién los ha hechizado a ustedes, ante quienes Jesucristo crucificado ha sido presentado tan claramente?… ¿Tan torpes son? Después de haber comenzado con el Espíritu, ¿pretenden ahora perfeccionarse con esfuerzos humanos?”(Gálatas 3:1,3). La traducción de La Biblia Judía Completa lo traduce de la siguiente manera: «¡Ustedes Gálatas estúpidos! ¿Quién los ha embrujado? ¿así son de estúpidos? habiendo iniciado en el poder del Espíritu, ¿piensan que puede alcanzar el objetivo bajo su propio poder?» (Complete Jewish Bible).

Es evidente que una vez que probamos la sabiduría de Dios al reconocer que sólo Él tiene la Verdad absoluta y decidimos abandonarla por cualquier razón teológica, filosófica, ideológica o por cualquier otra corriente de pensamiento humanista, automáticamente nos dejamos seducir por poderes contrarios al de Dios. Nada sabio, nada inteligente cuando algo semejante a eso se hace.

Pablo los reprendió como deben ser reprendidos los cristianos en cada generación por abandonar la sabiduría y la inteligencia de Dios para regresar a las estupideces en las cuales se vivía anteriormente. Es increíble, pero no por eso deja de ser verdad, que la mayoría de los cristianos prefieran vivir en una corrupción producto de la estupidez.

Por todos lados, la mayoría de los cristianos están siendo embrujados por las artes mágicas y por las trampas de quienes prometen traer paz, prosperidad, abundancia y salud en las diversas áreas del desarrollo humano. Cuando la mayoría de los cristianos, al igual que Eva en el Jardín del Edén, quien aceptó ser embrujada por las propuestas de obtener grandeza sin Dios (Génesis 3), abandonan la verdad de Dios, nada bueno puede resultar para ellos ni para la generación a la que pertenecen o para futuras generaciones.

Si no estamos caminando en obediencia a las verdades absolutas de Dios, como están reveladas en Su Palabra, es imposible manifestar el fruto de la sabiduría y de la inteligencia que proviene de Dios. Forzosamente tendríamos que estar embrujados para creer que podemos llevar el nombre de cristianos sin obedecer la Verdad de Dios.

La pregunta que se les hizo a la generación que eran niños y jóvenes cuando salieron de la esclavitud de Egipto, es la misma pregunta que debemos contestar el día de hoy:

“¿Y así le pagas al Señor, pueblo tonto y necio? ¿Acaso no es tu Padre, tu Creador, el que te hizo y te formó?” (Deuteronomio 32:6).

¿Qué respondes?