¿Estarán la fe, la familia y la libertad en peligro en Estados Unidos?

Nena Arias | 1 de agosto de 2013

Cuando una nación se aleja del diseño original de Dios, algo que ha sucedido desde la caída de Adán y Eva, hay consecuencias graves. La gente debe luchar vigorosamente para preservar sus creencias en los fundamentos de su cultura, una batalla interminable para todas las generaciones y debe tener como prioridad transmitir estas verdades inamovibles básicas a sus hijos y a los hijos de sus hijos, para todas las generaciones. Esto es especialmente cierto para la nación que hoy conocemos como los Estados Unidos de América. Se ha hecho evidente que la cultura se ha alejado del propósito original establecido en el Pacto del Mayflower, de 1620, que es:

“En el nombre de Dios, Amén. Nosotros, cuyos nombres están suscritos, los leales súbditos de nuestro Soberano Señor Rey James, por la gracia de Dios, de Gran Bretaña, Francia e Irlanda, Rey, Defensor de la Fe, etc

Habiendo emprendido, para la gloria de Dios, y los avances de la fe cristiana … solemne y mutuamente, en la presencia de Dios y unos con otros, pacto y nos combinamos juntos en un cuerpo político civil, para nuestro mejor ordenamiento y conservación y promoción de los propósitos antes mencionados, y en virtud del presente documento para promulgar, constituir, y  enmarcar, justas leyes de igualdad, ordenanzas, actos, constituciones y oficios, que de tiempo en tiempo se consideren de mayor conveniencia para el bien general de la colonia, a la cual prometemos toda la debida sumisión y obediencia …”

Uno de los movimientos muy palpables que nos alejó de este propósito original para avanzar en la fe cristiana fue el distanciamiento de la verdad bíblica que sucedió después del Primer Gran Despertar de las décadas de 1730 y 1740 y especialmente después del Segundo Gran Despertar de los años 1830 y 1840. La introducción significativa del liberalismo/humanismo progresista que incluyó  la teoría de la evolución darwiniana en la última parte del Siglo XIX, en las instituciones de educación superior el cambio se hizo muy evidente.

La conspiración que nació en 1920 con el pretexto de la «tolerancia» y «libertad» ha estado socavando sistemáticamente los valores y creencias que forman la base de la cultura estadounidense y su gobierno.

Múltiples organizaciones agresivas como la ACLU [American Civil Liberties Union, que por cierto es un nombre muy engañoso], cuyas raíces se pueden rastrear al ateísmo y al comunismo, y la Freedom From Religion Foundation [Fundación Libertad de la Religión], una fundación formada por una pequeña minoría pero activa y vociferante cuyos esfuerzos destructivos contra la creencia en Dios en Estados Unidos han estado socavando el diseño original de nuestro país. Bajo estos ataques, la protección de la fe y preservación de la libertad se ha convertido en una batalla muy feroz en el campo cívico. W. Cleon Skousen dijo: «Sin la religión el gobierno de un pueblo libre no puede mantenerse». Es evidente que la inspiración de Dios para crear los Estados Unidos, tierra de la libertad para ejercer la fe en el Dios de la Biblia y para darlo a conocer al mundo, no fue sólo para que las futuras generaciones se dieran el “lujo” de derrochar esa preciosa libertad.

Las organizaciones ateas han sido implacables en sus ataques, y han estado casi sin oposición en su ideología agresiva contra el Todopoderoso. Uno de sus principales puntos de apoyo ha sido el pervertir la Primera Enmienda, que fue escrita para preservar la libertad de creencia, pero ahora le han dado una interpretación retorcida para «liberarse de la religión», haciendo claro el objetivo de sacar a Dios de la plaza cívica de nuestro país. Esto es peligroso ya que nuestros derechos dependen de una ciudadanía que cree en el Dios de la Biblia.

La destrucción de los valores cristianos es un pre-requisito para el establecimiento de los objetivos políticos de los paganos, los cuales incluyen obtener el control de la productividad, la propiedad privada y la redistribución de la riqueza. Repito, su guerra es contra el Dios de la Biblia cuyos principios le dieron a este país su grandeza. Si el pueblo estadounidense permite que sus valores y documentos fundamentales sean usurpados de su significado original, nuestros derechos a la vida, la familia, la fe y la libertad serán definidos e interpretados por el significado que los enemigos de Dios quieran darle.

Son momentos difíciles y la pregunta es si podremos restaurar el lugar de Dios hacia el centro de nuestra nación. Esto se puede lograr sólo con un ejército de guerreros que luchen en todos los ámbitos de nuestra sociedad. Debemos ser diligentes en enseñar a las futuras generaciones de estadounidenses la verdadera moralidad de la Biblia. Nuestra verdadera identidad y nuestros derechos se derivan de nuestro Creador y no de ninguna otra fuente.

«Bienaventurada la nación cuyo Dios es el Señor, y el pueblo que él escogió como heredad para sí». (Salmos 33:12-13)

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