Gary DeMar | 4 de marzo de 2019
(American Vision) – ¿Cuántas veces ha escuchado que la religión y la política no se mezclan? No lo crea. La religión siempre está mezclada con la política. Es imposible separar la religión de la política ni a Dios de ninguna forma de gobierno. Cuando el único y verdadero Dios es rechazado, otro dios toma su lugar. Es así de sencillo. No hay excepciones y no deje que nadie le diga lo contrario.
El gobernante más opuesto a Dios es tan religioso como cualquiera que reconozca la existencia de Dios y Su derecho soberano a gobernar. Es por eso que el apóstol Pablo pudo escribir: «Por tanto, al Rey de los siglos, inmortal, invisible, al único y sabio Dios, sea honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén» (1 Timoteo 1:17).
Los que proponen un nuevo gobierno se convierten en los dioses de esa sociedad cuando se declaran los árbitros finales de la verdad y el control.
Piense en lo que ha sucedido en China. El gobierno chino le ordenó a una iglesia eliminar el Primer Mandamiento de una exhibición, porque estaba en abierta contradicción con la política del Presidente de China.
¿Por qué? Porque el Primer Mandamiento dice: «Yo soy el Señor tu Dios… No tendrás dioses ajenos delante de mí». El Gobierno de China no desea ninguna competencia. Ha llegado a ser el dios de esa sociedad en palabra, obra y decreto.
La Historia es un estudio de los gobernantes que han querido ser dioses. Cuando los líderes religiosos de Sus días le preguntaron a Jesús por el asunto de los impuestos, Jesús pidió una moneda específica – el denario.
La inscripción en la moneda decía: “César Augusto Tiberio, hijo del Divino Augusto,”1 pretendiendo que Augusto César era Dios. Otro César, Domiciano, que gobernó a fines del siglo I, fue declarado Dominus et Deus, «Señor y Dios»
Jesús usó la moneda como una acusación a los judíos. A causa de su rebelión, como rechazaron el gobierno de Dios sobre ellos, Dios los colocó bajo el gobierno de un tirano. Algunos judíos, cuando tuvieron la oportunidad de redimirse escogiendo a Jesús en lugar de a Barrabás, en vez de eso gritaron: «No tenemos más rey que César» (Juan 19:15).
El pueblo que escuchó hablar el rey Herodes gritó: ¡Voz de Dios, y no de hombre! Al momento un ángel del Señor le hirió, por cuanto no dio la gloria a Dios; y expiró comido de gusanos. (Hechos 12:22-23).
«Cuando un gobierno llega al punto en que cree que su autoridad y decretos son absolutos»- dijo C. S. Lewis – «carece de sentido decirles a los funcionarios del mismo: “No se metan en lo que no son sus asuntos”, porque, en su mente, “todos los aspectos de nuestras vidas son asunto suyo”2».
La Biblia dice una cosa sencilla, pero fundamental: El Gobierno de Dios sobre todas las cosas es singular, absoluto, sin compromisos y sin competidores legítimos. El Mesías (1741) de George Frederic Handel, llevó esta verdad a la música de una forma majestuosa:
Porque nos ha nacido un niño, se nos ha concedido un hijo; la soberanía reposará sobre sus hombros, y se le darán estos nombres: Consejero admirable, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz. (Isaías. 9:6 nvi).
No hacen falta comentarios. Las palabras hablan por sí mismas.
El remate es el «Coro del Aleluya», de Handel:
¡Porque el Señor Ominpotente reina! ¡Aleluya, aleluya, aleluya, aleluya! ¡El reino de este mundo ha venido a ser El reino de nuestro Señor y de Su Cristo! ¡Y Él reinará por los siglos de los siglos!El punto de partida de cualquier discusión sobre el gobierno y sus formas es: ¿Quién es el que manda en un final? Eso lo vemos en los faraones, el rey Nabucodonosor, Belsasar, los Césares, Herodes, los reyes que reclaman el derecho divino y los regímenes ateos del siglo XX, cuyos edictos divinos llevaron a la muerte a más de 100 millones de personas.
Todos ellos reclamaban ser la autoridad final para el bien de la Humanidad, si no fuera así, ¿por qué las personas los llevarían al poder?
Los fundadores de nuestra nación conocían bien su Historia – la secular y la sagrada también. Ellos hubieran estado de acuerdo con la siguiente declaración, con frecuencia atribuida a George Washington:
El Gobierno no es razonamiento, no es elocuencia – es la fuerza. Como el fuego, es un sirviente peligroso y un amo temible; nunca jamás, ni por un momento, puede dejársele que actúe irresponsablemente.
Aunque Dios es el Gobernador máximo, sobre cuyos hombres descansa el Gobierno, Él ha instituido gobiernos específicos para que dirijan ordenadamente Su creación. Dios ha creado gobiernos (en plural), de los cuales el gobierno civil es sólo uno, que tienen autoridad y poder delegados y limitados.
Dios ha restringido el deseo del hombre de tener un poder ilimitado al poner límites al alcance, la autoridad y el poder de esos gobiernos. Es por eso que alguien como Thomas Jefferson pudo escribir: «En cuestiones de poder, que no se hable más de la confianza en el hombre, sino átese al mismo con las cadenas de la constitución para impedirle los fraudes»
En 1682 el arzobispo de Canterbury John Tillotson (1630–1694) predicó un sermón titulado «El Peligro del Celo sin Conocimiento», en el cual dijo:
No hay nada que extravíe con más frecuencia a los Hombres que un Celo mal dirigido; es un ignis fatuus, un fuego falso que a menudo lleva a los Hombres a Tembladeras y Precipicios; aparece en la Noche, en mentes oscuras, ignorantes y débiles, y se ofrece para guiar a los que han extraviado el camino; es una de las Pasiones más ingobernables de la Naturaleza Humana y por tanto requiere un gran conocimiento y juicio para manejarla y mantenerla dentro de unos límites. Es como el fuego: un buen Sirviente, pero un mal Amo…
Con un gran celo, los gobernadores como dioses hacen grandes promesas y las gentes les prometen fidelidad. Al final, no obstante, esos dioses mortales decepcionan.
Tome nota de que la Declaración de Independencia hace su llamado final al «Juez Supremo del mundo… con una firme confianza en la protección de la Divina Providencia». Los que establecieron nuestro gobierno comprendían, en las palabas de Benjamín Franklin, que «Dios gobierna los asuntos de los hombres. Y, si un gorrión no cae a tierra sin que Él lo note, ¿es probable que un imperio pueda levantarse sin su ayuda?»
No hay posición neutral. Todo gobierno le jura fidelidad a algún dios.
La canción de Bob Dylan «Gotta Serve Somebody» [Tendrás que servir a alguien] lo dice a las claras:
Podrá ser al Diablo, o podrá ser al Señor, pero tendrás que servir a alguien.
Siempre habrá un Gobernador supremo que será servido. Si ese Gobernador no es Dios, entonces será alguien que se comporte como si fuera Dios. John Lennon criticó la canción componiendo una canción titulada «Serve Yourself» [Sírvete a ti mismo]. Bob Dylan tenía razón: al final no hay escapatoria en lo de servir a alguien, incluso si es a ti mismo.
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Gary DeMar es un Socio mayor en The American Vision. Es el autor de God and Government: A Biblical, Historical, and Constitutional Perspective, [Dios y el Gobierno. Una perspectiva bíblica, histórica y constitucional] y muchos otros libros.
Notas:
- “Ti[berivs] Cæsar Divi Avg[vsti] F[ilivs] Avgvstvs”
- God in the Dock, 134. Citado por Herbert Schlossberg en Idols for Destruction: The Conflict of Christian Faith and the American Culture (Westchester, IL: Crossway, [1983] 1990), pp. 183-184. La cita complete de Lewis: «El Estado moderno no existe para proteger nuestros derechos, ni para hacernos bien ni para hacernos buenos; es para hacernos algo o para hacernos alguien. De aquí el nuevo nombre de “líderes” para los que antes eran “gobernantes”. Somos no tanto sus súbditos como sus pacientes, pupilos o animales domésticos. No queda nada de lo que pudiéramos decirles: “No se metan en lo que no son sus asuntos”. Todos los aspectos de nuestras vidas son asunto suyo».