Fraude Educacional

Walter E. Williams | 12 de noviembre de 2014

Sería irracional esperar que a un estudiante con las habilidades de lectura, escritura y computación de un alumno de octavo grado, le fuera bien en la educación superior. Si tal estudiante fuera admitido, su retención requeriría que el colegio creara cursos simples o fantasmas. La Universidad de Carolina del Norte [UNC] hizo este tipo de acomodamiento; varios atletas fueron matriculados en cursos fantasmas en el Departamento de Estudios Africanos y Afroamericanos. El descubrimiento y resultante escándalo son sencillamente la punta del iceberg y un síntoma de un problema mucho mayor.

Un especialista de aprendizaje de la Universidad, contratado para ayudar a los atletas, encontró que durante los años 2004 a 2012, sesenta porciento de los 183 miembros de los equipos de fútbol  y baloncesto tenían habilidades de lectura de entre cuarto y octavo grados. Entre ocho y diez por ciento tenían un nivel de lectura inferior a tercer grado. Estos eran graduados negros de secundaria, y sus diplomas de secundaria eran claramente fraudulentos. ¿Cuán cruel es para la UNC admitir estudiantes que tienen poco chance de competir académicamente en las mismas condiciones que sus otros alumnos?

El fraude académico beneficia a toda la comunidad universitaria, excepto a los estudiantes negros. Si las universidades pueden mantener la farsa del atleta-erudito, ganan decenas de millones de dólares por concepto de ingresos por deporte. Los resultados académicos pueden ser ignorados, a no ser para guardar las apariencias. La universidad sólo tiene que crear barrios bajos académicos, donde los estudiantes débiles puedan «tener éxito». Los departamentos académicos más fuertes se benefician porque no tienen que comprometer sus estándares y soportar la carga de tener que lidiar con los estudiantes débiles. Además, está esa pluma en el sombrero de la diversidad con la que están obsesionados los administradores universitarios.

Desafortunadamente, y para el perjuicio de la gente negra, existe un amplio apoyo entre los miembros negros de la comunidad académica a prácticas que llevan al fraude académico. A raíz del escándalo de la UNC, el Caucus Negro de Carolina – un grupo universitario de administradores, personal y profesores – se apresuró a defender a los atletas negros y del Departamento de Estudios Africanos y Afroamericanos, alegando una investigación injusta y un ataque injusto del público y de los medios. Un grupo de estudiantes del campus dijo que el escándalo de fraude atleta-estudiante era en realidad el resultado del «capitalismo de la supremacía blanca y heteropatriarcal».

Centrarse exclusivamente en los problemas académicos de los negros a nivel de la educación superior no tiene sentido. Es prácticamente imposible reparar 12 años de educación primaria y secundaria podridos en el espacio de cuatro o cinco años de educación superior. Una prueba de esto lo constituye el rendimiento de los estudiantes negros en exámenes de pos graduación, tales como el GRE, LSAT y MCAT. La brecha entre el rendimiento de los estudiantes blancos y los negros es tan ancha en esos exámenes como lo es en los SAT o ACT, que hacen los estudiantes de secundaria. Esa es la evidencia de que las deficiencias de educación primaria y secundaria no se han reparado durante años de estudios de pregrado.

El nivel de resultados académicos de los estudiantes blancos no es nada del otro mundo. Sólo el 25 por ciento de los estudiantes blancos graduados de secundaria que tomaron el ACT de 2011 reunió los puntos indicadores de aptitud para la educación superior, en todas las materias que éste examina. Sólo el 4 por ciento de los estudiantes negros estaba preparado para la universidad en todas las asignaturas, de acuerdo con sus puntuaciones en el examen ACT.

La elevada tasa de fracaso escolar entre los negros significa una de dos cosas. O bien los estudiantes negros no pueden aprender o las escuelas primarias y secundarias, las elecciones de los padres, las actitudes de los estudiantes negros y los valores culturales en materia de educación, no conducen hacia lo que necesitan los jóvenes negros para lograr la excelencia académica. Al admitir los colegios a estudiantes negros de bajo rendimiento están encubriendo, fomentando y perpetuando los daños educativos hechos a estos jóvenes en su educación temprana.

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