George Washington Carver transformó la economía del Sur al aplicar la verdad bíblica

Stephen McDowell | February 24, 2017

(providencefoundation.com) – George W. Carver nació en la esclavitud justo antes del fin de la Guerra Civil. Su madre era una esclava, pero después de la Emancipación se quedó en Missouri con la familia a la que le había pertenecido. George y su madre fueron arrebatados a la familia Carver por merodeadores, cuando él era apenas un bebé. Mose Carver le ofreció 40 acres y un caballo (porque no tenía dinero) a un hombre para que hallara a la madre y el hijo. Rescató a George, pero no pudo encontrar a la madre. George, por lo tanto, creció en la granja Carver, pero en relativa pobreza.

De niño le gustaban los bosques y las plantas y las cosas relacionadas con la botánica. Era un observador agudo de la naturaleza y siempre hacía preguntas. También le gustaba emplear sus manos. Alrededor de los diez años abandonó la granja y se abrió paso por la escuela secundaria. Cuando fue un joven trabajó duro y ahorró dinero para asistir a cierto colegio, pero no le permitieron entrar. Un matrimonio le ayudó a asistir a una escuela de Arte, pero descubrió que no había trabajo para un artista. Al final pudo estudiar su primer amor: la agricultura.

Después que obtuvo su título universitario, Carver fue invitado por Booker T. Washington  a dar clases en su recién formado Instituto Tuskegee en Alabama. Su trabajo, mientras estuvo allí, transformó la economía del Sur y afectó también a muchas naciones.

Carver se levantaba cada mañana a las 4:00 AM, leía la Biblia y buscaba la guía de Dios con relación a lo que quería que él hiciera. Hacia el fin de su vida Carver recalcaba: «¿El secreto de mi éxito? Es sencillo. Se halla en la Biblia: “Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas”». [1]

Una cosa sobre la que Carver buscó el consejo de Dios fue cómo mejorar la economía de la parte sudoriental de los Estados Unidos. La siembra continua de algodón había agotado los suelos, y la invasión del gorgojo del algodón estaba destruyendo una buena parte de la cosecha del mismo.

Su biógrafo Rackham Holt escribió: «Él creía con devoción que una relación personal con el Creador de todas las cosas era el único fundamento de una vida abundante. El contaba una pequeña historia en la cual relataba su experiencia:

Le pregunté al Gran Creador para qué estaba hecho el Universo

«Pregunta otra cosa que esté más de acuerdo con esa pequeña mente tuya» – me respondió.

«¿Para qué fue creado el hombre?»

«Hombrecito, todavía quieres saber demasiado. Reduce el alcance de tu pregunta y mejora tu intención»

»Entonces le dije al Creador que quería saberlo todo acerca del maní. Me replicó que mi mente era demasiado pequeña para saberlo todo respecto al maní, pero me dijo que me iba a dar un puñado de maní. Y Dios dijo:”Mira, te he dado toda hierba que lleva semilla, que está sobre la faz de la tierra,,,  a ti te será por comida… te he dado toda hierba verde por comida” y así fue.

»Llevé los maníes a mi laboratorio y el Creador me dijo que los pusiera aparte y los descompusiera en sus elementos. Con el conocimiento que yo tenía de Química y Física puse manos a la obra para descomponerlos.. Separé el agua, las grasas, los aceites, las gomas, las resinas, los azúcares, almidones, peptosas, pentosanos, aminoácidos. ¡Ya está! Tenía todas las partes de los maníes colocadas ante mí.» [2]

La historia de Carver nos enseña la importancia de prepararnos para llevar a cabo el plan de Dios para nuestras vidas. Carver había trabajado duro para perfeccionar sus conocimientos de Química. En consecuencia, Dios pudo responder la pregunta que Carver le había hecho. Dios no podría revelarme la respuesta a esa pregunta a mí en el día de hoy; yo necesitaría mucha preparación antes de estar en condiciones de entenderla y obrar según la respuesta. Una preparación diligente es vital para comprender y cumplir nuestro llamado Dios no puede responder muchas de nuestras preguntas ni conducirnos hacia nuestro propósito providencial porque no hemos aprendido lo suficiente ni nos hemos preparado adecuadamente para escuchar y entender lo que Él pueda decirnos. Es importante aprender esta lección. Para continuar con la historia de Carver, él nos dice:

Lo miré y Él me miró: «Ahora sabes lo que es el maní».

«¿Para qué hiciste el maní?»

El Creador dijo: «Te he dado tres leyes, que son: compatibilidad, temperatura y presión. Todo lo que tienes que hacer es tomar esos elementos constituyentes, ponerlos juntos observando esas leyes y te mostraré para qué hice al maní».

Por tanto, seguí probando diferentes combinaciones de las partes bajo distintas condiciones de temperatura y presión y el resultado es lo que ven. [3]

Los resultados: Carver descubrió más de 300 usos para el maní. Los alimentos incluyeron nueces, sopa, una docena de bebidas, encurtidos mixtos, salsas, harina, café instantáneo y en polvo. Otros artículos incluyeron: pomada, blanqueador, removedor de bronceado, relleno de madera, polvo de lavar, pulimento de metales, papel, tinta, plásticos, crema de afeitar, aceite para fricciones, linóleo, champú, grasa de carreta, goma sintética.

Produjo leche que no se cortaba cuando la cocían, ni cuando le añadían ácidos. De esa leche se podían preparar una crema y un queso duraderos. «Esa leche demostró que verdaderamente podía salvar vidas en el Congo belga. Allí no se podía criar vacas, a causa de los leopardos y las moscas, así que, cuando una madre moría, a su bebé lo enterraban con ella, no había nada con qué alimentarlo. Ls misineros les dieron a los niños la leche de maní y estos prosperaron». [4]

George trabajó con muchas otras plantas y artículos. Hizo 107 productos a partir del boniato; hizo mármol sintético del aserrín y cartones de muchas plantas del Sur.

Por su trabajo, Carver recibió muchos premios y fue el asesor de muchos líderes mundiales, incluyendo al presidente Franklin Roosevelt, Mahatma Gandhi y Thomas Edison. Durante todo su trabajo nunca dejó de reconocer a Dios. En 1921, cuando testificaba ante un comité del Congreso, el presidente le preguntó:

«Dr. Carver, ¿cómo aprendió usted todas esas cosas?»

Carver respondió: «De un libro antiguo».

«¿Qué libro?» – le preguntó el Senador.

Carver respondió: «La Biblia».

El Senador inquirió: «La Biblia habla del maní?»

«No señor» -replicó Carver- «pero habla del Dios que hizo al maní. Yo le pedí que me mostrara qué hacer con el maní y él lo hizo». [5]

Carver buscaba la guía divina y veía a Dios como el revelador de la verdad. Dijo:

Yo no descubro nada en mi laboratorio. Si hubiera venido aquí solo, estaría perdido Pero puedo hacer todas las cosas por medio de Cristo. Yo soy un siervo de Dios, Su agente, porque aquí Dios y yo estamos solos. Yo soy solo el instrumento por medio del cual Él habla y yo podría hacer más si estuviera en un contacto más cercano con Él. Con mis oraciones yo mezclo mi trabajo, y a veces a Dios le place bendecir los resultados. [6]

Él conocía su propósito en la vida: «Mi único propósito debe ser el propósito de Dios: aumentar el bienestar y la felicidad de Su pueblo». [7] El servicio a Dios, no la fama ni el dinero, era su motivación primaria. De hecho, Edison le ofreció un trabajo con un sueldo de seis cifras al año, una fortuna para aquellos tiempos, pero él lo rechazó para poder continuar con su trabajo agrícola en su laboratorio, al que él llamada «el tallercito de Dios». «George Washington Carver trabajó por las riquezas de Dios en vez de por el dinero de este mundo». [8]

Carver ayudó a transformar la economía del Sur e influyó en la agricultura del mundo entero. Carver tuvo que vencer todo tipo de obstáculos para cumplir con su destino (solo unos pocos se han mencionado aquí). En todo esto él perseveró, trabajó duro y persiguió los deseos de su corazón. Tuvo un gran impacto en mucha gente, en la agricultura y en toda la economía.

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[1] William J. Federer, America’s God and Country, Coppell, Texas: FAME Publishing, Inc., 1994, p. 98.

[2] Rackham Holt, George Washington Carver, An American Biography, Garden City, Nueva York: Doubleday, Doran, & Co., Inc., 1943, pp. 226-227.

[3] Ibid., p. 227.

[4] Ibid., p. 229.

[5] Charles E. Jones, The Books You Read, Harrisburg, Pennsylvania: Executive Books, 1985, p. 132. Citado en Federer, p. 96.

[6] Holt, p. 220.

[7] Federer, p. 97.

[8] James Manship, “George Washington Carver,” Notas de discursos, 1998.

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