Hablemos acerca de tu ciudadanía

Ramon Arias | 8 de julio de 2013

¿Por qué es importante hablar acerca de tu ciudadanía? ¿Qué no un ciudadano es una persona que ha nacido en una nación o que se ha nacionalizado? La primera pregunta exige otras preguntas: ¿Consideras que tienes una excelente comprensión acerca de tu ciudadanía? ¿Acaso se les trata a todos los ciudadanos con la misma dignidad, derechos y privilegios de acuerdo a la ley? Aquí es donde el verdadero problema comienza puesto que la ley debe ser definida, y los hombres cambian las leyes de derecho de acuerdo a los tiempos y la tendencia de la cultura. La gente sigue estas tendencias sin tener en cuenta si la historia revela que son caminos equivocados. La ley que está vigente hoy puede cambiar mañana. Algo que se considera bueno hoy puede considerarse como algo malo mañana.

Considera el caos que está sucediendo en Egipto. Todos los egipcios son ciudadanos de un mismo país, pero no todos son tratados de la misma manera. Los cristianos son el 10% de la población, y el 90% son musulmanes. Los musulmanes están fragmentados en diferentes denominaciones. Por primera vez en su historia, los egipcios tuvieron elecciones democráticas. Los ganadores fueron los del Muslim Brotherhood [Hermandad Musulmana] un grupo minoritario que en algún tiempo fueron perseguidos por su gobierno. Inmediatamente implementaron una transformación fundamental hacia una constitución islámica. ¿Estaban todos felices por ello? De ninguna manera porque la mayoría de los musulmanes y los cristianos inmediatamente vieron la erosión de sus derechos como ciudadanos. El resto es historia, ya sabes lo que pasó. La democracia no puede funcionar puesto que necesita a la mayoría y si la mayoría está mal, así estará el resto de la nación. Los egipcios han sufrido durante miles de años. ¡Qué bueno que son ciudadanos! Lo mismo se puede decir de Siria, el resto del Medio Oriente y el mundo.

¿Qué de los ciudadanos de estos Estados Unidos de Norteamérica? ¿Entienden lo que es la ciudadanía? Cada vez más las personas se están dando cuenta que el significado de la ciudadanía se está perdiendo junto con los derechos y las libertades. Esto no es una sorpresa si entendemos los miles de años de historia humana y la vemos con una mente abierta, incluyendo lo que ha sucedido en este país antes y después de que se convirtió en el primer experimento de gobierno sin una monarquía. ¿Ha funcionado? ¿Qué piensas tú?

Cuando los patriotas de 1776 declararon su independencia de la corona de Inglaterra, eran una minoría. En ese tiempo había 3 millones de personas que vivían en las colonias y la Declaración de Independencia los fragmentó en diferentes grupos. Estaban divididos entre los patriotas, los leales a la corona inglesa y los neutrales. Aún cuando se convirtieron en una nación, seguían fragmentados, sin embargo definieron lo que era una ciudadanía a excepción de una clase dentro de la población, los negros. No fue un gran comienzo para la unidad de la nación, cuando algunas de las colonias querían liberar a los esclavos y otros se negaban a ser parte de la unión si esto entraba en vigor. ¿Qué pasó con la declaración de que todos los hombres son creados iguales? El comprometer los buenos principios nunca ha sido bueno, es un paraíso falso para los que constantemente son perdedores y siempre terminan en desastre.

La guerra entre los estados, (1861-1865), es un buen ejemplo de cómo los individuos no entienden cuál es la mejor manera de resolver los problemas nacionales. ¿Acaso mejoró la situación para la comunidad negra? La respuesta es no, sin embargo, entre 600,000 y 700,000 personas perdieron la vida durante esa guerra. El gobierno federal se hizo más fuerte, más centralizado y, en su mayoría, la Constitución se hizo irrelevante. Nos recordó de nuevo que un ciudadano sólo puede tener el valor que el poder determine, ya sea del gobierno civil, el gobierno religioso o cualquier otro gobierno materialista humano.

¿Se debe despreciar una ciudadanía? ¿Sería una persona es inútil o irrelevante? Sin lugar a dudas, ninguna ciudadanía será válida si no somos capaces de entender que todas las personas somos creados iguales de acuerdo a la verdad de Dios revelada en la Biblia. Nuestra guía para una verdadera ciudadanía es la ley moral de Dios. Los hombres no pueden sustituirla ni modificarla sin graves consecuencias sociales.

Consideremos al apóstol Pablo (Hechos 9). Antes de su encuentro con Cristo, Pablo perseguía furiosamente a los cristianos. No le importaba si se trataba de ciudadanos judíos de Israel, si eran discípulos de Jesucristo eso era suficiente para él y para los líderes judíos para perseguir, encarcelar y matarlos.

Una vez que Pablo entendió por experiencia personal que Jesucristo estaba vivo y es el Soberano de toda la creación y de las naciones, se convirtió en un discípulo ardiente proclamando la verdad del Reino de Dios aquí en la tierra. En el momento que los judíos querían apoderarse de Pablo para maltratarlo y matarlo, el ejército romano intervino y le iban a dar latigazos. Pero Pablo le dijo al centurión que era un ciudadano romano, y no podía ser condenado sin un juicio ante un tribunal (Hechos 22:24-29). Se le preguntó a Pablo si quería ser juzgado en Jerusalén, él se negó y apeló al César, y al César fue enviado (Hechos 25:9-12). Nerón era el César de Roma y no simpatizaba con los discípulos de Cristo, que estaban creciendo en número. Sin darle un juicio, sentenció Pablo a la muerte, y Pablo fue decapitado.

Pablo fue uno de los discípulos más grandes de Jesucristo a principios del primer siglo. Él utilizó su ciudadanía romana a su favor. A pesar de que era un judío, quería derrotar a los líderes judíos y demostrar que estaban equivocados. Su apelación al emperador romano fue una acción no por miedo, sino por sabiduría. Sabía que su verdadera ciudadanía provenía del cielo. Entendía que esa nacionalidad celestial demanda que seamos instrumentos de cambio social-cultural bajo el gobierno inmutable de Dios en la tierra como en el cielo.

En una de sus cartas a los Filipenses, Pablo afirmó: «Mas nuestra ciudadanía está en los cielos…» (3:20). Una vez que esta realidad se entiende, los verdaderos seguidores de Cristo saben que sólo son peregrinos en este mundo y deben hacer todo lo posible para lograr cambios precisos en la sociedad de acuerdo a la perspectiva bíblica en todas las áreas del desarrollo humano, no sólo en Estados Unidos de Norteamérica, sino en todas las naciones conforme Dios nos llama a involucrarnos.

Nuestra excepcionalidad viene de ser ciudadanos del cielo. Debemos de manifestar Su fruto en la tierra no menos de lo que Jesús y todos Sus seguidores lo han hecho en el pasado, lo siguen haciendo en el presente y lo harán en el futuro. ¡Pongamos nuestra ciudadanía dentro de la perspectiva correcta y estemos contentos de ser parte de este gran honor!

“Así que ahora ustedes, los gentiles, ya no son unos desconocidos ni extranjeros. Son ciudadanos junto con todo el pueblo santo de Dios. Son miembros de la familia de Dios”. (Efesios 2:19)

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