La Corte Suprema se enfrasca en una batalla legal sobre la identidad sexual y el propósito de los baños

Matt Sharp | 30 de octubre de 2016

 

(The Daily Signal) — ¿Por qué consideramos privados a nuestros baños y cambiadores? Todos los días, cada uno de nosotros realiza una gama de funciones vitales necesarias delante de personas extrañas. Comemos en restaurantes públicos, trabajamos en oficinas públicas y, como sabe cualquiera que se haya quedado al garete en un aeropuerto, incluso dormimos en público. No se pasa vergüenza ni embarazo al realizar esas actividades delante de perfectos extraños. 

Ahora, cuando se trata de actividades que implican cierta medida de desnudez, nos damos cuenta que la mayoría de las personas no se sienten cómodas al realizarlas en público, y en especial en presencia de miembros del sexo opuesto. 

Así que, como sociedad, separamos distintas áreas — baños, vestidores, duchas, cambiadores — para que los individuos realicen esas actividades íntimas. En otras palabras: las instalaciones privadas existen porque la privacidad tiene importancia. 

Sin embargo, de acuerdo con el Gobierno federal y los activistas LGBT, la función primaria de las instalaciones privadas no es la privacidad; es la afirmación de la identidad sexual de una persona 

Y ahora la Corte Suprema de los Estados Unidos escuchará un caso procedente de Virginia que está relacionado con eso. 

En diciembre de 2014, la Junta Escolar del Condado de Gloucester tomó lo que debía haber sido una decisión incontrovertida. En respuesta a una solicitud de usar el baño de los varones por parte de una estudiante que afirmaba ser un varón, la junta escolar adoptó una política que decía que los baños de muchachas y de varones debían ser usados solamente por estudiantes del sexo designado. 

Adicionalmente, la junta escolar puso varios baños de un solo servicio sanitario a disposición de cualquiera, incluyendo a la estudiante que se describía como transexual, que se sintiera incómodo al usar las instalaciones comunales de la Escuela Secundaria Gloucester. 

Aparte de eso, la junta le permitió a la estudiante Gavin Grimm, que viviera como un varón, se vistiera como un varón y usara nombre y pronombres masculinos. Al ofrecer todas esas concesiones, el distrito escolar garantizaba que a Grimm se le iba a conceder privacidad, sea que decidiera usar los baños sencillos o los baños comunes femeninos con las demás estudiantes del sexo femenino. 

Pero Grimm, de 17 años, rechazó esta solución. Apoyándose en una instrucción del Departamento de Educación de los EE. UU. que durante varios años había estado forzando la idea de que las escuelas debían tratar a los alumnos según su identidad sexual, Grimm demandó al distrito escolar. 

La demanda alega que, bajo el Título IX federal y sus regulaciones, la escuela debe afirmar la identidad sexual masculina de Grimm al permitirle usar los baños de los muchachos. 

La demanda recibió un apoyo inmediato de los Departamentos de Educación y Justicia, que al final emitieron la ya ahora infame carta «Querido Colega», en mayo de 2016. En ella, los Departamentos amenazaban con retirar los fondos federales de toda escuela que no empleara sus taquillas, duchas, baños e incluso alojamientos nocturnos durante las excursiones escolares, para afirmar la identidad sexual de los estudiantes. 

La junta de la escuela de Gloucester resistió con valentía el poder completo del Gobierno federal, reconociendo que el cumplir con las demandas de Grimm iba a violar los derechos constitucionales a la privacidad de los demás estudiantes, a quienes la junta tenía el deber de proteger. 

Aunque la junta ganó en la corte inferior, la Corte de Apelaciones del 4º Distrito revirtió la decisión y  halló que la reinterpretación del Título IX y sus regulaciones por parte del Gobierno tenían preferencia. 

Bajo esta reinterpretación, una ley que permita a las escuelas a mantener taquillas y baños separados en base al sexo se convierte en una ley que ordena a las escuelas a abrir esas instalaciones para cualquiera que afirme que es de un sexo determinado. 

La junta escolar inmediatamente le solicitó a la Corte Suprema que revisara el caso. 

El viernes, el alto tribunal aceptó el caso, y las implicaciones de su futuro fallo con toda probabilidad que serán históricas y afectarán a millones de escolares en todo el país. 

Dos aspectos de este caso son dignos de mencionar. Primero: la Corte Suprema había emitido previamente un aplazamiento que permitía a la junta escolar mantener su política de proteger la privacidad de los estudiantes en las instalaciones comunales. El aplazamiento, que sigue en efecto, reconoce que habría perjuicios irreparables si se obligara a los estudiantes a compartir los cuartos de vestir y servicios sanitarios con el sexo opuesto. 

Segundo: la corte declinó dictaminar si la «Deferencia Auer» —la doctrina legal en la que se basaba el Gobierno federal para decir que su guía voluntaria para interpretar el Título IX tenía fuerza de ley— debía ser revocada. En vez de eso, la corte examinará si la interpretación en sí misma es consistente con el Título IX y debe dársele preferencia. 

Como resultado, las implicaciones para la privacidad que tienen las acciones ilegales del Gobierno federal es probable que jueguen un papel prominente en el caso. 

Queda claro que la interpretación de Título IX por parte del Gobierno federal no tiene base en la ley, bien sea que uno mire al texto del Título IX y sus regulaciones (que autorizan a las escuelas y colegios a mantener dormitorios , taquillas y baños separados en base al sexo); a la historia legislativa de la ley (en la que las preocupaciones sobre la privacidad y la seguridad fueron  resueltas al permitir instalaciones para sexos específicos) o las decisiones subsiguientes de las cortes que interpretaron la ley (cuya abrumadora mayoría rechazó la afirmación de que el Título IX se extendía a la identidad de género  ni exigía que las escuelas apoyaran el sexo que un estudiante decía sentir). 

Ciertamente, cuando uno indaga el propósito del Título IX, se hace evidente que el Congreso buscaba aapoyar la igualdad de las mujeres al garantizarles un acceso igual a las oportunidades educacionales. 

El sexo de uno es irrelevante en el aula o el laboratorio de ciencias. Pero al reconocer que era permisible disponer de instalaciones para sexos específicos cuando la privacidad lo requería, el Congreso transmitió que a las mujeres no se les negaba el ser igual a los hombres ni el poseer iguales oportunidades educacionales, reconociendo por sentido común sus diferencias  biológicas y la necesidad de privacidad que necesitaban esas diferencias. 

Lo mismo es válido en el caso del Condado Gloucester. La junta escolar ha mostrado una compasión increíble y una deferencia hacia Gavin Grimm. No obstante, Grimm y el Gobierno federal no están buscando privacidad ni iguales oportunidades educacionales.; Grimm está recibiendo ambas cosas. En vez de eso, ellos están exigiendo que se reafirme la decisión de Grimm de identificarse como varón. 

Ahora bien, las taquillas y los baños no son para reafirmar nada; son para la privacidad. Las escuelas deben seguir siendo capaces de colocar la privacidad de sus estudiantes por encima de las agendas políticas.

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