La historia de Betty

Por fin, el síndrome del stress post-aborto desenmascarado

Me he hecho tres abortos. Cada uno de ellos ha sido traumático. El primero, en 1969; el segundo, en 1978, y el tercero en 1987. Lamento seriamente cada uno de ellos con cada fibra de mi ser. ¿Por qué?

Bueno, estoy agradecida por que ustedes hayan sido guiadas hasta este sitio web, pues deseo explicar, de la mejor forma que sé, por qué lamento los tres abortos.

Cada aborto contribuyó a una mala salud mental y emocional y, por último, a 17 años de mala salud física. Las experiencias de aborto también afectaron mis relaciones matrimoniales. He tenido tres divorcios.

He aquí mi historia: Yo estaba sexualmente activa con mi novio en 1969. Cuando salí embarazada, recordé lo que me había dicho una muchacha: «Oye, si sales embarazada, te haces un aborto». Era lo que se hacía en California del Norte en aquellos tiempos. En 1963 había caído de lleno en la revolución sexual. Había una actitud en la sociedad de «si te sientes bien, hazlo» y, por supuesto, el aborto era legal. Había una actitud «anti-estáblishment», anti-autoridad, en los lugares oscuros de nuestra sociedad cansada de la guerra. A Dios ya no se le permitía la entrada a nuestras escuelas cuando yo tenía 13 años (1963). El mensaje de «amor libre», «hijos del amor», «cansado de fiestear», «hijos de las flores», no me ayudó en lo absoluto. Todo lo antes mencionado fue una historia sin salida. Fue la «generación del yo».

Yo era adicta a estar enamorada, y tenía sed de las atenciones de un hombre. No eran las drogas ni el alcohol, sólo el amor verdadero de un hombre era el centro de la atención de mi vida. 

Después de mi aborto me casé con el hombre que me había dejado embarazada y me divorcié seis años más tarde. Para ese entonces me preguntaba: ¿qué es realmente eso que llaman AMOR? Yo era muy insegura, y mi autoestima casi cero, así que estaba madura para Planificación Familiar [Planned Parenthood].

Me convencieron de que mi bebé era una «masa de tejido» y que el procedimiento era llamado D&C. Eso quería decir «desempolvado y cura» [en realidad: «dilatación y curetaje»]. Así de sencillo; nada del otro mundo. La experiencia fue una estancia horrible de 2 días en un hospital del condado y todavía tengo recuerdos fugaces cuando estoy en un baño, en la oficina de un médico o en un elevador, con una luz fluorescente sobre mi cabeza. 

La segunda experiencia de aborto no fue mejor. Yo estaba muy asustada e indispuesta. Todo terminó en quince minutos. Mi novio, que había querido casarse conmigo y tener un bebé, me llevó a casa y nunca más lo vi. El temor y la cólera se convirtieron en un rasgo permanente de mi psiquis. Esta vez, el personal de Planificación Familiar, que supuestamente velaba por mis mejores intereses, me dijo que cuando viera al psicólogo del hospital me comportara como si fuera mentalmente incompetente para sobrellevar la preñez. Tenía que llorar mucho, y entonces probablemente me dieran el aborto. En ese momento yo todavía pensaba que mi bebé era una «masa de tejido». Recuerden: en lo único que pensaba era EN MÍ y en aquel «problema» que estaba en mi útero. En ese punto ya no había vuelta atrás; quería salir del problema. El hombre que yo amaba se había ido. Por supuesto que yo estaba devastada. Más tarde supe que era un hombre de esos que dicen de la mujeres: «las amas y las dejas».

El tercer aborto fue increíblemente duro para mi psiquis. Para ese entonces era una cristiana, pero todavía estaba decidida a hallar al hombre que pudiera hacerse cargo de mí (y de mis tres hijos). Fui a una cita, mirando la TV en su casa. Miramos La historia sin fin  (¡qué irónico!). Su niñita y mi niñito se habían quedado dormidos en el piso. Yo me recosté en el sofá de este hombre, muy cansada.  (Me había dado fibromialgia y fatiga crónica en aquel tiempo.) Para hacer la historia breve, mi psicólogo me dijo después que aquello era violación durante la cita. 

¡OK! Ahora estaba embarazada, ¿qué iba a hacer? Al principio este hombre negó su responsabilidad, pero en una conversación subsiguiente estuvo de acuerdo en pagar la mitad del aborto. La Clínica de Salud de la Mujer (el cartel debía haber dicho «clínica insalubre») quedaba justo al otro lado de la carretera frente a mi casa. ¡Qué conveniente! ¡Me alegra mucho decirles que esta clínica ya no está ahí!

El abortista me puso una inyección de algo y me mandó a casa. ¡Sentí a mi bebé morirse toda la noche! Contracciones y más contracciones y después contracciones violentas durante 8 horas seguidas. Cuando regresé al otro día, me sedaron y me hicieron la D&C. Mi bebé estaba muerto.

Después de 17 años de padecer de ansiedad, autoestima baja, dolor físico y de sufrir una miríada de síntomas que incluían ataques de pánico, pérdida de la memoria a corto término, obnubilación mental, fatiga extenuante, sueños rotos, depresión suicida y soledad como de reclusa, todavía hoy me estoy recuperando.

Para ilustrar la gracia de Dios: Descubrí que, desde el momento en que entré al Centro de Crisis de Embarazo para buscar orientación financiera en 1987, hasta que volví al mismo Centro en 1994 en busca de consejería post-aborto habían pasado exactamente siete años. A veces fueron días de depresión suicida. Por mi vida que no supe la razón por la cual estaba deprimida hasta que no pasé por el programa PACE. Entonces comprendí finalmente por qué.

Siete años más tarde fui aún más libre cuando se cumplió la profecía que había recibido de mi pastor. Yo había estado en una condición como de capullo, siempre temerosa de la gente, incluso en la iglesia. Como dijo el mensaje de la profecía, ninguna persona me sacó de eso; simplemente sucedió. Dos días antes de la profecía sentí un impulso de comprar aquel hermoso alfiler plateado con una mariposa ¡que titilaba y aleteaba!

Doy gracias a nuestro querido Señor por la campaña «No Más Silencio»  [«Silent No More»] y por la Viña de Raquel [Rachel’s Vineyard]. Estoy muy impresionada con lo que he visto y sigo viendo en el programa del Padre Pavone en EWTN. Sé que mi Jonathan, Amy y Chelsea están con Jesús. Nunca más van a sufrir.

Yo clamé como lo hizo David en el Salmo 51:«Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad,  y límpiame de mi pecado. 10 Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí. 12 Vuélveme el gozo de tu salvación, y espíritu noble me sustente. 17 Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado.»

Que Dios bendiga a todas mis hermanas y a sus hombres que han atravesado por la experiencia del aborto, y que puedan hallar la misericordia y la paz de Dios. Que el aborto legalizado se convierta en apenas un recuerdo oscuro y lejano del PASADO.

Betty