Veintitrés años atrás cometí un error que me cambió la vida. Decidí hacerme un aborto porque sentí que el estigma de tener un bebé concebido a través de un acto de violencia, sería para mí una vergüenza como mujer soltera. Yo fui violada por un hombre que era activo en la iglesia. Decidí hacerme un aborto porque no veía otras opciones. Tenía un trabajo en el sector público, era muy activa en la iglesia y en mi comunidad y sentí que las circunstancias de mi embarazo nunca hubieran sido entendidas. Tenía miedo, así que elegí deshacerme del niño.
Mi doctor programó para mí un legrado por dilatación. Fue realizado en el hospital como un procedimiento ambulatorio. No recuerdo si me sentía cómoda, pero sí me sentía abusada. Abusada porque habían dos víctimas de la violación: mi bebé y yo. Lo único que sobresale claramente en mi mente es que le dije al doctor «Sácame esa cosa de adentro y vamos a acabar de una vez». Me sentí avergonzada de estar en esa situación y una parte de mí quería morir con el niño.
Durante 18 años coloqué todo en los rincones más lejanos de mi mente. Para ayudarme a mantenerlo todo ahí, me volví hacia el alcohol y las drogas. Me involucré en relaciones abusivas (algunas de corta duración, una de largo término y otras de una sola noche). Las drogas me ayudaban a permanecer insensible. No quería sentir nada, pero sí quería ser capaz de tener una relación sexual «normal» sin tener que lidiar con recuerdos de la violación. Las drogas y el alcohol me permitían hacerlo.
Cuando me «desintoxiqué», los recuerdos postraumáticos y las pesadillas regresaron: primero con recuerdos de la violación y del abuso que tuvo lugar mientras estaba en adicción activa, así como algunos abusos de mi infancia y adolescencia temprana. He cometido varios intentos de suicidio. Me he autoinfligido. He realizado dos viajes a dos clínicas psiquiátricas diferentes: ambas veces a causa del trauma sufrido por la violación. El último fue hace tres años, cuando fui diagnosticada con Trastorno de Identidad Disociativo (formalmente desorden de personalidad múltiple). También sufro síntomas de Trastorno por Estrés Postraumático (TEPT), ansiedad, depresión, Trastorno por Déficit de Atención Adulta, así como algunos problemas físicos que afectan mi sistema inmunológico. Soy el prototipo de chica con baja autoestima.
Fue sólo después que decidí unirme a la Iglesia Católica en el 2004 que supe iba a necesitar abordar la cuestión del embarazo abortado. Antes de que comenzara el programa del RICA (Rito de Iniciación Cristiana), hablé con un sacerdote y le conté sobre el aborto. Él me dijo que le asignara al niño un sexo, un nombre y le pidiera perdón. Hice todo lo que me dijo. El niño siempre sentí que habría sido una hembra y la nombré María. Desde ese día, he estado pidiendo su perdón todos los días.
Veintitrés años es mucho tiempo para llevar el peso de la vergüenza y la culpa. Sin embargo, por la gracia de Dios, he recibido un buen asesoramiento y he podido aprender a manejar estas dificultades, y a aceptar que la violación no fue mi culpa.
En junio de 2005, asistí a mi primera misa pro-vida que fue patrocinada por mi diócesis. Fue una misa maravillosa; nuestro obispo fue el oficiante y encabezó una marcha a una clínica de aborto cercana, donde rezamos un rosario por la vida. Después, tuve la oportunidad de hablar con el obispo Rhodes y le dije que yo era post-aborto. Él me dio una bendición y me dijo que usara eso como parte del proceso de curación. Me ha tomado mucho tiempo involucrarme, pero recientemente fui propuesta presidenta del Consejo Pro-Vida de Mujeres Católicas de mi parroquia. Yo acepté con entusiasmo. Lo he visto como una herramienta en el proceso de curación; lo que me permite devolverle la vida a mi hijo, a través de las vidas de otros niños. Hasta ahora he sido y soy, una defensora de las víctimas de abuso sexual. Ahora me gustaría extender esa defensa a los no nacidos. He encontrado que cuando abogo por una causa, esto enriquece mucho más el proceso de sanidad.
Otra parte de mi sanidad ha llegado a partir del programa televisivo «Defendiendo la Vida» en EWTN (Eternal Word Television Network). El ministerio que realiza Sacerdotes por la Vida ha sido muy importante para mí. Ha tenido un impacto en mi curación a partir de la manera en que me ha mostrado dónde encontrar las herramientas para ayudar a la mujer, hombre o pareja post-aborto. Mi objetivo para el próximo año es experimentar un retiro en el Viñedo de Raquel. Todavía tengo mucha sanidad pendiente, pero sé que con mucha oración y el apoyo de mi familia y amigos, encontraré algún día la verdadera paz dentro de mí.
La cosa más importante que me gustaría contarles sobre el aborto es que hay otras opciones. Es mejor entregar al niño en adopción para alguna de las muchas personas que anhelan ser padres. Además, actualmente hay más aceptación en la sociedad para las familias monoparentales.