La historia de Jennifer O’Neill

Jennifer O’Neill
Tennessee, Estados Unidos

 

* La propuesta de matrimonio de Craig y nuestro compromiso me dio la sensación de ser respetada y junto con eso vino una seguridad emocional que me liberó de la oscura desconfianza que me había perseguido con relación a los hombres. Inclusive cuando el matrimonio quedó en suspenso hasta que su divorcio concluyera, yo estaba satisfecha sólo con saber que sus intenciones eran de por vida. En cuanto a tener un hijo juntos, le había dejado claro a Craig desde que nos involucramos por primera vez, que debido a mis problemas de salud recurrentes y a la extracción del tumor en mi seno unos años antes, no podía tomar ningún tipo de píldora anticonceptiva (todos los métodos tenían efectos secundarios o implicaban un peligro para mí). Él estaba muy consciente de lo mucho que yo deseaba tener otro hijo, por lo tanto, quedó claro que la contracepción sería su responsabilidad.   

Y así fue.

Después de su propuesta, nos fue mejor que nunca juntos, Craig no tomó ninguna precaución para evitar el embarazo. Hablé con mi terapeuta acerca del nuevo comportamiento de mi prometido, y el médico sugirió que a veces cuando las personas quieren algo pero no desean admitirlo, sus acciones pueden llevarlos a obtener el deseo reprimido. ¡Si ese era el caso de Craig, entonces quería decir que realmente él quería tener todo conmigo: matrimonio e hijos! Este pensamiento me llenó de esperanzas y cuando descubrí que estaba embarazada, me puse eufórica. Confirmé la buena noticia con mi ginecólogo e inclusive le pedí que escribiera una nota en su propio papel de oficina explicando que mi fecha de parto sería en la primavera, para sorprender a Craig con la buena noticia. Tomé un taxi rápidamente y me encontré con él en su oficina.

Puse la nota del doctor en su escritorio, apenas podía contener mi sonrisa mientras esperaba la respuesta de Craig – pero cuando levantó la vista no reconocí la expresión en su rostro. ¿Quién es esta persona delante de la cual estás parada? ¿Por qué revisa la carta con el ceño fruncido mientras dice estamos esperando un bebé?!  Este no puede ser el hombre que tú amas, Jennifer. El hombre que te pidió que te casaras con él… QUE PASA!?!

Sus palabras fueron precisas e inequívocas, sus ojos estaban fríos y sin vida, «Yo no lo quiero. No vas a tener un bebé. Vas a hacerte un aborto». 

Durante las próximas semanas mi vida fue en espiral hacia abajo hasta llegar a su punto más bajo. Al principio le dije a Craig que rechazaba absolutamente hacerme un aborto, como él había ordenado despiadadamente; estaba preparada para tener ese bebé yo sola. Con este argumento, él comenzó a quitarse las capas de su antigua personalidad simpática, mostrando cada vez menos compasión mientras buscaba el método o la amenaza adecuada para forzarme a cumplir su demanda. Aún así me mantuve firme, con la esperanza que él cedería – con la esperanza que él realmente me amaba y que amaría a nuestro bebé. Fui a pedirles consejo a mis padres, y ellos me dijeron que obedeciera sus deseos. «Después de todo», dijo mi mamá, «no vas a querer tener un bebé con un padre que lo rechaza. Craig es un buen hombre. Cásate con él, y estoy segura que después cambiará de opinión. Siempre vas a poder tener un bebé cuando llegue el momento adecuado…»

«… Además, Jennifer, ni siquiera es un bebé todavía».

Cuando todas las objeciones de Craig fallaron, sacó la artillería pesada. Sus ojos no pestañearon. Su lenguaje corporal era suficientemente aterrador, pero las palabras que escogió sellaron su amenaza con una promesa que yo sabía podía cumplir y cumpliría. «Voy a hacer todo lo que esté a mi alcance para hacerte abortar esa cosa, pero si insistes en tener a mi bebé, te prometo, en el momento que nazca, voy a quitártelo y me aseguraré que nunca más tengas nada que ver con él. Te doy mi palabra que voy a demostrar que no estás apta y que eres emocionalmente inestable. Voy a enterrarte. Me entiendes?!» 

Así supe que sus antiguas confesiones de amor pertenecían a una vida y un tiempo pasados… también supe que nadie impediría que este hombre se saliera con la suya. 

Estaba inconsolable mientras yacía en la mesa quirúrgica esperando que el doctor comenzara el procedimiento del aborto.  

Mi médico sabía lo mucho que quería tener a mi bebé, así que se ofreció a hablar con Craig en mi nombre «antes de que sea demasiado tarde para echarse atrás». Él no entendía por qué las cosas no podían solucionarse. Cuando el doctor regresó de conversar con Craig en su oficina, su expresión era sombría. Le tomó unos segundos encontrar las palabras adecuadas para decirme que lo sentía, pero que nunca había conocido alguien tan inconmovible en su decisión de abortar como Craig.

Entonces la vida que estaba creciendo dentro de mí fue destrozada, mientras yo miraba cómo era aspirada fuera de mi cuerpo por un tubo y tirada en la basura.

En 1974 me dijeron que mi embarazo era sólo una masa de tejido en mi útero, con mis tres meses de gestación. «Abortar es como tener una menstruación abundante, eso es todo». «No es realmente un bebé o una persona». «Es sólo un error, un inconveniente». «Ya hay demasiada gente en el mundo». «Nadie tiene responsabilidad moral con una masa de tejido». «Es sólo una entidad microscópica sin nombre o rostro». «No es nadie».

Mi ignorancia sobre estas declaraciones fue una pobre, pero certera excusa, en aquel tiempo. A pesar de toda la presión abrumadora de Craig, fui patética en mi incapacidad para enfrentarme a los argumentos de otra persona, sin importar cuán poderoso era. En pocas palabras, cedí ante el miedo. Yo no sabía dónde encontrar la fuerza para defender a mi bebé o a mi corazón. En el fondo sabía que el aborto estaba mal, inclusive cuando todos decían que era moral y legal. Me odié a mí misma, sin dudas. Me odié a mí misma de una manera de la que sabía no me recuperaría.

Y nada fue comprendido, llorado o sanado.

 Después del procedimiento y de esperar durante una semana que mi relación con Craig pudiera sobrevivir semejante traición, regresé  a mi apartamento con mi hija de mi primer matrimonio. Les dije a mis agentes que estaba lista para regresar al trabajo, pero la verdad era que para todo lo que me sentía lista era para acurrucarme en un rincón y desaparecer.

Durante años, el aborto siguió siendo un lugar oscuro dentro de mí, la raíz indefinible de mi dolor, ya que sus consecuencias «no existían» de acuerdo a esos que «me ayudaban» con mis ataques de depresión, etc… Increíblemente, el aborto nunca se trajo a colación a ningún nivel por mis médicos como una posible experiencia negativa en mi vida, y mucho menos como el eje de mi dolor. La desesperación que sentí cuando me sometí al aborto no fue «nada», de acuerdo con los terapeutas, y de acuerdo con una sociedad que acepta el aborto como una respuesta legítima al embarazo. No hubo duelo para mí porque el bebé que llevaba era sólo «un amasijo de tejido», «una masa», «un grupo de células» que, en mi caso, fue rotundamente no deseado por el padre.

La sanidad, la paz y el perdón vinieron a través de Jesucristo y de Rachel’s Vineyard [el Viñedo de Raquel].   

*Los nombres han sido cambiados por privacidad.