La historia de Kate

Cayleigh Grace

Hace dos años me realicé un aborto. Algo de lo que no estoy orgullosa. Le quité la vida a mi hijo. Esto es algo con lo que tendré que vivir cada día de mi vida… no creo que exista una mujer que haya pasado por la misma experiencia traumática y que alguna vez se le olvide… no importa cuán duro trate. Puede enterrarlo por años, pero el dolor sigue ahí todavía. 

Mi dolor fluye por todo mi cuerpo una y otra vez, desde que me levanto e inclusive en mis sueños. No puedo escapar de él, nunca se irá. La única esperanza que tengo es que algún día veré a mi hija.

Tuve muchas complicaciones con mi aborto. Me administraron RU486 pero nunca me dijeron que estaba muy avanzada en mi embarazo. Dos semanas más tarde yo creía que el procedimiento había sido «médicamente consumado» y vi a mi bebé, ella nació muerta. Algo que es muy horroroso de contar hoy, inclusive para mí.

Tenía diecisiete años cuando quedé embarazada, fue poco después de graduarme de la preparatoria que supe que estaba encinta. No me había hecho un test de embarazo todavía. Sin embargo, la paz que sentía dentro de mí era indescriptible. Mi novio (que es ahora mi esposo), estaba asustado en términos financieros y emocionales. No quería crecer. Quería que me hiciera un aborto. Yo estaba devastada. Yo sabía que si tenía a mi hijo, no tendría las grandes cosas que se ofrecen en la vida. Yo trabajaba en un pequeño puesto de productos, y ganaba seis dólares la hora. Fui a la casa de mi madre, y había planificado contarle que estaba embarazada. Antes de que abriera mi boca, me dijo tranquilamente «Kate, si tienes un hijo con Caleb, nunca te voy a ayudar». Estaba devastada, dejé su casa y no regresé hasta que fue demasiado tarde… creo que el Diablo persuadió a mi madre para que dijera eso. La próxima vez que regresé mi madre se veía angustiada, ella me sentó y contó un sueño que había tenido… había soñado que yo tenía una niñita y que ella estaba llamándola. Mi madre me dijo que la había visto, que tenía el pelo largo y oscuro y estaba vestida de blanco. Se balanceaba en un columpio de árbol y reía.

Mi madre me preguntó si tenía algo que decirle. Perdí el control. Desde aquel día en la clínica perdí una parte de mi alma.

Yo sabía que mi bebé era una niñita, lo sentía dentro de mí. Inclusive le había escogido un nombre… Cayleigh Grace. Yo sólo sé que un día cuando llegue mi tiempo la veré. Hasta ese momento creo que mi llamado es ayudar a otros que estén en crisis, siempre hay otra opción.

Con frecuencia le hablo a Cayleigh, ya sea mientras manejo o mientras me ducho, ya sea una hermosa mañana o un día soleado. Amo a mi hija con todo mi corazón. Nunca estaré completa sin ella. Nunca nada llenará mi vacío. 

Mi esposo está muy cerrado con el tema, con frecuencia me calla si hablo de ella. Sé que los hombres tienen una manera diferente de mostrar sus emociones, pero estoy desesperada por intentar y ayudar a alguien.

En el amor de Cristo,

Kate