La historia de Leeann

Me presionaron

Leeann

Buenos días. Mi nombre es Leeann. Soy una sobreviviente del procedimiento más horrendo. Soy una sobreviviente de un aborto. Desafortunadamente, mi hijo, al que llamo Matthew B., no sobrevivió este procedimiento. Quiere que la historia de su madre sea contada.

Fui presionada por mi madre y mi padre para que me hiciera un aborto cuando tenía cuatro meses de embarazo. Yo no tenía ni idea de lo que era un aborto. Había quedado encinta por una aventura de una noche. Estaba asustada, y hablé con mis padres. Pensé que ellos me iban a dejar tener el bebé para entregarlo en adopción. Lo que ocurrió no fue la adopción.

Mi hijo fue quemado hasta morir en mi vientre como resultado de una inyección salina. Sentí el cuerpo de mi bebé retorciéndose en su lucha por la vida, pero en ese punto ya yo no tenía esperanza ni podía detener su muerte. Me enfermé con diarrea y calambres. Estuve de parto durante diez horas. Finalmente perdí el sentido y el bebé, mi hijo, Matthew B., fue extraído de mi cuerpo. Cuando desperté de mi aborto me dolían todas las partes de mi cuerpo. Mis pechos dejaban salir leche en ese momento y todavía lo hacen hasta hoy.

A partir de ese día y por muchos días venideros, preferí caer en un estado de negación. Me repetía a mí misma las mentiras que nuestra sociedad nos dice, las que ustedes escuchan a sus espaldas, de que yo debía dar gracias de que había podido hacerme un aborto y no estar abrumada con un niño. Me dijeron que era afortunada, pues ahora podría seguir con mi vida. Pero yo extrañaba a mi bebé. Me preguntaba a quién se parecería. Pensé en él en cada aniversario. Y vivía la fantasía de que el abortista había criado a mi bebé, un niñito rubio. Sabía que un día lo podría encontrar. 

De los dientes para afuera le decía a la gente que el aborto había sido maravilloso. Les decía a los demás que era lo correcto para una mujer preferir el aborto y no estar atormentada. Años más tarde conocí al amor de mi vida, al hombre que sería mi esposo. Sabía que tenía que decirle que me había hecho un aborto, una cosa que no era nada fácil. Es algo de lo que nadie habla nunca. Me habían dicho que no le dijera a nadie nunca que me había hecho un aborto y yo les hice caso, me mantuve callada, muy callada. Mi prometido me miró y me dijo: «Mataste a tu bebé». Me sentí indignada. Era la primera vez que me decían la verdad sobre el aborto. Dieciséis años de comportamiento autodestructivo, de alcoholismo, depresión, promiscuidad, autoestima baja, malas decisiones, pensamientos suicidas; esos fueron otros resultados de mi aborto.

Cuando nos casamos quisimos empezar de inmediato a tener una familia. Ese «de inmediato» no se produjo nunca. No más bebés. Yo me había bajado de las nubes y me había dado cuenta de que, efectivamente, con aquel horroroso procedimiento de aborto había matado a mi bebé, y tenía que aceptarlo. Por medio de la gracia de Dios he reconocido que permití que mi hijo, Matthew B., fuera muerto a fin de que yo pudiera vivir mi vida (según me dijeron), pero esa vida ha estado muy vacía y ha sido muy, pero muy difícil.

Quiero que todos los aquí presentes sepan que mi aborto me ha herido de formas que yo nunca podía haber imaginado. Todavía hoy lloro, después de treinta y cinco años. Echo de menos a mi hijo, echo de menos a mis nietos, porque a pesar de que yo fui una madre pobre, mi hijo hubiera sido un padre maravilloso.

Yo soy la hermana de ustedes, soy su hija, soy su madre, soy su tía, soy cualquier mujer; no soy mala, soy buena, cometí un error, pero ese error consistió en un asesinato y por eso mi vida ha cambiado irrevocablemente. Si me mantengo callada, nadie se beneficiaría de mi experiencia. Mi ruego es, y será siempre, que ninguna mujer tenga que pasar por un aborto, nunca más.

Si usted es una mujer que se ha hecho un aborto, hay auxilio para usted. Si usted es un hombre cuyo niño ha sido abortado, hay ayuda. Si usted es un familiar de un niño abortado, hay ayuda. Si es una mujer que está pensando en abortar, por favor, venga y hable conmigo. He estado en su pellejo, y daría todo lo que tengo hoy por tener a mi hijo a mi lado. Que Dios nos bendiga a todos.