Ramón Arias | 13 de octubre de 2014
Sin duda, las emociones son parte de nuestra composición. Cuando analizamos las emociones humanas, desde la perspectiva psicológica y filosófica, nos enteramos de los efectos profundos y destructivos que pueden afectar de generación tras generación cuando están aisladas de la verdadera perspectiva bíblica.
Los más conocidos de los filósofos griegos, Platón y Aristóteles, tenían puntos de vista acerca de las emociones y sus efectos muy definidos. Ellos interpretaron la vida, el mundo y el universo a través del espectro de sus creencias adquiridas, que se basan en las emociones. Otros han utilizado la perspectiva de Platón y Aristóteles también, pero le han añadido teología a la mezcla. Por ejemplo, Agustín (354-430 d.C.) influenció al cristianismo durante siglos mediante su mezcla con las ideas de Platón. Su obra más famosa escrita es La Ciudad de Dios. Luego vino Tomás de Aquino (1225 o 1227-1274) que es reconocido como un gran teólogo y filósofo. Sus inclinaciones eran más hacia la filosofía de Aristóteles y su explicación del universo no es desde una perspectiva bíblica, sino de la observación y la razón. Lo que Tomás de Aquino hizo fue elaborar extrayendo de los escritos de Aristóteles los conceptos que estaban de acuerdo con el cristianismo. Él escribió un trabajo voluminoso titulado SummaTheologica (Resumen de Teología). Afirmó que a pesar de que hay una diferencia entre la filosofía y la teología, y entre la razón y la revelación que él no veía ninguna contradicción. Él atribuye la fuente del conocimiento a Dios.
Al mezclar el pensamiento griego con el cristianismo, Agustín y Tomás de Aquino no pudieron mejorar su generación y mucho menos las generaciones venideras. Algunos han aprovechado de esta visión del mundo mixta para consolidar su marca del cristianismo.
Los escritos de los filósofos griegos, no sólo han influenciado a los cristianos más reconocidos, pero han causado que muchos otros elaboren sobre la teoría de las emociones y su reacción a eventos diferentes en relación a sus vidas y a la sociedad en su totalidad.
Como remanente del siglo 19, el siglo 20 cosechó una destrucción humana terrible debido a la manipulación de las emociones que fueron ejecutadas en diferentes disciplinas ideológicas basadas en la evolución y la economía. Por ejemplo, el socialismo, el comunismo-marxismo, el fascismo y otros «ismos» ideológicos han utilizado con eficacia las emociones para manipular a las masas en su búsqueda de alcanzar una sociedad utópica. Estas visiones del mundo siguen empapando la tierra de sangre, esclavizan a miles de millones de personas y prolongan la miseria humana. Ninguna nación está fuera de su alcance.
El movimiento de las masas por medio de la manipulación de las emociones es fácilmente alcanzable cuando la ignorancia es un factor dominante en la sociedad. La inmensa mayoría de la población mundial no está teniendo éxito en su defensa contra este adoctrinamiento venenoso. El problema siempre ha sido cómo identificar lo que es la manipulación emocional y cuándo se está implementando.
Hace dos mil años Pablo abordó el tema de la manipulación emocional en sus cartas a la nueva población cristiana. A los Colosenses les escribió:
“Miren que nadie los haga cautivos por medio de su filosofía y vanas sutilezas, según la tradición de los hombres, conforme a los principios (las normas) elementales del mundo y no según Cristo”, (Colosenses 2:8).
La filosofía es una palabra griega para expresar «amor por el conocimiento, la búsqueda de la sabiduría». Ese deseo de conocimiento y sabiduría ha estado con la humanidad desde los albores de la creación, y no se ha detenido ni nadie puede decir: «He llegado». Pablo no estaba en contra de toda la filosofía, sólo aquellas cuya fuente es diabólica.
Pablo le advirtió a los colosenses de mantener la guardia contra la fascinación por la filosofía humana; esta es la misma ola de ideas inundando al mundo hoy en día.
Independientemente de todos los avances tecnológicos de nuestro tiempo, la misma mentira vieja de Satanás (Génesis 3:4-5) infecta a la humanidad a través de los que proclaman tener mayor conocimiento que cualquier otra persona en cómo deben vivir los seres humanos. El gran problema es el desconocimiento de la ley moral de Dios revelada en las Escrituras.
Por miles de años, el hombre sigue ofreciendo las mismas soluciones podridas para los problemas que ellos mismos han creado. La sociedad desciende innecesariamente a un estado permanente de enfermedad social generación tras generación. Los colosenses fueron advertidos acerca del engaño y la deshonestidad, que es el resultado de la tradición humana. Esto no es diferente al resultado del humanismo secular y la mezcla religiosa de doctrinas contradictorias que afectan a la gente de Dios en la actualidad.
Cuando la gente desconoce o se rebela contra el plan de Dios, se encuentra insatisfecha con todo en la vida y se cansa de perseguir los vientos del materialismo y las promesas vacías.
Nota la advertencia de Pablo al joven Timoteo:
“Timoteo, guarda lo que (el depósito que) se te ha encomendado, y evita las palabrerías vacías y profanas, y las objeciones (contradicciones) de lo que falsamente se llama ciencia”, (1 Timoteo 6:20).
“Evita las palabrerías vacías y profanas, porque los dados a ellas, conducirán más y más a la impiedad”, (2 Timoteo 2:16).
Para los cristianos de Éfeso, Pablo escribió sobre la importancia de un liderazgo para capacitar y discipular en la forma en que Dios espera:
“…hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios, a la condición de un hombre maduro, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. Entonces ya no seremos niños, sacudidos por las olas y llevados de aquí para allá por todo viento de doctrina, por la astucia de los hombres, por las artimañas engañosas del error”, (Efesios 4:13-14).
La manipulación de las emociones es pura maldad, independientemente de su fuente. ¿Cómo sabemos que una persona y una sociedad es manipulada? La calidad de vida o la falta de la misma es prueba suficiente. Depende de cada persona el saber discernir todo lo que ve y oye si es bueno o malo. Cuidado con los charlatanes; los predicadores y los políticos no son la excepción.