La mitología económica liberal sobre los beneficios de desempleo

David Limbaugh | 10 de enero de 2014

¿Cómo podemos esperar que  las generaciones americanas más jóvenes preserven la grandeza de los Estados Unidos si el presidente de esta nación sigue predicando mitos económicos perniciosos y lecciones mal informadas?

Una cosa es que nuestros representantes electos expresen compasión por los que enfrentan circunstancias financieras difíciles y otra es que eleven al status de virtud la receta de los beneficios de desempleo y otras formas de dependencia de los programas del gobierno. Y es otra más que ellos justifiquen esas políticas mal encaminadas con falsas alegaciones de que ellas realmente mejoran las condiciones, cuando en realidad las empeoran.

La política del presidente Obama de expandir el gobierno y su práctica de castigar el trabajo y premiar el no trabajar, están creando una carga permanente en la economía y los trabajos, y dañando a las personas a largo plazo, en vez de ayudarlas.

Pero Obama persiste en su propaganda. Esta misma semana hizo la extravagante afirmación de que extender los beneficios de desempleo «ayuda en realidad a la economía; realmente crea nuevos puestos de trabajo».

La líder de la minoría de la Cámara Nancy Pelosi hizo la aseveración, igualmente ridícula, en diciembre de 2011 de que extender los beneficios de desempleo añadiría «600,000 puestos de trabajo a nuestra economía». ¡Oh, oh, oh, es magia!

¿Alguna vez ha notado que los académicos sabihondos y los políticos untuosos adoptan teorías  que suenan sofisticadas para comprobar lo que el sentido común dice que de seguro está mal? 

Los economistas hace mucho tiempo que cocinaron teorías para justificar su inclinación socialista hacia la expansión del gobierno, tales como que el aumento de los gastos del Estado desencadenaría un efecto multiplicador en la economía y estimularía el crecimiento económico y los trabajos. Desafortunadamente, sus cálculos son castillos en el aire, no datos empíricos.

Obama repitió esas teorías para promover su paquete de estímulos colosalmente derrochador, sus variados planes para la infraestructura y sus tonterías de energía verde. A pesar de la evidencia innegable de que todos ellos han fallado y de que su economía sigue en picada, él actúa como si sus fracasos lo reivindicaran y nosotros fuéramos demasiado estúpidos para notar la diferencia.

Por mucho poder que Obama se haya arrogado inconstitucionalmente, todavía no es lo suficientemente poderoso como para crear algo a partir de la nada. Cuando él aumenta el déficit presupuestario, tiene que sacar esos billetes de alguna parte, y por lo general es del sector privado, al que está asfixiando. Por cada dólar que le inyecta a la economía, drena al menos un dólar de ella. No hace falta ser un físico nuclear para darse cuenta de que, si esos elíxires mágicos económicos funcionaran, estaríamos en medio de la bonanza económica más grande de nuestra historia. Caso cerrado. 

Alan Reynolds, del Instituto Cato, analiza el tema de que extender los beneficios de desempleo «produce y mantiene puestos de trabajo». Lo que halló fue que los académicos se citan unos a otros para fundamentar sus argumentos, pero que en realidad están citando teorías y estimados sobre «multiplicadores fiscales» y no examinan sus efectos reales sobre la economía. Por ejemplo, un sociólogo que apoya la extensión de los beneficios de desempleo citó estimados de Mark Zandi, de Moody Analitics, de que «cada dólar gastado en la extensión de los beneficios de desempleo general $1.61 de actividad económica».

Reynolds dice que esta teoría tiene dos problemas: El primero, que Obama no puede negar porque proviene de economistas de su propia Administración, es que «los beneficios de desempleo extendidos aumentan la duración y la tasa de desempleo».

El segundo es que las suposiciones acerca de los «multiplicadores fiscales» usados en el modelo de Zandi están basadas en teorías y no en evidencias.

Reynolds señala que la investigación contemporánea muestra que el aumento del déficit presupuestario puede tener en realidad un impacto negativo sobre el crecimiento. El llamado multiplicador por el déficit presupuestario varió entre 0.4 y 0.6, «lo que quiere decir que un dólar adicional de deuda federal añadió menos de un dólar (al producto nacional bruto)».

James Sherk de The Heritage Foundation está de acuerdo en que «extender la cantidad o la duración de los beneficios [seguro de desempleo] aumenta el tiempo que los trabajadores están desempleados». Alienta a los trabajadores desempleados a mantenerse fuera del trabajo más tiempo para lograr los beneficios; alienta a los empleadores a esperar más tiempo antes de contratar de nuevo a los trabajadores despedidos; y hace muy poco para aumentar el consumo. En breve, que no crea ningún estímulo económico.

La lógica simple confirma también que, cuando uno le paga a alguien por no trabajar, le quita el incentivo para trabajar. En mi propia experiencia personal, hablé con una persona que me dijo que no estaba buscando trabajo porque sus beneficios de desempleo hacían que buscar trabajo no fuera atractivo.

El problema real que tienen los estadounidenses no es que los beneficios sean insuficientes, sino la economía persistentemente débil que han creado las políticas de Obama. Las encuestas de Gallup muestran que la tasa de participación laboral, que ha sido abismal para la mayor parte de la presidencia de Obama, está declinando hacia el mínimo de últimos dos años.

Obama se jacta de lo mucho que se preocupa, pero si eso fuera verdad abandonaría su apego egoísta y terco a sus ideas fallidas y dejaría de hacer lo que está a su alcance para mantener a las personas sin trabajo.

Como observó Milton Friedman, «el fracaso reiterado de los programas bien intencionados no es una casualidad. No es simplemente el resultado de errores de ejecución. El fracaso tiene raíces profundas en el uso de medios malos para lograr objetivos buenos».

En el caso de Obama, yo ni siquiera le concedería que siempre tiene objetivos buenos, lo cual atestigua su interminable lucha de clases. Aparte de eso, si realmente se preocupara por las dificultades de los desempleados, soltaría el cuello del sector privado y le dejaría hacer su «magia».

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