La respuesta a los desastres naturales

Ramón Arias | 4 de septiembre de 2017

Pues la creación aguarda con ardiente anhelo la manifestación de los hijos de Dios.  Porque la creación ha sido sujetada a la vanidad, no por su propia voluntad sino por causa de aquel que la sujetó, en esperanza de que aun la creación misma será librada de la esclavitud de la corrupción para entrar a la libertad gloriosa de los hijos de Dios.
Romanos 8:19-21 (RVA-2015)

Cualquier devastación de proporciones masivas saca lo mejor y lo peor de la naturaleza humana. Al ver la destrucción y el sufrimiento humano, los corazones de las personas se mueven y el deseo de ayudar al desafortunado se manifiesta. Amor al prójimo se manifiesta en muestras de compasión y heroísmo hasta el punto de exponer la vida en el proceso de prestar una mano amiga. Por otro lado, hay algunos que dejan que sus tendencias malas tomen el control para explotar las crisis para beneficio personal; estas personas carecen de compasión. Los buenos corazones siempre superan a los del mal, y eso es siempre la buena noticia.

Las regiones que son devastadas a veces requieren meses y años para recuperarse y todo lo que ello conlleva. La gente necesita recuperar sus vidas materiales; ninguna cantidad de dinero puede igualar a la pérdida de vidas humanas ni reemplazarlas. Sólo Dios por su Espíritu Santo puede verdaderamente consolar a los corazones afligidos. Es el largo plazo que requiere mentes tranquilas para ordenar las cosas. La historia nos enseña que la gente puede recuperarse siempre y cuando no sea el resultado del colapso de su civilización, la cual nunca regresa a su antigua gloria. En cualquier caso, hay lecciones que aprender.

Cada uno de nosotros que ha experimentado la ira de la naturaleza en cualquiera de sus manifestaciones sabe lo que otros están viviendo. Aquellos que nunca han pasado por un desastre natural severo deben ir más allá de la diversión de ver las noticias. La gente pasa por dolor y angustia real; ninguno de nosotros debe ser espectador pasivo ante el sufrimiento humano. Siempre hay una oportunidad de hacer nuestra parte en cualquier capacidad de acuerdo a los recursos que tenemos disponibles, sin importar lo poco que pueda parecer; para los necesitados significa mucho, así que no te detengas.

En tiempos de desastres naturales debemos tener cuidado con los muchos individuos sin escrúpulos que ven la tragedia como una forma de estafar el dinero de la gente a través de organizaciones falsas que pretenden que van a usar las donaciones para ayudar a los necesitados. Se sabio y haz tu tarea para donar solamente a las organizaciones legítimas que son confiables. Se un buen mayordomo de los recursos que estás contribuyendo. Nosotros, en Legado Cultural apoyamos y nos unimos a los esfuerzos de socorro de las organizaciones de buena reputación que tienen un historial sólido en el trabajo que hacen ya sea a nivel nacional o internacional.

Cuando ocurre un desastre, no es raro que Dios sea culpado por no detener la destrucción. Sí, Dios es amor, pero no debemos ignorar que él es también el que establece las normas de cómo debemos vivir. Estados Unidos está plagado de severas enfermedades espirituales y morales; estas son letales si continúan sin ser tratadas. Estamos en la lucha por el alma de esta nación; la buena noticia es que tenemos los siglos pasados ​​como referencia para volver a saber qué fue lo que nos llevó a ser una nación excepcional que ha hecho mucho bien para el mundo.

Si nuestra confianza está en el Dios de la Biblia, reaccionamos a los desastres naturales con mentes renovadas y con compromiso firme para transformar nuestros problemas nacionales. Para ayudar mejor a un mundo en crisis, debemos ser capaces de saber qué camino es más eficiente.

Algunos confían en carros y otros en caballos,
Pero nosotros en el nombre del Señor nuestro Dios confiaremos.
Salmos 20:7 (NBLH)
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