La sangre derramada clama por justicia

Ramón Arias | 10 de agosto de 2015

Durante el primer debate del Partido Republicano para los candidatos a la presidencia del 2016, el Senador Marco Rubio fue muy enfático al describir la cultura del barbarismo de los Estados Unidos cuando se le preguntó su posición sobre el aborto: 

«Las generaciones futuras verán retrospectivamente a esta historia de nuestro país y nos llamarán bárbaros por el asesinato de millones de niños que nunca se les dio la oportunidad de vivir».

La declaración de Rubio no es un asunto de risa, más bien es un desafío para la gente decente que tome en cuenta el peligro inminente para el futuro de Estados Unidos. El barbarismo es una práctica antigua que continúa en el mundo moderno. El asesinato de los bebés es una práctica pagana antigua y despreciable; lo que esto nos revela es que la naturaleza humana aún no ha cambiado.

La sangre de cerca de 60 millones de bebés sacrificados en el vientre de la madre clama por justicia. Si la sociedad no aplica la justicia y detiene esta práctica de la barbarie que hiela la sangre, la historia es muy clara y demostrará que esta nación va a pagar un precio muy alto por su aprobación de la misma.

Aunque la gente lo acepte o no, todo ser humano es creado a la imagen de Dios, por lo tanto, la vida humana es sagrada. Una sociedad sana es aquella que reconoce que la vida es sagrada y la protege cueste lo que cueste.

En los albores de la historia, Dios declaró la pena para cualquier persona que derramara sangre inocente:

“Si alguien quita una vida humana, la vida de esa persona también será quitada por manos humanas. Pues Dios hizo a los seres humanos a su propia imagen”. (Génesis 9:6) (NTV)

Cuando una sociedad deja de proteger la vida, especialmente la de los inocentes, no va a quedar impune. Hay una autoridad superior sobre todos los seres humanos y las naciones. El profeta Isaías nos lo revela de esta manera: “Pues el Señor es nuestro juez, nuestro legislador y nuestro rey…” (Isaías 33:22). Todas las grandes civilizaciones del pasado y las naciones poderosas de los siglos 19 y 20 recibieron su castigo justificado.

Jesús predijo la destrucción venidera de Israel como nación a los líderes judíos: “Desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, que pereció entre el altar y la casa de Dios. Sí, les digo que le será cargada a esta generación.’” (Lucas 11:51) (NTV). Ellos sabían la verdad de los requerimientos de Dios, pero durante siglos se negaron a cumplirlos y no pudieron disfrutar de los beneficios de la ley moral de Dios. Les dejó en claro que desde el derramamiento de la sangre justa de Abel por su hermano malvado Caín, y, posteriormente, todos los asesinatos de personas justas e inocentes en toda la historia de Israel, la sangre de los judíos de la generación de Jesús iba a ser requerida por no apartarse de sus malos caminos. Esa cuenta fue saldada en el año 70 d. C., cuando Israel fue destruido como nación. Ninguna nación jamás se ha salido con la suya al asesinar a los inocentes, aunque no participen directamente, con su silencio lo aprobaron y ante el Supremo Legislador, Juez y Rey, son igual de culpables. Llega un momento en que una generación tiene que pagar por los pecados de generaciones pasadas.

Desde el principio, los seguidores de Cristo fueron amonestados:

“No debemos ser como Caín, quien pertenecía al maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué lo mató? Porque Caín hacía lo malo y su hermano lo recto”. (1 Juan 3:12) (NTV)

Desfinanciamiento de la organización abortiva Planned Parenthood (Planificación de la Familia) de nuestros impuestos federales no va a impedir que continúe con su masacre contra los inocentes y los más incapaces de defenderse a sí mismos desde el vientre de su madre.

Dios continúa advirtiendo a Estados Unidos acerca de su barbarismo en todas las áreas de la vida cultural en la manera de los profetas, como Oseas:

“Sólo hay falso juramento, mentira, asesinato, robo y adulterio. Emplean la violencia, y homicidios tras homicidios se suceden”.  (Oseas 4:2) (NBLH)

La gente decente y temerosa de Dios en Estados Unidos debe exigirle a los funcionarios del gobierno, a nivel estatal y federal, para que detengan este genocidio y no guarden silencio, ni dejen de ser proactivos hasta que la masacre de los inocentes cese por completo. Si no hacemos esto sólo nos llevará más cerca a la ira completa de Dios. Dios toma venganza por todo el derramamiento de sangre inocente.

“Cierto día Caín dijo a su hermano: «Salgamos al campo». Mientras estaban en el campo, Caín atacó a su hermano Abel y lo mató. Luego el Señor le preguntó a Caín:—¿Dónde está tu hermano? ¿Dónde está Abel? —No lo sé —contestó Caín—. ¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano? Pero el Señor le dijo: —¿Qué has hecho? ¡Escucha! ¡La sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra! Ahora eres maldito y serás expulsado de la tierra que se ha tragado la sangre de tu hermano”. (Génesis 4:8-11) (NTV)

Ellos clamaban al Señor y decían: «Oh Señor Soberano, santo y verdadero, ¿cuánto tiempo hasta que juzgues a la gente de este mundo y tomes venganza de nuestra sangre por lo que nos han hecho?»” (Apocalipsis 6:10) (NTV)

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