La verdadera justicia social no produce miseria

Ramon Arias | 15 de octubre de 2012

Yo sé que estás familiarizado con la frase o lema «justicia social», la escuchamos una y otra vez de tantas personas en todos los ámbitos de la vida. Los que hacen el mayor ruido al respecto son los que están en el centro de la atención social y debo agregar que no tienen el menor interés por lo práctico de lo que predican acerca de la justicia social; nunca serán tan benévolos como para alinearse y ser el ejemplo de lo que predican. Su riqueza es demasiado importante para ellos, es lo que los define. También debo admitir con tristeza que la mayor parte de la cristiandad está infectada con el virus de la «justicia social».

¿Cómo hemos de entender lo que la gente «sabe» o creen que saben acerca de la justicia social? Cada vez que oigas el término «justicia social» se debe entender que es la idea de crear justicia económica más conocida como la redistribución de la riqueza. Los que predican el concepto creen que una vez que se logra, será para el bien común. Excepto que hay un problema, la riqueza es creada por individuos que trabajan muy duro, otros arriesgan su dinero en inversiones, que son los creadores de puestos de trabajo y de bienes, inventores e innovadores. Los que arrebatan lo que no les pertenece, no se detienen a pensar que las personas que trabajan duro y lo han logrado son los que se espera que renuncien a su dinero y a su libertad sin oponerse a aquellos que exigen que la sociedad obedezca a un sistema burocrático centralizado que dicta desde arriba hacia abajo. En otras palabras, aquellos que sudan para generar ingresos deben dar a los que no trabajan y esperan que otros se hagan cargo de ellos. Esta fue la visión de Karl Marx de la economía y su idea de un paraíso perfecto para la sociedad. Marx sigue influyendo desde la tumba, a través de los liberales, progresistas, socialistas o comunistas. ¿Es importante que el desarrollo económico de la visión de Marx del mundo nunca haya funcionado y ha traído tanta miseria y muerte? Es obvio que para muchos la respuesta es no; si razonaran un poco menos abogarían por una visión económica del mundo que siempre ha fracasado.

Más alarmantes son las muchas organizaciones cristianas que apoyan la marca de justicia social de Karl Marx para la sociedad. Los marxistas han penetrado con éxito la mayor parte de la cristiandad, afirmando que Jesús era un comunista o socialista. Ellos enfatizan fuertemente el mandato de Jesús para ayudar a aquellos que son menos afortunados, pero eso es una verdad parcial. En ninguno de los cuatro Evangelios se ve que Jesús esperaba que los que estén en mejor situación económica deben perder todo lo que tienen en el proceso de ayudar a los demás, especialmente cuando esos «otros» pueden cuidar de sí mismos si tan solo desechan la pereza y la mentalidad de merecedores. Lo que Jesús enfatiza es que debemos ser compasivos y participar con nuestras finanzas de acuerdo con nuestras capacidades, lo cual es totalmente opuesto a lo que enseña la justicia social e impone. Ten cuidado con los que usan la Palabra de Dios para llevar a cabo sus malos objetivos. No creas que la justicia social, tal como es predicada por los comunistas y sus devotos, está de acuerdo con el Evangelio.

¿Acaso Jesús nos enseña a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos? ¡Por supuesto que sí! Veamos su declaración cuando los líderes religiosos buscaban probarlo y ver su compromiso de seguir estrictamente la ley moral de Dios:

“Uno de ellos, experto en la ley, le tendió una trampa con esta pregunta: ‘Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de la ley?’ ‘Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente’ —le respondió Jesús. ‘Éste es el primero y el más importante de los mandamientos. El segundo se parece a éste: «Ama a tu prójimo como a ti mismo». De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas’” (Mateo 22:35-40).

Nótese que no es posible amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos si no amamos a Dios en primer lugar con todo nuestro corazón, alma y mente. No podemos pasar por alto este hecho muy importante. No estamos llamados a amar a Dios con fe ciega, o a través de superstición, sin razonamiento o sin el intelecto, lo opuesto es lo cierto: sólo si unimos nuestro corazón, alma y mente y nos comprometemos a conocer quién es Dios podemos llegar al plan de Dios para nuestras vidas. Cuando su carácter, su visión y su propósito para nuestra salvación en este mundo y en el mundo por venir están a la vista, comenzamos a ver con claridad el propósito de todo. Por eso Jesús dijo claramente cuál era el mandamiento más importante de la ley moral de Dios y agregó el segundo en relación con la responsabilidad a nuestros vecinos, así como con nuestra individualidad. Cuando Jesús dijo que en esos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas no era para introducir nuevos mandamientos. Lo que Jesús hizo fue citar lo que Dios ya había revelado en Deuteronomio 6:5 y Levítico 19:18-19. Jesús insiste en la misma forma, «De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas». La ley moral de Dios nunca cambia, probablemente has oído que es así. Cuidado con las falsas enseñanzas, aquí está por qué: “Jesús dijo: ‘lo que quieres que hagan contigo, así también haz con ellos, porque esta es la Ley y los Profetas’” (Mateo 12:7).

Jesús también dejó en claro que la ley moral de Dios no debe ser abolida: «No piensen que he venido para abrogar la ley o los profetas: no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto les digo que el cielo y la tierra pasarán, pero ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido. De modo que quien quebrante uno de estos mandamientos y enseñe a otros a hacer lo mismo, será llamado muy pequeño en el reino de los cielos, sino el que los observe y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos. Porque les digo que si su justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entrarán en el reino de los cielos» (Mateo 5:17-20).

El Intento del hombre para poner en práctica la justicia social sin la ley moral de Dios, que da el único fundamento seguro, seguirán siendo los ingenieros sociales para la destrucción y la miseria. Mentes torcidas nunca pueden producir el orden social justo, es imposible, ya que es hecho por el hombre y no ordenado por Dios.

Cuando las personas aman a Dios con todo su ser emocional e intelectual no necesitan que los hombres o el gobierno les dicte como hacer el bien a sus vecinos, ya que comprenderán lo que Dios requiere de ellos: «Él te ha dicho, oh hombre, lo que es bueno, y qué pide el Señor de ti; solo hacer justicia, amar la misericordia, y humillarte ante tu Dios» (Miqueas 6:8).

¿Estás familiarizado con la historia del buen samaritano? De seguro debes conocer este relato, lo puedes encontrar en Lucas 10:25-37. En este pasaje, Jesús está dejando muy en claro qué es la justicia, el amor y la bondad en el individuo que ama a Dios no en términos religiosos, sino en términos de acuerdo a la ética de Dios. La gente puede ser muy religioso y no practicar la justicia de Dios hacia los demás, y mucho menos ser generosos con sus finanzas para satisfacer las necesidades de los demás y ser socialmente proactivos. Por otro lado, aquellos que promueven su propia marca de justicia social son siempre generosos con el dinero de alguien más que lo ha ganado trabajando arduamente, eso no es justicia social, es robo y fomenta los celos, el odio, y todo tipo de maldad en el corazón, las emociones y la mente de las personas. Eso es una fórmula para el aumento de la miseria y la destrucción total como ningún otro factor humano.

Los comunistas que promueven su marca de justicia igualitaria nunca te dirán las verdaderas intenciones de su apetito de la toma del poder para el control total de la sociedad. Ellos usarán cualquier medio, sobre todo la riqueza de los demás para lograr sus objetivos y su visión para el mundo.

Estimado Pueblo de Dios, les advierto que la hora es ya muy avanzada y tenemos una muy pequeña ventana de oportunidad para convertir a la nación de nuevo a los principios de Dios. Debemos orar y actuar y poner en práctica la fe ante Dios y el hombre como instrumentos para lograr la justicia social, de Dios, que nunca produce miseria. Es nuestra elección, debemos ser prudentes y optar por representar fielmente los intereses de Dios y su justicia aquí en la tierra.

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