Luche contra la catástrofe ecológica: «Esterilícese y tenga un caballo»

Gary DeMar | 8 de julio de 2019

(American Vision) –«Extinction Rebellion» [Rebelión contra la Extinción]. Sí, es una organización real, con puntos de vista radicales. Algunas mujeres están paralizadas por temor al futuro. Para ellas, el cambio climático antropogénico es real y casi con certeza irreversible.

Después de escuchar una conferencia de un representante de Extinction Rebellion, a Blythe Pepino se le quitó su deseo de tener hijos:

«Me di cuenta de que, aunque en ese momento yo deseaba tener una familia, no podía en realidad decidirme a tenerla» -dice ella.- «Tenía que decirle a  [su concubino]: “No sé si pueda hacer eso, teniendo en cuenta lo que conocemos. Si no se arregla eso con la política, creo que no tendremos muchas posibilidades”» 

Pepino [que tiene 33 años]… halló que otras mujeres –en especial las que pertenecían a círculos con conciencia del clima- estaban luchando con el mismo problema, pero tenían «demasiado miedo para hablar de eso» por temor al juicio o al ridículo. La congresista americana Alexandria Ocasio-Cortez expresó sus preocupaciones … al señalar al consenso científico cada vez más pesimista y a la inacción generalizada del gobierno: «Eso lleva a los jóvenes a hacerse una pregunta cada vez más pertinente: ¿Todavía vale la pena tener hijos?»

Cuando a las personas se les fuerza a vivir conforme a sus puntos de vista, toda clase de revelaciones salen a la luz. Toni Vernelli fue esterilizada a la edad de 27 años «para reducir su huella de carbono» y «proteger al planeta»1. Eso fue hace 12 años. Me pregunto si Vernelli, cuando la presionen, denunciará los antibióticos y las conversaciones de paz para evitar las guerras. Aunque me siento triste porque ella nunca va a sentir la alegría de tener un hijo, estoy contenta porque su «huella genética» terminará con ella. De hecho, quizá no sea una mala idea estimular a más extremistas ambientales a ponerse bajo la cuchilla.

Tales predicciones fatalistas tienen una larga historia. Paul Ehrlich vaticinó que el fin estaba cerca debido al crecimiento de la población. Su libro de 1968 La explosion demográfica  [The Population Bomb] se vendió en millones de ejemplares.

«La primera oración marcaba la pauta: “La batalla por alimentar a toda la Humanidad ha concluido”. Y la Humanidad había perdido. En los años 1970, prometía el libro, “Cientos de millones de personas van a morir de hambre. Sin importar lo que hicieran las gentes, “nada podrá impedir un aumento sustancial de la tasa de mortalidad mundial” (Smithsonian). Nunca debió haber habido voto a favor del Brexit, porque, según Ehrlich, “Inglaterra no existirá en el año 2000.” (New York Times)

La segunda mitad de la década de 1960 fue una época en que abundaron las visiones de pesadilla sobre lo que le esperaba a la Humanidad. En 1966, por ejemplo, un escritor llamado Harry Harrison se apareció con una novela de ciencia-ficción titulada ¡Hagan sitio!, ¡hagan sitio! Presentaba un mundo distópico en el que demasiada gente se disputaba demasiado pocos recursos. El libro fue la fuente para una película del año 1973 sobre un futuro de pesadilla, Cuando el futuro nos alcance [Soylent Green]. «En 1969 el dúo pop Zager y Evans llegaron al tope de la popularidad con una canción titulada En el año 2525, que decía que los seres humanos estaban claramente en la senda de la destrucción.

En realidad, esa canción es más optimista que las predicciones hechas por Ehrlich y Ocasio-Cortez. La Tierra sigue existiendo al menos hasta 9595. 

Algunos pueblos de Francia están alentados que los caballos están de vuelta. Lo que se espera es que el uso de los caballos produzca menos contaminación.

«Los pueblos de Francia  preocupados por los precios del petróleo, la contaminación y las huelgas de los trabajadores del transporte no tienen sino que pensar en los caballos. Los caballos son una alternativa posible para vehículos como los autobuses escolares y camiones de basura, dicen los grupos ansiosos de hacer suyas las preocupaciones mundiales por un transporte favorable al medio ambiente».2

A pesar de que lo anterior fue escrito en 1977, sus conclusiones son igual de válidas para hoy. ¿Estarán desquiciadas estas personas? ¿Tienen la menor idea de cómo era la vida cuando el medio de transporte era con carros tirados por caballos?

En algunos aspectos, el automóvil —que a menudo es identificado como el malo de la película por el ecolobby— ha llevado a una menor contaminación, pues un estudio de los Estados Unidos en 1972 muestra que el carro de tamaño promedio emite 6 gramos de contaminante por milla, mientras que un caballo emite 600 gramos de contaminantes sólidos y 300 gramos de contaminantes líquidos por milla.3

Los caballos están expulsando contaminantes todo el tiempo, incluso cuando están descansando. La mayoría de nosotros manejamos nuestros carros al trabajo, donde se quedan sin funcionar durante ocho o más horas.

Se hacen grandes esfuerzos para limpiar nuestro aire de contaminantes. Ciertamente, eso es algo muy bueno. Sin embargo, comparado con el asno y el caballo, animales que montaron Jesús y Pablo  (Mateo. 21:7Hechos 9:4), el automóvil no es un contaminante. La difunta Dixy Lee Ray (1914 – 1994) decimoséptima Gobernadora  del Estado de Washington y su primera mujer gobernadora, recordaba que, cuando era niña, el mundo en que vivía la mayoría de los americanos era «un lugar muy oloroso. Los olores predominantes eran el del estiércol de caballo, el sudor humano y los cuerpos sin asear. Se desconocía lo que era una ducha diaria; cuando más, se tomaba una ducha el sábado por la noche».4

Las instalaciones sanitarias dentro de la casa eran un lujo. Solo unas pocas calles estaban pavimentadas, por lo general con adoquines o ladrillos. Los automóviles eran bien escasos. Los viajes de larga distancia eran por ferrocarril. La refrigeración no se conocía. Si uno deseaba dar una vuelta, tenía que recurrir a los caballos y la contaminación que les acompañaba.

Los expertos sanitarios de la primera parte del siglo XX estaban de acuerdo en que el caballo de ciudad normal producía entre 15 y 30 libras de estiércol al día, con un promedio como de 22 libras. En una ciudad como Milwaukee en 1907, por ejemplo, con una población humana de 350 000 y una población equina de 12 500, eso significaba 133 toneladas de estiércol al día, para un promedio diario de casi tres cuartos de libra de estiércol por persona al día. Los funcionarios de salubridad de Rochester calcularon, en 1900, que los 15 000 caballos de la ciudad producían suficiente estiércol en un año para hacer una pila que cubriera un acre de tierra con 175 pies [casi 60 m] de estiércol y produjera 16 mil millones de moscas.5

«En un artículo del Times de Londres de 1894, un escritor estimaba que en 50 años todas las calles de Londres estarían cubiertas por 50 pies de estiércol (Davies, 2004)».6

La población equina de Chicago era de 83 000 y eso fue luego que el automóvil y los trnavías eléctricos causaran un declive de la cantidad de caballos de la ciudad. En 1880, las ciudades de Nueva York y Brooklyn tenían una población equina combinada de entre 150 000 y 175 000. Como podemos imaginar, mantener limpias las calles era un problema serio. Algunos sugerían que las epidemias de cólera, viruela, fiebre amarilla y tifoidea eran causadas por «una combinación de ciertas condiciones atmosféricas y la suciedad putrefacta», de la cual el estiércol de caballo era la principal».7

El costo de mantener limpias las calles era elevado. Algunas ciudades trataban de recuperar los costos vendiendo el estiércol para fertilizante. Eso causaba otro problema, ya que recoger el estiércol era más rentable que recoger la basura ordinaria. Los desperdicios diarios con frecuencia se quedaban en las calles junto con el estiércol sobrante. ¡Lo que hubieran dado en ese entonces por un camión de basura y un basurero!

Las calles se convertían en fosas durante el tiempo inclemente. Las mujeres con vestidos largos eran las que lo pasaban peor. Apartarse de los que limpiaban las calles era otra hazaña. No había alivio durante el verano, porque las personas tenían que soportar respirar el estiércol de caballo pulverizado. Los caminos modernizados eran de poca ayuda. «La pavimentación de las calles aceleraba este problema,, porque las ruedas y los cascos machacaban el estiércol seco por el sol contra las superficies duras y aumentaban la cantidad de polvo».8 Y estaba el problema que el Atlantic Monthly describía en 1886 para el público que asistía al teatro en la ciudad de Nueva York que era «caballos muertos y atascamientos en el tráfico». 

La próxima vez que alguien insista en que debemos descartar la tecnología moderna y comprar caballos o burros, puede pintarle un cuadro de cómo era la vida en las calles antes que Henry Ford inventara el «carruaje sin caballos». La siguiente oleada de inventos llegará y proveerá soluciones para los problemas tecnológicos de hoy. El bio-diesel, una mezcla al 80-20% de combustible diesel y aceite vegetal, se está experimentando hoy en autobuses escolares.9

La hulla se está empleando para producir un combustible líquido tan claro que «uno juraría que es agua».10  Son los desafíos tecnológicos los que estimulan el genio inventivo. Si se va a cuestionar la innovación por causa de los fracasos, mejor nos enroscamos como una bola para esperar la muerte.

Debemos sacar dos lecciones de esto. Primera: los seres humanos, si se les deja a su propia iniciativa, usualmente le hallan solución a los problemas, pero sólo si se les deja libres, o sea, si tienen instituciones económicas como el derecho de propiedad y el libre intercambio, que creen incentivos apropiados y les den la libertad de responder. Si estos están ausentes o son remplazados por mecanismos políticos, los problemas no se solucionarán.

Segunda: la tremenda dificultad para predecir el futuro, y en particular, de predecir el resultado de la creatividad humana es otra razón adicional para rechazar la planificación y el control de las opciones de la población. Sobre todo, debemos rechazar el tan de moda hoy «principio de precaución» que prohíbe el uso de cualquier tecnología hasta que se demuestre que es totalmente inocua.

Cuando los dejaron libres, nuestros abuelos solucionaron el gran problema del estiércol de los caballos. Si las cosas hubieran estado en las manos de los planificadores urbanos, seguro que se hubieran puesto peor. 11

Notas:

  1. Natasha Courtenay-Smith y Morag Turner: «Meet the women who won’t have babies—because they’re not eco-friendly». (21 de noviembre de, 2007).
  2. Brian Rohan: «Horses pitched as alternative transport for France” Reuters (21 de noviembre de 2007).
  3. Paul Johnson: Enemies of Society  (Nueva York: Athenaeum, 1977), pp. 91–92.
  4. Dixy Lee Ray y Lou Guzzo: Trashing the Planet: How Science Can Help Us Deal with Acid Rain, Depletion of the Ozone, and Nuclear Waste (Among Other Things) (Washington, D.C.: Regnery Gateway, 1990), p.14.
  5. Joel A. Tarr: «The Horse—Polluter of the City» The Search for the Ultimate Sink: Urban Pollution in Historical Perspective  (Akron, OK: University of Akron Press, 1996), pp 323–324.
  6. Stephen Davies: «».
  7. Tarr: The Search for the Ultimate Sink, p- 325.
  8. Tarr: The Search for the Ultimate Sink, p. 326.
  9. Mary MacDonald: «3 Cobb school buses try soy diet to trim pollution», Atlanta Journal-Constitution (21 de diciembre de 2002), B1.
  10. Byron Spice: «Clean liquid fuel from coal possible, but it’ll cost» Pittsburgh Post Gazette (23 de diciembre de 2002).
  11. Davies: «».
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