Multitudes en el valle de la decisión durante las elecciones

Ramón Arias | 15 de septiembre de 2014

Cada elección consiste en la selección de las personas para el servicio público que sean capaz de manejar adecuadamente la gran cantidad de temas que enfrentarán, tales como: la relación del dinero con el poder, las políticas fiscales, la salud y el bienestar, los derechos civiles, la moral, el crimen y el castigo, la protección del medio ambiente, la economía, la política exterior, la seguridad, la guerra, y muchos más problemas que plagan el paisaje social. Los puntos de vista morales sociales son importantes y la perspectiva de la gente dicta cómo votan o se abstienen de votar.

Cada ciclo electoral es un reto social, especialmente cuando vemos el resultado. Hay millones de personas que no les importa quiénes resultan elegidos o incluso que existan elecciones. Este grupo de personas ingenuamente cree que son apolíticos y no se dan cuenta de que no hay tal cosa como la neutralidad. Hay otro grupo que lucha furiosamente por sus ideas políticas para que sean esas las que dominen. Luego está el grupo sin educación que vota sin comprensión de lo que están haciendo a pesar de que piensan que sí saben. Una cosa es innegable—las elecciones tienen consecuencias.

Millones de votantes no están de acuerdo sobre cómo debe funcionar el gobierno y con qué propósito, y hasta pueden encontrar a los candidatos que estén de acuerdo con su visión del mundo, pero tal parece que nunca logran el objetivo deseado para la sociedad. 

Las decisiones políticas tienen un precio para todos los aspectos de nuestra vida. El precio es las decisiones políticas que los funcionarios electos implementarán. ¿Importa cómo votan nuestros funcionarios electos? Mira a tu alrededor, ¿te gusta en lo que Estados Unidos se ha convertido? ¿Qué partido político te gustaría para que tenga el control total de la nación y su futuro? Antes de responder a esa pregunta toma en cuenta lo que George Washington advirtió en su discurso de despedida en 1796 acerca de los peligros que presentan los partidos políticos en el gobierno civil y a la sociedad en conjunto:

«La dominación alternativa de una facción sobre otra, agudizada por el espíritu de venganza natural para la disensión de partido, que en diferentes épocas y países ha perpetrado las atrocidades más horribles, y es en sí mismo un despotismo espantoso. Pero esto conduce al fin a un despotismo permanente y más formal. Los desórdenes y las miserias, que resultan, inclinan gradualmente las mentes de los hombres a buscar la seguridad y el reposo en el poder absoluto de un individuo, y tarde o temprano, el jefe de una facción que prevalece se vuelve más capaz o más afortunado que sus competidores, convierte esta disposición a los propósitos de su propia elevación,  dañando la libertad pública. Sin dejar de ver hacia adelante a una extremidad de este tipo (que sin embargo no debe estar completamente fuera de vista), los males comunes y constantes del espíritu partidista son suficientes para hacer que el interés y el deber de un pueblo sabio debe desalentarlo y restringirlo». – George Washington, 19 de septiembre de 1796

Washington fue testigo del nacimiento de dos partidos políticos en conflicto que fueron fundados por dos amigos y personas clave de la Revolución. En 1787, Hamilton y líderes con ideas afines querían un gobierno central fuerte y eso dio a luz al primer partido político de Estados Unidos que le llamaron Los Federalistas; esto expresaba su visión para la nueva nación. Por otra parte, en 1796, Jefferson y líderes afines anti-Federalistas componen otro grupo autodenominado Partido Demócrata-Republicano, que tenía una visión opuesta para la nueva nación. La ironía es que los dos partidos políticos nacieron bajo el liderazgo de Hamilton y Jefferson. Como fundadores, junto con el resto de los líderes de la Revolución Americana, sabían que los partidos políticos eran una mala idea debido a la histórica lucha que proporcionan las intenciones alternas.

El Partido Federalista de Hamilton estuvo en el poder de 1789 a 1801. Bajo el partido Democrático-Republicano, Andrew Jackson fue elegido presidente y cambió el nombre del partido a Partido Demócrata. Una combinación de Federalistas y miembros de inclinación  anti-Jackson formaron el partido denominado República Nacional o Partido Whig. Años más tarde, el Partido Whig se derrumbó y el Partido Republicano se formó. Desde entonces, como ya sabes, tenemos dos partidos políticos dominantes, los Demócratas y los Republicanos, sin embargo, no son los únicos que existen. Ahora, vemos los peligros de una poderosa nación en decadencia por todas partes.

Con lo anterior en mente, las advertencias de Washington tienen perfecto sentido. Seguimos viendo las consecuencias cada vez mayores cuando las personas no están dispuestas a asumir la responsabilidad de su bienestar. Los que están en el gobierno se aprovechan de esto y elevan a las personas a un estado de divinidad; esto no es nada diferente del antiguo paganismo.

La mayoría de la gente ahora adoran y tratan el estado como divino. Ellos están dispuestos a cumplir con todo lo que el gobierno impone, siempre y cuando le proporcione a las masas lo que piensan que quieren. De nuevo deja que las palabras de Washington resuenan: “…Los desórdenes y las miserias, que resultan, inclinan gradualmente las mentes de los hombres a buscar la seguridad y el reposo en el poder absoluto de un individuo, y tarde o temprano, el jefe de una facción que prevalece se vuelve más capaz o más afortunado que sus competidores, convierte esta disposición a los propósitos de su propia elevación, dañando la libertad pública.”

Las palabras de Washington resuenan conmigo, especialmente después de escuchar lo que dijo Nancy Pelosi en una entrevista reciente el 12 de septiembre de 2014, con Bill Maher cuando él le preguntó: «si los republicanos ganan el Senado en las próximas elecciones, ¿qué cambiaría?» Pelosi respondió: «Sería muy importante para los Demócratas retener el control del Senado. La civilización tal como la conocemos hoy estará en peligro si los Republicanos ganan el Senado«.

No me sorprendió en lo más mínimo su declaración. Ella habla en nombre de millones de Demócratas. Su tipo cree que no podríamos vivir sin sus «mentes dotadas». La gente de su distrito siguen votando para retenerla en su puesto –un regalo de los liberales extremistas de California. Algunos piensan que estaba bromeando con esa afirmación extrema. Bueno, permíteme recordarte que cuando Pelosi fue Presidenta de la Cámara de Representantes en el 2010, ella infamemente le dijo al Congreso: «tenemos que aprobar la ley para que podamos saber lo que contiene»; esto es en referencia al Obamacare (ACA). Ahora que la declaración de Pelosi es un desastre muy conocido, hay aún todavía más de donde vino esa para el pueblo estadounidense. Ella realmente cree que los Demócratas deben conservar el control del Senado de Estados Unidos, sino, ¡la civilización se perderá!

Todos los partidos políticos están dominados por la diversidad de la filosofía y religión   humanística y su visión del mundo. El humanismo considera al hombre como la medida de todas las cosas y no hay lugar para el Dios de la Biblia. Nuestra condición política nacional en la actualidad debe conducir a la gente a abrir sus ojos y sus mentes para ver la realidad de cómo la visión y la cultura de una nación piadosa de los Padres Fundadores se derrumba a nuestro alrededor. Los hechos evidentes deberían hacer que las personas busquen, ayuden y animen a aquellos de principios afines a los de Dios entren en la arena de la política y participen en la buena batalla de la fe bíblica.

Cada elección es un referéndum sobre la gente de esta nación –¿a quién van a seguir en obediencia, a los hombres o al Dios de la Biblia? Ya no podemos seguir negando que la gran influencia del mal domina esta tierra y el mundo.  

Estados Unidos, como el antiguo Israel, hará bien en recordar lo dicho por el profeta Joel de tomar una decisión para seguir la voluntad de Dios: «Muchos pueblos en el valle de la Decisión;
porque cercano está el día del Señor
en el valle de la Decisión» (Joel 3:14).

Nuestra decisión entonces es buscar a las personas que han sido aprobadas por nuestro Dios para ser lideres guiados por Su Espíritu y servir en todos los niveles de la administración pública. A estas alturas deberíamos haber aprendido una lección dolorosa y costosa de no buscar a un hombre o una mujer que va a frenar el aumento de los océanos, sanar el planeta, poner fin a las guerras y restaurar la imagen de nuestro país en el mundo.  

«Que cada ciudadano recuerde en el momento que está ofreciendo su voto que él no está haciendo un regalo o un cumplido para complacer a un individuo –o por lo menos que no debe así hacerlo; pero que está ejecutando una de las confianzas más solemnes en la sociedad humana a los que es responsable ante Dios y su país». – Samuel Adams, en la Gaceta de Boston el 2 de abril de 1781

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