Ramon Arias | 3 de junio de 2013
Si has estado leyendo mis editoriales sabes que creo firmemente que cada problema viene con una solución. No nos desesperamos ante la luz de toda la corrupción y destrucción que estamos enfrentando, realmente sí hay esperanza, no hablo de la clase de esperanza que Obama promete, sino de la esperanza verdadera que los Padres Fundadores tenían cuando todo parecía estar en contra de ellos y de los habitantes de las colonias.
Les advierto, la esperanza verdadera no es para los pusilánimes ni para los tímidos, es para los que entiendan las demandas de su época y estén dispuestos a desafiar los poderes que sean: no hay lugar para los cobardes.
Sí, sí dije que todo problema tiene una solución. Eso es exactamente lo que creo y no estoy solo en esto. No soy pesimista, ni utópico; me apoyo en la historia para entender los hechos y para rechazar toda especulación basada en falsedades. Los que afirman que el pasado no cuenta solamente están apoyando a los que regresan a las ideologías pasadas, a las filosofías o a las religiones falsas para reciclarlas, crear un verdadero infierno aquí en la Tierra y garantizar un futuro oscuro. Winston Churchill dijo: “No podemos decir que el pasado no cuenta sin entregar el futuro”. ¿Alguna vez alguien te ha dicho que debes aprender de los errores del pasado? Sé que sí has oído esa declaración y sabes perfectamente que es verdad, entonces, ¿por qué la gente continúa no haciendo caso a las lecciones de la historia? ¿Podría ser porque negando ese pasado piensan que pueden forjar una vida mejor, aunque esté apoyada en un fundamento falso?
Platón, el filósofo griego (428-347 a.C.), escribió en La república, citando a su amigo y mentor Sócrates: “La maldad siempre manifiesta la destrucción y la corrupción, mientras que la bondad siempre manifiesta la preservación y el beneficio”. (ca. 374 a.C.) La enfermedad de la corrupción ha estado en la raza humana por miles de años. Aún cuando los filósofos griegos no tenían ningún acceso a la Ley escrita de Dios como los israelitas, su conciencia estaba sujeta a la parte que cada persona tiene en virtud de ser creado a la imagen y a la semejanza de Dios; esa parte está en nosotros desde la concepción. Desde el principio los hombres han sabido que una mala acción trae siempre la corrupción seguida por la destrucción. También han sabido que las buenas acciones preservan la cordura humana y producen beneficios para todos; tan sencillo de entender, ¿verdad? ¿Entonces por qué es más fácil que el mal domine el corazón y la mente de los individuos?
Es fácil detectar la corrupción en la política y en los negocios más que en cualquier otra área del desarrollo humano, la razón es que somos testigos de cómo las posiciones de poder abusan para llenar los bolsillos de los “poderosos” y la manera en que ellos toman ventaja para avanzar con sus agendas personales y la de sus amigos y familia. Junto con esta perspectiva de la avaricia y de la envidia no debemos pasar por alto la cultura del soborno y del tratamiento preferencial que conceden a algunos.
No continuemos engañándonos; llamémosle a la corrupción por lo que es: corrupción. Es común oír, cuando se trata de la política, decir: “así es la política”, como si esa explicación fuera suficiente excusa para justificar los abusos. Este mal comportamiento hace que la gente no tome su responsabilidad y que no realice sus tareas bien, moralmente, y de ser acertados en cada área de la vida, que incluye su deber cívico. Puesto que la corrupción tiende a cegar la mente; las prioridades de la gente se salen fuera de orden. El presente es descuidado no sabiendo que se está contribuyendo para crear una mayor caída en el futuro; se descuidan las exigencias nacionales para el bien y para solucionar las necesidades de su comunidad y del país.
Es asombroso y triste ver cómo el poder cambia el comportamiento de la mayoría de las personas, no importa qué tan pequeño o qué tan grande sea el poder. El señor Acton (1834-1902), al ver cómo la corrupción se puede encontrar en cada parte del espectro político afirmó lo siguiente: “El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente”. Muchos lo han citado desde entonces; ¿estaba cien por ciento en lo cierto Acton con su conclusión? Realmente no. Entiendo que éste es el caso cuando motivos ocultos dominan a los rebeldes en la moralidad de una persona contra la Ley moral de Dios y contra Sus principios. Es también verdad que si una persona entiende que se le hará responsable, no sólo en esta vida, sino también en la venidera, ante el Dios Todopoderoso que es el Rey Soberano, el Legislador y el Juez Supremo del mundo, el Universo y del Cielo, entonces allí no hay ningún poder en la Tierra o en el infierno que puedan causar que una persona se corrompa.
Dios tiene poder absoluto, Él no puede ser corrompido; Jesús, en Su vida pública, manifestó el autodominio que ni la mejor oferta de Satanás de poder y del prestigio lo persuadió a considerar, siquiera por un segundo, aceptar tal fama terrenal temporal para corromperse. Jesús tenía poder sobre el enemigo y sobre sus huestes de ángeles caídos y los seres humanos que siguieron sus mentiras (Mateo 4; Lucas 4). Jesús, en su cuerpo terrenal, nos dejó un testimonio que el poder absoluto dado por Dios no puede corromper un corazón cuyo placer es hacer la voluntad de Dios. Cristo, habiendo conquistado la muerte con Su Resurrección; antes de Su ascensión, declaró, “Toda autoridad me ha sido dada en el Cielo y en la Tierra” (Mateo 28:18). Él delegó esa misma autoridad a Sus discípulos, “Por lo tanto vayan y hagan discípulos de todas las naciones… y enseñándolas a obedecer todo lo que les he ordenado. Y ciertamente estoy con ustedes siempre, hasta el fin” (Mateo 28:19-20). Desde entonces, los seguidores verdaderos de Cristo no se pueden comprar o corromper por ningún poder o fama. La historia está llena de testimonios de hombres y de mujeres de todas las edades que han dejado un testimonio a su generación, así como a futuras generaciones, que el poder absoluto no corrompe.
¿Le ofrecieron a George Washington ser rey de la nación recién formada, ¿su respuesta? ¡No! Él sirvió dos periodos como presidente de los Estados Unidos de Norteamérica y dijo que era bastante. Washington no fue corrompido por el poder que le fue conferido. Como él, hay muchos de los Padres Fundadores que abrazaron los mismos valores que Washington y reconocieron que solamente una mente enferma puede creer la mentira de que el hombre puede llevar a cabo indefinidamente el poder sin corromper y destruir vidas.
Continuará…
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