Niégate a ser esclavo del poder estatal

Ramon Arias | 19 de marzo de 2013

¿Sabes cómo llegan los dictadores al poder y de dónde sacan su fortaleza? En primer lugar, tienen quién los apoye, gente que se siente atraída por su carisma y que está dispuesta a creer en sus promesas mesiánicas engañosas. En segundo lugar, esta gente llega a ser un instrumento efectivo para ir en contra de todos aquellos que se oponen a su amado líder.

El siglo XX nos dio algunos de los dictadores más crueles en la historia del mundo. Hitler, Stalin, Khomeini, Mao, Ho Chi Minh, Kim Jong-il, Mugabe y muchos otros en la lista. La historia demuestra que estos líderes tiranos sacaban, y sacan, el poder de la gente. Saben cómo atraer, y movilizar, a las masas con la finalidad de llevar a cabo sus objetivos de maldad. Desarrollan un gran apetito para reunir a las personas en concentraciones masivas. Alimentan su propio ego al movilizar a la muchedumbre para que los admiren y los adulen.  Es a través de estas concentraciones masivas que eficazmente envían un mensaje a sus oponentes con la finalidad de intimidarlos.

Saben cómo utilizar a la muchedumbre para su propia ventaja. La frase en latín “mobile vulgus” significa “muchedumbre fácil de mover”, una combinación mortal.  Un hombre con la perspectiva equivocada del mundo y una muchedumbre que cree en obtener algo a cambio de nada es una combinación mortífera que ha destruido imperios y grandes naciones.

Cuando Jesús sanó y alimentó a las multitudes, ésta fue la reacción de ellos: “La gente entonces, al ver la señal que Jesús había hecho, decía: Verdaderamente este es el Profeta que había de venir al mundo. Por lo que Jesús, dándose cuenta de que iban a venir y llevárselo por la fuerza para hacerle rey, se retiró otra vez al monte Él solo” (Juan 6: 14-15). En lugar de sacar ventaja de la necesidad y de la ignorancia de las personas, Jesús huye de ellos para evitar ser atrapado y que Lo hicieran rey por motivaciones equivocadas.

Sin embargo, la gente estaba determinada en lograr su objetivo: “Al día siguiente, la multitud que había quedado al otro lado del mar se dio cuenta de que allí no había más que una barca, y que Jesús no había entrado en ella con sus discípulos, sino que sus discípulos se habían ido solos. Vinieron otras barcas de Tiberias cerca del lugar donde habían comido el pan después de que el Señor había dado gracias. Por tanto, cuando la gente vio que Jesús no estaba allí, ni tampoco sus discípulos, subieron a las barcas y se fueron a Capernaúm buscando a Jesús. Cuando le hallaron al otro lado del mar, le dijeron: ‘Rabí, ¿cuándo llegaste acá?’ Jesús les respondió y dijo: ‘En verdad, en verdad os digo: me buscáis, no porque hayáis visto señales, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado. Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que permanece para vida eterna, el cual el Hijo del Hombre os dará, porque a éste es a quien el Padre, Dios, ha marcado con su sello’” (Juan 6:22-27).

Jesús pone en orden a la muchedumbre, recordándoles que ellos no deben darle el poder a un hombre para que gobierne sobre ellos con la esperanza de que un poderoso Estado cuide de ellos. Jesús les recuerda que cada persona es responsable no sólo de proveer para ellos mismos, sino para hacer del mundo un mejor lugar para vivir. Ellos comprendieron lo que Jesucristo les estaba diciendo y las razones por las que se encontraban en tan pésima condición social, esto fue lo que le preguntaron:

“¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios?” (Juan 6:28). Jesús les respondió: “Esta es la obra de Dios: que creáis en el que Él ha enviado” (Juan 6:29). Ellos tenían que creer que Jesucristo era el mesías y el Salvador del mundo; y que establecería el Reino de Dios como el nuevo orden a través de la nueva raza que sería de nuevo por medio del Espíritu de Dios. A través de los siglos, los cristianos siguen perdiendo la perspectiva de esta verdad y se dejan esclavizar por sus propias pasiones pecadoras.

Los cristianos que llegaron a las tierras del continente norteamericano a principios del siglo XVII vinieron con una visión de establecer un orden social basado en la Palabra de Dios y, al hacerlo, las 13 colonias prosperaron en gran manera, hasta que el parlamento inglés quiso imponerles impuestos excesivos; en 1773 tuvieron su primera revuelta con la Motín del té (Tea Party) en Boston. Fue el inicio de la resistencia que después se convirtió en insurrección y en el nacimiento de una nueva nación: los Estados Unidos de Norteamérica. Los cristianos de las colonias rechazaron ser serviles al poder del Estado.

Debe quedar bastante claro que los padres fundadores de la nación no establecieron una democracia. Al contrario, los fundadores dejaron en claro que estaban en contra de la democracia y que la nueva nación nunca debería ser una nación democrática:

“[L]as democracias siempre han sido espectáculos de turbulencia y discusión; siempre han sido encontradas incompatibles con la seguridad personal y con los derechos de propiedad y, en general, han sido tan cortas en su vida como han sido violentas en su muerte”. — James Madison

“Recuerden, la democracia nunca dura mucho tiempo. Pronto se desperdicia, se agota y se asesina. Nunca ha existido una democracia que no se haya suicidado”. — John Adams

“Una democracia es un volcán que oculta los materiales ardientes de su propia destrucción. Éstos producirán una erupción y llevarán la desolación en su camino”.  

«La propensión conocida de una democracia es a ser licencioso [la licencia excesiva], lo cual es llamado por los ambiciosos y por los ignorantes libertad”. — Fisher Ames, autor de House Language for the First Amendment.

“Ellos le llaman democracia, en mi opinión sería más adecuado llamarle turbacracia”. — Padre fundador Dr. Benjamín Rush

“El peligro más grande para nuestros derechos hoy no es el gobierno que actúa contra la voluntad de la mayoría, sino el gobierno que se ha hecho el mero instrumento de aquella mayoría. Piense en esto; es de donde el abuso de poder viene. No la tiranía del Rey, sino la tiranía de la mayoría. Mal será hecho tanto por una gente omnipotente como por un Príncipe omnipotente”. — James Madison

Obama, quien llegó al poder por la mayoría de los votantes, conmovió a la muchedumbre al apelar a sus emociones con promesas de sanarlos (cuidado de la salud), alimentarlos y cuidar de ellos (asistencia social) por medio de la redistribución de la riqueza, lo cual significa quitarle a la sociedad productiva para dárselo a aquellos que buscan un rey que cuide de ellos; Estados Unidos está en un camino de autodestrucción. El plan de Obama, con la ayuda de la turbacracia, es destruir a la República que fundaron los Padres de la nación. Su visión es llegar a ser rey de Estados Unidos, y tal vez del mundo; después de todo, fue en Alemania donde se declaró a sí mismo ciudadano del mundo.

No olvidemos que los dictadores llegan al poder porque, al inicio, la muchedumbre los apoya. Los dictadores hacen uso efectivo de las palabras, aunque constantemente están mintiendo y contradiciendo lo que dicen; ellos confían en la estupidez de la muchedumbre porque les dicen lo que quieren escuchar.

La pregunta que debemos hacernos es: ¿acaso los cristianos en Estados Unidos se quedarán con los brazos cruzados, callados y sumisos como los cristianos de la Alemania de Adolfo Hitler o escogerán ser como los cristianos de las colonias que rehusaron ser esclavizados por la corona inglesa?  

Jesús rechazó a la muchedumbre, sabía que eran ignorantes y que estaban actuando por el impulso de la estupidez. Al mismo tiempo, Jesús quería que se enfocaran en Quien gobierna y es dueño de la Tierra: Dios todopoderoso, que es el único merecedor de nuestra alabanza y adoración. Él es quien da los verdaderos planos para la raza humana para restaurarlos a su grandeza.

Depende de que los cristianos en Norteamérica se levanten y sean la sal y la luz para vencer la oscuridad que cubre a la nación de frontera a frontera y de costa a costa. Será una tristeza y una tragedia si los cristianos en Norteamérica escogen la oscuridad y continúan dándole la espalda a Dios.

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