Nosotros elegimos a quién vamos a seguir

Ramón Arias | 20 de julio de 2015

Con el tiempo se hará más evidente para aquellos que quieren conocer la verdad acerca de la vida y del mundo, que sólo hay dos puntos de vista: la ley humanista, «justicia» y la subordinación, contra la ley bíblica, la justicia y la subordinación. 

La primera perspectiva está en constante cambio, ya que depende en gran medida de las tendencias emocionales de las personas. En pocas palabras, la ley humanista se basa en la interpretación del hombre con respecto a la vida y el mundo. Su perspectiva de la «justicia» no acepta a ningún desafío y trata de destruir a todos los que se oponen a su agenda social de crear una utopía. Llega un momento en la historia que la subordinación en su sistema no es una opción, y por la fuerza, se eliminan las libertades de las personas. Esta perspectiva siempre se derrumba y debe comenzar de nuevo a repetir los mismos ciclos una y otra vez. El sistema humanista siempre produce a los hombres como los salvadores de las sociedades. Sin embargo, son las personas las que elevan a estos semidioses a esa posición, pero también es la gente la que los reemplaza cuando los hechos de su incapacidad para cumplir sus promesas llega a un punto elevado de desilusión.

Son las personas las que determinan en última instancia a seguir esta cultura humanista que promete una aparente libertad, que a su vez resulta estar lejos de ser realista.

La segunda perspectiva nunca cambia; porque no depende de las tendencias emocionales de las personas, sino más bien en el uso de su inteligencia de comparar los datos con los hechos. En pocas palabras, la ley bíblica se basa en la propia interpretación de Dios para la vida y el mundo. Él no tiene que adivinar cómo es que todo debe funcionar a la perfección. Su marca de justicia es verdaderamente justa, pues anima a la gente a entrar en razón y a abandonar sus conceptos erróneos de la vida. Él es amoroso y misericordioso y permite suficiente tiempo para que la gente acepte Sus condiciones, pero cuando generación tras generación rechaza Su oferta, Dios no tiene otra alternativa que la que Él utiliza como último recurso—Su justo juicio. De su propio libre albedrío, las personas se convierten en subordinados a la voluntad de Dios porque están convencidos de que es la mejor opción para una vida significativa en la tierra y el propósito eterno. Él es totalmente confiable y Su sistema nunca se derrumba; siempre está en constante movimiento hacia Su cumplimiento en el tiempo y la historia. Su voluntad se está haciendo en la tierra como en el cielo, no hay duda al respecto; la historia es la que mejor da autenticidad a estos hechos.

Le corresponde a los seres humanos tomar la decisión correcta en cuanto a quien seguirán. Estas elecciones han estado allí desde los albores de la raza humana. Adán y Eva tuvieron una elección; tomaron la decisión terrible de intercambiar el plan original de la vida y el mundo por algo que les traería la muerte (Génesis 2:17-3). Noé tenía una opción de seguir las tendencias perversas de su tiempo o serle fiel a Dios (Génesis 6-9). Abraham tuvo una opción de permanecer en la cultura decadente de los caldeos o aceptar la oferta de obtener grandeza y las bendiciones (Génesis 12:1-3) de Dios. El pueblo de Israel tenía la opción de permanecer en la esclavitud en Egipto o seguir la libertad (libro del Éxodo). Israel recibió las normas de Dios para la vida por medio de Moisés; sabían las consecuencias de rechazarlas. La primera generación de israelitas se negó a obedecer las órdenes de Dios para poseer la Tierra Prometida y fue sancionada negativamente. La próxima generación debía ocupar la tierra y Moisés les recordó que fueran sabios y eligieran los caminos de Dios:

“Mira, yo he puesto hoy delante de ti la vida y el bien, la muerte y el mal. Hoy te ordeno amar al Señor tu Dios, andar en Sus caminos y guardar Sus mandamientos, Sus estatutos y Sus decretos, para que vivas y te multipliques, a fin de que el Señor tu Dios te bendiga en la tierra que vas a entrar para poseerla. Pero si tu corazón se desvía y no escuchas, sino que te dejas arrastrar y te postras ante otros dioses y los sirves, Yo les declaro hoy que ciertamente perecerán. No prolongarán sus días en la tierra adonde tú vas, cruzando el Jordán para entrar en ella y poseerla. Al cielo y a la tierra pongo hoy como testigos contra ustedes de que he puesto ante ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Escoge, pues, la vida para que vivas, tú y tu descendencia, amando al Señor tu Dios, escuchando Su voz y allegándote a El; porque eso es tu vida y la largura de tus días, para que habites en la tierra que el Señor juró dar a tus padres Abraham, Isaac y Jacob”.  Deuteronomio 30:15-20 (NBLH)

La historia de Israel como pueblo escogido de Dios se parecía a una montaña rusa ante los ojos de Dios. A veces optaban por seguirlo y en otras ocasiones se iban tras otras ideologías. Dios constantemente llamó a Israel a volver a sus sentidos y a abrazar la vida y la prosperidad que Él les ofrecía, pero su historia revela que había más períodos de rechazo que de aceptar la oferta de Dios para vivir bien bajo Él. Josué, el sucesor de Moisés, les pidió elegir a quién iban a servir (Josué 24:14-15). Luego vino el período de los jueces y de los profetas, o reformadores sociales, que fueron enviados por Dios para amonestar a Israel, la nación rebelde, a que viviera correctamente, pero no tuvieron buen resultado. Elías le explica a su generación la opción que tenían delante de ellos:

“Elías se paró frente a ellos y dijo: «¿Hasta cuándo seguirán indecisos, titubeando entre dos opiniones? Si el Señor es Dios, ¡síganlo! Pero si Baal es el verdadero Dios, ¡entonces síganlo a él!». Sin embargo, la gente se mantenía en absoluto silencio”. 1 Reyes 18:21 (NTV)

La cultura humanista es aquella que recoge y elige lo que «piensa» que funciona mejor en el momento, sin importar las consecuencias. La cultura bíblica no depende de que nosotros hagamos las selecciones de lo que queremos creer y actuar sobre la Biblia. Los cristianos, al igual que el antiguo Israel, aprendieron por las malas que los caminos de Dios no son negociables. Estados Unidos tiene una base bíblica; puede ser que todavía tengamos tiempo para reconsiderar y derribar la cultura humanística. ¿He dicho, puede? Sí, lo dije. No podemos seguir por el camino de la cultura perversa indefinidamente y pensar que podemos ser más astutos que la justicia de Dios, eso es absurdo y suicida. Tomemos en serio las advertencias que no cambian con los caprichos de los apetitos culturales erróneos de las personas:

“Nuestros tribunales se oponen a los justos, y no se encuentra justicia por ninguna parte. La verdad tropieza por las calles y la honradez ha sido declarada ilegal”. Isaías 59:14 (NTV)

“A nadie le importa ser justo y honrado; las demandas legales de la gente se basan en mentiras. Conciben malas acciones y después dan a luz el pecado”. Isaías 59:4 (NTV)

“Tu pueblo dice: ‘El Señor no hace lo correcto’, pero son ellos quienes no hacen lo correcto”. Ezequiel 33:17 (NTV)

“Porque la sentencia contra una mala obra no se ejecuta enseguida, el corazón de los hijos de los hombres está en ellos entregado enteramente a hacer el mal”. Eclesiastés 8:11 (NBLH)

“Porque motivo de Mi ira y de Mi furor ha sido esta ciudad para Mí, desde el día en que la edificaron hasta hoy, de modo que será quitada de Mi presencia por todo el mal que los Israelitas y los hijos de Judá hicieron para provocarme a ira, ellos, sus reyes, sus jefes, sus sacerdotes, sus profetas, los hombres de Judá y los habitantes de Jerusalén. Ellos Me dieron la espalda, y no el rostro. Aunque les enseñaba, enseñándoles una y otra vez, no escucharon ni aceptaron corrección”. Jeremías 32:31-33 (NBLH)

Jesús no cambió un solo aspecto de la justicia de Dios, ni uno solo. Esto significa que los cristianos no deben continuar haciendo el error radical y costoso de pensar que hay diferencias entre la Ley de Dios que fue entregada a Moisés y la ley de Cristo. El nuevo pacto en Cristo no cambió los absolutos de Dios, solo hizo cambió la ley ceremonial, ¡y eso es todo!

A quién elegimos seguir como nación se manifestará cada vez más conforme transcurra el tiempo. Oremos y actuemos para efectuar la Reforma bíblica.

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