París y el fracaso del multiculturalismo

Tad Cronn | 9 de enero de 2015

Francia ha aprendido de la manera difícil que el ideal utópico liberal del multiculturalismo es un espejismo y una trampa.

Los sospechosos de asesinar a 12 personas en Charlie Hebdo fueron descritos por algunos medios como «franceses», pero, aunque puedan haber sido ciudadanos franceses, no tenían nada de franceses en su cultura ni creencias. 

En el momento de escribir estas líneas hay una situación de rehenes a sólo pocas cuadras de las oficinas de Charlie Hebdo, en un supermercado kosher. Los informes iniciales dicen que se cree que al menos uno de los sospechosos pertenece al mismo grupo de jihadistas que los asesinos del Charlie Hebdo.

Estos actos de terror no son la manera francesa. La cultura francesa es una de las raíces de la cultura norteamericana y de la civilización occidental. 

Asesinar personas por sus creencias religiosas pasó de moda hace siglos. En particular, como dos guerras fueron peleadas en suelo francés en el siglo XX, ha habido muchas lecciones aprendidas de memoria de cómo tolerar diferentes puntos de vista.

Pero ese punto fuerte de la cultura occidental es también una debilidad, como lo demuestran los recientes acontecimientos.

El concepto del multiculturalismo puede haber tenido buenas intenciones, pero el resultado final, quizás inevitable, es odio, derramamiento de sangre y violencia. Generaciones de inmigrantes desde países de mayoría musulmana han dejado a Francia y a una buena parte de Europa dividida. 

Esto se debe a que los ideales multiculturales alientan a los extranjeros a llegar a un país y traer consigo todo el bagaje cultural de sus patrias. Cuando los inmigrantes llegan y se apoderan en masa de comunidades, establecen bolsones del Tercer Mundo que procuran reproducir los mismos problemas de los que supuestamente estaban huyendo. La cultura de la nación que es colonizada no puede penetrar en esos ambientes.

Normalmente, la segunda generación se asimila a la cultura circundante debido a que es educada en las escuelas existentes. Pero ¿qué ocurre cuando un grupo de inmigrantes está tan aislado y es tan retrógrado que la segunda generación nunca se aclimata?

La respuesta es lo que el mundo ha visto en París esta semana, en la que la ignorancia jihadista musulmana y la xenofobia han dado el zarpazo, con resultados mortíferos.

Podemos ver acontecimientos parecidos en los Estados Unidos, no sólo con los inmigrantes musulmanes, sino con las oleadas de inmigrantes ilegales de América Central y del Sur que han estado erosionando durante años lo que antes había sido la cultura estadounidense. El actual fracaso del multiculturalismo puede verse también en los tiroteos de Ferguson y el asesinato de dos policías de la ciudad de Nueva York. Grandes porciones de las comunidades negras están llenas de gentes que se consideran todavía extranjeros en su propio país. 

Solíamos hablar del concepto de los Estados Unidos como un crisol al cual los inmigrantes de todo el mundo podían llegar y adoptar los valores y el estilo de vida estadounidense, al efecto de crear un país en el que las familias tuvieran muchas historias y antecedentes distintos, pero una cultura compartida: la cultura estadounidense.

Sin embargo, en algún punto del camino, el multiculturalismo se convirtió en moda. Otro término para el multiculturalismo es balcanización, la separación de las comunidades unas de otras y unas contra otras.

El único final de esto es la desarticulación de un país. 

Francia está experimentando de primera mano los resultados del multiculturalismo. Esperemos que los Estados Unidos puedan aprender del error de Francia.

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