¿Qué está sucediendo con nuestros hombres jóvenes?

Star Parker | 14 de marzo de 2018

(Townhall.com) – La semana pasada, al escribir de la crisis de las sustancias opiadas, sugerí que, cuando analicemos las opciones de política a seguir para resolver el problema, debíamos al menos considerar que una parte de éste puede que refleje una crisis espiritual y moral en el país.

Hice notar que las víctimas de las sustancia opiadas son desproporcionadamente hombres, desproporcionadamente divorciados o que nunca se han casado, y desproporcionadamente individuos que no tienen una educación superior a secundaria.

Podemos mirar más allá de la crisis de las sustancias opiadas y  ver un cuadro más amplio, perturbador, que señala una crisis social y espiritual de nuestros hombres jóvenes.

En 2016, Nicholas Eberstadt, un estudioso del Instituto Americano de la Empresa [American Enterprise Institute] de Washington, Distrito de Columbia, publicó un libro titulado America’s Invisible Crisis: Men Without Work  [La crisis invisible de los Estados Unidos: los hombres sin trabajo]. Analiza lo que él llama una «fuga de los trabajos», en la cual grandes masas de nuestra población masculina han desaparecido de la fuerza laboral.

La Oficina de Estadísticas Laborales [Bureau of Labor Statistics] acaba de publicar un nuevo informe laboral y los resultados han sido alentadores. Los datos muestran un regreso al aumento de los trabajos en la economía americana y el regreso a la fuerza laboral de muchos que la habían abandonado durante los años subsiguientes a la recesión reciente.

La tasa de participación de los hombres de edad óptima entre 25 y 54 años en la fuerza laboral, es decir, el porciento que trabaja o busca activamente trabajo, era del 89.3 por ciento en febrero de 2018.

Dado que esta tasa era del 88.4 a finales de 2011, vemos un progreso aquí, una buena noticia.

No obstante, Eberstadt señala que la tasa promedio de participación en la fuerza laboral de estos hombres en edad óptima en 1965 era del 96.6 por ciento.

«Dicho de otra manera» -dice Eberstadt-. «la proporción de hombres americanos económicamente inactivos en las edades óptimas saltó de un 3.4 por ciento en 1965 a un 11.8 por ciento en 2015 y sigue estando en el 11.5 por ciento hoy».

Según mis propios cálculos, casi 5 millones de hombres de las edades óptimas han desaparecido de la fuerza laboral.

La población masculina de los EE.UU. entre 25 y 54 años es hoy de 64.5 millones. Si su participación en la fuerza laboral fuera hoy del 96.6 por ciento como lo era en 1965, estarían trabajando o buscando activamente trabajo 62.3 millones. Sin embargo, la tasa reportada de 89.3 por ciento indica que hay hoy 57.6 millones de hombres en edades óptimas trabajando o buscando trabajo activamente – 4.7 millones menos que los que habría con la tasa de 1965.

¿Cómo se mantienen esos millones de hombres que han abandonado la fuerza laboral? Según Eberstadt, reciben ayuda de los amigos, de la familia y, por supuesto, del Gobierno.

Empleando los datos de la Oficina del Censo, Eberstadt informa que «en el año 2013, más de las tres quintas partes de los hombres en edades óptimas que no estaban en la fuerza laboral, vivían en casas que dependían de al menos un programa del Gobierno para su sostén. Un 41 por ciento de esos hombres vivían de sellos de alimentos, mientras que otra mitad reportó que usaba el Medicaid, un programa de beneficios sin dinero».

Datos adicionales de la Oficina del Censo, según Eberstadt, muestran que «en 2013, un 57 por ciento de los hombres en edades óptimas estaban recibiendo beneficios de al menos un programa de discapacidades del Gobierno.

¿Cuál es el perfil de esos hombres de edad óptima que no trabajan?

Lo más probable es que no tengan más que un diploma de secundaria, no estén casados, no tengan niños ni vivan con niños que puedan haber tenido, sean nacidos en los EE.UU. y sean negros.

Aunque la tasa de participación general en la fuerza laboral para los hombres negros es inferior a la de los hombres blancos, las corrientes culturales que operan aquí son factores motivadores más fuertes que la raza.

Por ejemplo, Eberstadt señala que «las tasas de participación en la fuerza laboral para los hombres blancos hoy son inferiores a las de los hombres negros en 1965». 

Además, las tasas de participación en la fuerza laboral para los hombres blancos que nnuca se han casado son significativamente inferiores, en un 3 por ciento, que para los hombres negros casados.

Estamos pagando un alto precio social por el colapso generalizado de los valores cristianos, en particular los valores del matrimonio y la familia. Puede que nuestros hombres jóvenes estén llevando desproporcionadamente las consecuencias de esto.

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