Dr. Michael L. Brown | 6 de julio de 2018
(OneNewsNow.com) – Escuchamos esto a diario, si no a cada hora: los evangélicos han dañado su testimonio al votar por Trump. Los evangélicos han perdido su credibilidad al apoyar a Trump. Los evangélicos ya no se pueden tomar en serio porque están en concubinato con Trump, y así sucesivamente.
No importa a quién Trump designe para el Tribunal Supremo. No importa si mejora la economía, o si fortalece al ejército, o si ayuda a estabilizar el Medio Oriente. Para nada. Trump es un monstruo desalmado, misógino, inmoral, narcisista y xenófobo, y quienquiera que haya votado por él (o lo siga apoyando) no es digno de ser llamado “cristiano”.
Esto casi se ha convertido en el nuevo dogma: demuestre su lealtad a Jesús denunciando a Trump. No denunciarlo es una prueba positiva de que ha comprometido su testimonio.
Lo siento, pero no caigo en ese juego. De hecho, rechazo la premisa de dicho juego.
En primer lugar, los que dirigen este discurso son los mismos que, anteriormente, no tomaron en serio nuestra fe. Nos tildaron de fanáticos y homofóbicos. Nos criticaron por proselitistas bíblicos y extremistas de derecha. Y ellos son los que ahora dicen: “Te tomaríamos más en serio si denunciaras a Trump”.
No lo creo. No nos tomaron en serio antes. Por qué de repente dirían: “Ahora que han puesto distancia entre ustedes y ese loco de la Casa Blanca, nos encantaría escuchar sus opiniones sobre el aborto y la homosexualidad. Sí, por favor dígannos por qué el aborto es un asesinato y por qué el matrimonio entre personas del mismo sexo es ilegítimo ante los ojos de Dios. Tienen mucho que ofrecernos”.
¡No exactamente!
Esto me recuerda algunas críticas que recibí por nuestro video “¿Puede Ud. ser Homosexual y Cristiano?”. Una gran cantidad de espectadores odiosos me vilipendió como un “viejo” (y como mucho peor, por supuesto). Esto me llevó a preguntar: “Entonces, si yo fuera un muchacho joven y atractivo, ¿te gustaría lo que dije?”. Yo creo que no.
Es la posición que adoptamos la que principalmente nos trae rechazo, no nuestra edad ni apariencia.
En segundo lugar, hay muchos evangélicos y conservadores que no votaron por Trump (algunos se oponían a Trump) y aún así son odiados y ridiculizados por la izquierda por sus opiniones conservadoras. ¿Ganaron el respeto del mundo liberal periodistas como Ben Shapiro y David French al no votar por Trump? ¿Se han vuelto menos odiados? ¿Los campus liberales abren sus puertas diciendo: “Por favor, háblennos, ahora que han demostrado su credibilidad al no votar por Trump»?
En tercer lugar, muchos de los que votamos por Trump dijimos desde el principio que teníamos serias preocupaciones sobre su personalidad; que pensábamos que podría causar mucha división; que parte de su retórica podría ser peligrosa. Y muchos de nosotros hemos expresado nuestro desacuerdo con el presidente desde que fue elegido.
¿Cómo, entonces, nuestro voto por él afecta nuestra fe?
He dicho en repetidas ocasiones que Donald Trump no murió por mis pecados y que no es mi Salvador. Y no voy a vender mi alma por apoyarlo a él.
No obstante, puede estar seguro de que sí votaría por él, en oposición a Hillary Clinton, en cualquier circunstancia. Prefiero ampliamente que él elija candidatos a la Corte Suprema a que lo haga Hillary; o que esté en contra del extremismo LHBT, o que proteja nuestras libertades religiosas, o que se levante en apoyo Israel, o que enfrente a Irán.
Por favor, dígame entonces cómo un voto (con vacilación) por un hombre que defiende la vida de los no nacidos, que se resiste al activismo LHBT en nuestras escuelas, que rechaza el ataque a nuestras libertades, que desafía al islam radical y que apoya a Israel, puede de alguna manera comprometer mi fe.
Sí, cuando yo era un partidario de Cruz y opositor de Trump, estaba personalmente cansado de la frase “No estamos votando por un pastor. Estamos votando por un Comandante en Jefe”.
Sin embargo, es verdad. Fue por él por quien votamos, con la esperanza de que hiciera ciertas cosas. Algunos de nosotros lo amaron desde el principio y otros se taparon la nariz al votar. Pero hacer de esto una prueba de nuestra fe es un sinsentido.
En cuarto lugar, los medios están armando la narrativa y decidiendo cuándo se requiere indignación. “¡Si no alzas tu voz contra la separación de los niños en las fronteras, eres un hipócrita!”.
Francamente, no conozco a nadie a quien le guste eso, independientemente de si la política se remonta a George W. Bush o a Barack Obama, o si Trump es la causa principal del problema. Por supuesto, queremos mejores soluciones. Sin embargo, ¿por qué se nos exige que nos unamos a una manifestación izquierdista de odio contra Trump para demostrar que no somos personas malvadas?
El hecho es que evangélicos de todo el país realizan una increíble cantidad de obras sociales todos los días, desde alimentar a los pobres hasta alojar a las personas sin hogar, luchar contra la trata de personas, adoptar niños rechazados, ayudar a los adictos a desintoxicarse y patrocinar a los refugiados. (Esto es sólo la punta de un iceberg gigante de buenas obras evangélicas).
No tenemos que demostrar nuestra moralidad dando nuestro “amén” a la última causa de la izquierda. (Y repito: no conozco a nadie que esté satisfecho con el hecho de que se separen niños de sus padres, y muchos de mis colegas también alzaron sus voces contra esto. Pero no tenemos que bailar al ritmo de los medios).
Por supuesto, hay evangélicos que parecen idolatrar a Trump, que nunca discreparán con él y mucho menos lo criticarán, que parecen tener un doble rasero cuando se trata de este presidente. Estoy de acuerdo con los que creen que ese tipo de acciones pueden dañar nuestro testimonio y hacernos parecer hipócritas. Absolutamente.
No obstante, hacer de la denuncia de Trump una prueba de fuego de la ortodoxia cristiana es completamente ridículo. Insto a mis colegas y amigos a no dejarse engañar por este juego.