Rissa Arias

Mayflower Maven | 23 de enero de 2014

¿Qué dice acerca de una sociedad cuando la decencia y el sentido común se convierten en polémica?

Aquellos de ustedes que tienen más de cincuenta años, ¿alguna vez pensaron que en sus sueños más remotos un presidente de EE.UU. que ocupa la Casa Blanca aprobaría abiertamente el infanticidio? Sin embargo, ahí está. El voto de Barack Obama a favor del infanticidio cuando él era un miembro de la Legislatura del Estado de Illinois fue un poco «controversial», ¿no te parece?[1] Sin embargo, desde entonces, se ha mudado a la Casa Blanca para un segundo término presidencial de los Estados Unidos de Norteamérica. Los Peregrinos, los Puritanos, los Padres Fundadores y patriotas del pasado darían vueltas en su tumba si pudieran ver en lo que este país se ha convertido, al que se sacrificaron pagando un precio alto por defender su existencia debido a las costumbres y los valores que acogieron. Estados Unidos fue la esperanza de las naciones y la meta a la que muchos aspiraban. ¿Cómo hemos llegado a dar semejante giro cuando empezamos, aunque no fue perfecto, con un fundamento cristiano tan sólido?

Es verdaderamente trágico que la gente que no profesa una fe ahora son los únicos permitidos en las instituciones y las plataformas públicas y civiles con sus creencias conjuradas de sus propias imaginaciones erróneas. Meros hombres se han declarado más importantes e informados que Dios. El sentido común y la decencia han salido por la ventana cuando un presidente en función (por ejemplo, Bill Clinton) se perjura bajo juramento delante de toda la nación en su juicio por una conducta sexual inmoral y todavía se le permite terminar su mandato presidencial y la gente dice, «no lo juzguen, esa es su vida personal y él está haciendo un gran trabajo como presidente». ¿Perdón?

Durante más de cien años hemos estado recibiendo a los servidores públicos de las universidades de prestigio, que se supone que son la crema y nata de la sociedad, sin embargo, todos ellos manifiestan ser unos corruptos en su moralidad. Habrían sido el mejor producto de la sociedad si las universidades hubieran mantenido sus declaraciones de visión y misión originales de su fundación. La moral cristiana en la educación fue un elemento indispensable en las instituciones de nuestra república, y se pedía a los estudiantes ejemplificar esas costumbres en su vida personal.

Hoy en día, la gran mayoría de los colegios y universidades son incubadoras liberales su objetivo es destruir la fe de un estudiante y aplastar su capacidad individual para pensar en nada más que pensamientos liberales y políticamente “correctos”. El adoctrinamiento liberal y humanista es brutal. Sesenta y dos por ciento es la cifra asombrosa para el número de estudiantes que ingresan a una carrera universitaria o una universidad con una fe cristiana – y salen sin ella. Se les enseña que la fe en Dios es anticuada, no es intelectual y es básicamente estúpida y debe ser reemplazada con la fe en el gobierno.

Los medios de comunicación elitistas no son de ayuda. Ellos se han encargado de oponerse a cualquiera que se atreva a señalar que la reverencia por la vida y el matrimonio heterosexual y monógamo, que se dedica a la crianza de los hijos y al fomento de una vida familiar sólida, es preferible al desastre ha traído a nuestra cultura la revolución sexual, que nos ha dado la ilegitimidad, enfermedades de transmisión sexual, el aborto, el divorcio y la pobreza.

La guerra cultural está al descubierto. Recientemente el gobernador Cuomo con audacia y sin rodeos, dijo lo siguiente acerca de los conservadores, «¿Quiénes son? ¿Son estos los conservadores extremistas que abogan por el derecho a la vida, a favor de armas de asalto, anti gay? ¿Es eso lo que son? Porque si eso es quiénes son y ellos son los conservadores extremistas, no tienen lugar en el estado de Nueva York, porque eso no es lo que son los neoyorquinos«. [2]

¿Desde cuándo es controversial defender el matrimonio tradicional y la vida humana inocente como algo digno de ser protegido por la sociedad?

Cuando al mal se le llama bueno y a lo bueno se le llama malo, las sociedades mueren. Cuando las buenas costumbres desde la perspectiva de Dios y el sentido común se convierten en polémica, estamos en el borde del abismo. ¡Has sido advertido, Estados Unidos! 

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