John Livingston | 5 de diciembre de 2017
(Gary DeMar) – El veloz avance de la tecnología y la inteligencia artificial está haciendo sudar a los humanistas. Al debatirse en la ética de conceder derechos a los robots, se fijan en minucias…
Los seres humanos son empáticos. Los darwinistas y los cristianos están de acuerdo en eso, aunque difieren en cuanto a la fuente de nuestra empatía. El resultado es que los darwinistas cada vez tiene más dificultades para reconocer lo que es y lo que no es una persona.
AHOGARSE EN UN VASO DE AGUA
Creo que la mayoría de la gente no tiene ese problema. Es un problema que se crea cuando uno pasa demasiado tiempo absorbiendo los disparates de la teoría de la evolución. Eso hace que uno pierda la capacidad de pensar correctamente. Como esta filósofa canadiense de una universidad de Toronto:
Sin embargo, la inteligencia artificial está avanzando con rapidez. En un futuro no muy lejano podremos empezar a sentir que nuestras máquinas tienen algo parecido a los pensamientos y sentimientos, aunque estén hechas de metal y plástico en vez de carne y huesos. Cuando eso ocurra, tendrá importancia la forma en que tratemos a nuestras máquinas. Los expertos en Inteligencia Artificial, los filósofos y estudiosos ya están imaginando una época en que los robos y las máquinas inteligentes puedan merecer —y se les puedan conceder— algún tipo de derechos.
Esos no tienen que ser necesariamente derechos humanos, puesto que esos nuevos seres no serán precisamente humanos. Ahora bien, «si usted tiene una computadora o un robot que es autónomo y consciente de sí mismo, creo que sería muy difícil decir que no es una persona» -dice Kristin Andrews, una filósofa de la Universidad York de Toronto, Canadá.
Como explica correctamente el artículo de la NBC, la raíz de este problema es ética:
Lo cual suscita un sinfín de cuestiones éticas difíciles. ¿Cómo deberíamos tratar a un robot que tiene cierto grado de conciencia? Qué pasa si nos convencemos que un programa de IA tiene cierto grado de conciencia? ¿Apagarlo sería equivalente a un asesinato?
Sin embargo, para llegar a la médula del asunto usted debe tener una idea de qué es, exactamente, la ética. ¿Quién la define? ¿De dónde procede?
Otra cuestión con la que usted tiene que habérselas es ¿Cuál es la esencia del hombre? Como vemos, los darwinistas se debaten con esta pregunta básica. Para ellos, los límites entre las personas, los animales y los robots se vuelven borrosos.
Una comparación obvia es con el movimiento por los derechos de los animales. Los partidarios de los derechos de los animales han estado luchando porque se reevalúe el estatus de ciertos animales, en especial de los grandes simios. Organizaciones como el Proyecto de Derechos No-Humanos, radicada en Coral Springs, Florida, creen que los chimpancés, gorilas y orangutanes merecen ser tratados como personas autónomas y no como meras propiedades.
Steven Wise, quien dirige el equipo legal de la organización, dice que la misma lógica se aplica a cualquier entidad viviente, autónoma o no. Si un día tenemos robots capaces de sentir, dice él, «debemos tener la misma clase de responsabilidad moral y legal hacia ellos que las que estamos en proceso de desarrollar con relación a los animales no-humanos».
¿QUÉ ANIMALES Y QUÉ DERECHOS?
Así que aquí tenemos una pregunta: ¿Cómo usted presenta la ilusión de hacer algo bueno, sin hacer nada bueno en realidad?
Una manera es personalizando a los animales. Ocuparse de personas necesitadas es más difícil que ocuparse de animales necesitados, así que, para aliviar su culpa por no ayudar a la gente, una persona aplastada por su culpa puede proyectar humanidad a los animales, cuidar a los animales y después pretender que ha hecho algo tan bueno como ayudar a personas reales.
Según esta manera de pensar, la gente de los derechos animales quiere que los seres humanos establezcan derechos legales para los animales, pero eso revela el dilema asociado con la primera pregunta: ¿de dónde proviene la ética y quién la define?
¿Deberán las leyes para el bienestar de las gallinas exigir 100 pulgadas cuadradas para cada gallina? ¿15? ¿Quién debe decidir eso? (En California son 116.)
Los mismos problemas los confrontan los derechos de los robots:
Por supuesto, decidir qué máquinas merecen consideraciones morales será difícil, porque a menudo proyectamos los pensamientos y sentimientos humanos a entidades inanimadas — y así terminamos simpatizando con entidades que no tienen ningún pensamiento ni sentimiento .
Vea, alguien va a tener que decidir qué clase de robots merece y cuáles no merecen derechos legales. ¿Quién nombrará a esa persona o grupo de personas y quiénes serán ellas? ¿De qué fuente de ética se servirán ellas? ¿Cómo trazarán el límite entre lo que es suficientemente humano y lo que no lo es?
Esperemos, para nuestro bien, que no sean unos políticos los que tomen esas decisiones. ¿Acaso la autoridad para distinguir entre la condición humana y la que no es humana deba ser colocada en las manos de políticos fornicarios?
¿Quizás lo sea en las manos de burócratas que tienen un título universitario, que ya tienen problemas para distinguir entre las personas y los animales? O, bueno, no sé, ¿entre varón y hembra?
Los cristianos descansan en Dios y la Escritura como fuente de ética. La Biblia deja claro que hay una distinción real entre las personas y los animales (y entre los hombres y las mujeres). Además de esa distinción, hay una diferencia de responsabilidades, derechos y privilegios.
SIMPATIZAR CON LOS QUE NO SON HUMANOS
Los darwinistas creen en lo que es una especie de religión egipcia reciclada: la cadena de existencia. En el tope, hecho de mayor cantidad de sustancia divina que todos los demás, está el Faraón. En el fondo están los esclavos y otros animales.
Con la evolución, las criaturas son la misma clase de cosas, pero diferenciadas en base a su nivel de inteligencia evolucionada, o la capacidad emocional (o cualquier otro criterio que decidan los seres humanos que están en la cima de la cadena de alimentación).
Todos descendemos del fango primordial, después de todo (y ciertamente no de Adán ni Eva). Todos estamos emparentados, pero claramente que hay una diferencia entre las personas y los peces.
Si el fango primordial está en la base, entonces ciertos animales como peros, gatos y monos están en alguna parte del medio de la cadena. Se presume que los robots sean construidos a semejanza de los seres humanos y colocados cerca del tope de la cadena, por encima de los gatos y monos, pero ligeramente por debajo de nuestros grandes cerebros — a menos que queramos que nos conquisten como en Terminador or La Matriz.
Las amebas están en la base de la cadena. Los nazis colocaron a los judíos también en el fondo de esa cadena. Nuestra cultura moderna arroja igualmente allí los restos de los niños abortados.
Usted ve, podemos personalizar cualquier cosa. Le adjudicamos nuestra humanidad y las responsabilidades que van implícitas. El artículo de la NBC describe un experimento con un animal disecado:
Kate Darling, una investigadora del Laboratorio de los Medios del MIT en Cambridge, Massachusetts, observe algo similar cuando estudió cómo la gente interactuaba con Pleo, un robot dinosaurio de juguete. Pleo no tiene mucho aspecto de estar vivo; es obviamente un juguete, pero está programado para comportarse y hablar de manera que sugiere no solo una forma de inteligencia, sino también la capacidad de sentir el sufrimiento. Si uno sostiene a Pleo cabeza abajo, por ejemplo, empieza a lloriquear y a pedirle que se detenga.
En un intento de ver cuán lejos podemos llegar en mostrarles compasión a simples robots, Darling incitó a los participantes en un taller reciente a que jugaran con Pleo — y después les pidió que lo destruyeran. Casi todos se negaron. «La gente está condicionada, de manera subconsciente, a tratar a los robots como seres vivientes, aunque a un nivel consciente, a un nivel racional, entendemos por completo que no son reales» – dice Darling.
RE-HUMANÍCESE USTED MISMO
Lo mismo ocurre cuando deshumanizamos a las persons: las tratamos en consecuencia.
Los Nazis deshumanizaron a los judíos. El resultado fue monstruoso. En su libro del año 2012 Less Than Human: Why We Demean, Enslave, and Exterminate Others [Menos que humanos. Por qué menoscabamos, esclavizamos y exerminamos a los demás] David Livingstone escribió sobre ese proceso. En un resumen hecho por la NPR leemos las consecuencias de aquella política hacia los judíos:
Empecemos por el final. El juicio a los médicos en Nuremberg en 1946 fue el primero de doce procesos de tribunales militares que se llevaron a cabo en Alemania después de la derrota de ese país y de Japón. Veinte médicos y tres administradores — veintidós hombres y una sola mujer — fueron acusados de crímenes de guerra y de crímenes contra la Humanidad. Habían participado en el programa de eutanasia de Hitler, en el cual, alrededor de 200 00 personas con impedimentos físicos y mentales, consideradas no aptas para vivir, fueron muertas con gases, y realizaron experimentos diabólicos en miles de prisioneros judíos, rusos, gitanos y polacos.
Los experimentos fueron macabros. Usted puede leer un resumen en el vínculo. De la causa de ese comportamiento escribe Smith:
Lo que describe Taylor en su narración es tan horripilante, que resulta fácil pasar por alto lo que puede parecer una retórica insignificante y florida: su comentario de que «aquellas personas desgraciadas eran… tratadas peor que animales». Sin embargo, el comentario suscita una pregunta de importancia profunda y fundamental: ¿Qué es lo que permite que un grupo de seres humanos trate a otro grupo como si fueran criaturas subhumanas? No es difícil dar una respuesta cruda. Los pensamientos establecen el programa de acción, y pensar en seres humanos como menos que humanos allana el camino para la atrocidad. Los nazis fueron explícitos respecto a la condición de sus víctimas. Eran Untermenschen — subhumanos — y como tales quedaban excluidos del sistema de derechos morales y obligaciones que mantienen unida a la Humanidad. Es mal matar a una persona, pero permisible exterminar a una rata. Para los nazis, todos los judíos, gitanos y demás eran ratas, peligrosas ratas vectoras de enfermedades.
Permítanme repetir lo que él dijo: Es malo matar a una persona, pero permisible exterminar a una rata. Es por eso que los marxistas no se refieren a los niños no nacidos como personas, ni como bebés, sino como algo que suena subhumano — como «feto» o sencillamente un órgano del cuerpo de la mujer, o «lo que sea».
Los marxistas creen en el aborto. Quieren huir de la realidad de que abortar un feto es asesinar a un bebé. Es por eso que se refieren a los niños no nacidos como cualquier cosa menos eso. Deshumanizan a los bebés, lo cual hace aceptable exterminarlos.
CONCLUSIÓN
Entonces llegamos a este punto. Los darwinistas están debatiendo si se concederán derechos legales a los robots en el futuro. Tienen dificultades imaginándose qué criterios deberán emplearse para separar a los robots humanos de los robots que no son lo suficientemente humanos.
En general, ellos tienen problemas para distinguir a los animales de las personas. Y a los niños de las niñas.
Sin embargo, no tienen absolutamente ningún problema para reconocer a los bebés no nacidos como entidades que no son nada humanas. Para citar a la filósofa canadiense del artículo: «Si nos damos cuenta de que algo es en realidad un “alguien”, entonces tenemos que tener en cuenta sus intereses».
En las palabras de Jesús, esa gente está colando los mosquitos, pero tragándose los camellos.
Desde este punto de vista evolutivo, si tratamos a los robots como personas o no depende únicamente de que decidamos pensar en ellos como gente o no.
¿Usted quiere que sean humanos? Entonces piense que lo son.
¿Quiere que sean no humanos o subhumanos? Entonces sencillamente piense que lo son.
Para el darwinista, la decisión es arbitraria.
Claramente, los niños por nacer no reciben los mismos derechos que la gente. Así los marxistas quieren arrebatar lo que les perteneces por derecho a los bebés no nacidos y otorgárselo, en lugar de a ellos, a un amasijo de circuitos digitales que podemos simular que es humano.
Los seres humanos somos empáticos. Podemos identificarnos con los demás porque tenemos un antepasado común. En el cristianismo lógicamente explicamos que eso es debido a que las personas están diseñadas por un Creador amoroso, a Su propia imagen. La imagen de Dios es el vínculo común entre las personas, y como es su Creador y Dueño, Él ha establecido lo que la Declaración de Independencia llama «ciertos derechos inalienables». Así que cuando la Biblia establece una prohibición del asesinato, se la aplicamos también a los bebés no nacidos.
Sin embargo, aquí los marxistas sugieren que sencillamente estamos simpatizando con entidades que no tienen pensamientos ni sentimientos en lo más mínimo.
La Biblia garantiza los derechos humanos, independientemente de cómo se sientan determinados grupos o individuos. Un sistema legal justo protegerá esos derechos, sin tener en cuenta cuánto los marxistas los desprecien. La Biblia también les exige a los seres humanos, como mayordomos de la Creación, que respeten ciertos derechos de los animales y del planeta, pero esos no deben ser elevados hasta el punto de que se les confunda con derechos humanos. Hacerlo es cometer un serio error teológico. El resultado es lo que hemos visto aquí: confusión. Las verdaderas víctimas de esta confusión inevitablemente perderán su voz en el sistema legal.
Lo que tenemos aquí es una versión moderna y perversa de la doctrina teológica de la doble imputación: la humanidad de los bebés por nacer es imputada a los robots, y la inhumanidad de los robots es imputada al bebé por nacer.
Excepto que yo no creo que los robots nos salven.