Peter Heck | 7 de junio de 2016
(OneNewsNow.com) – No hace mucho una amigo me preguntó lo que pensaba de la decisión de Trey Pearson de abandonar a su familia y «salir» al mundo. Para aquellos que no lo conocen, Trey Pearson es el primer vocalista de una banda de rock cristiano llamada Everyday Sunday [Todos los días son domingos]. En un artículo de una revista y en una plétora de entrevistas subsiguientes, Pearson dio detalles de cómo él nunca había querido ser homosexual, pero tuvo que ser honesto consigo mismo. De hecho, esa fue la mayor razón para su decisión, como dijo en un tweet:
«A mis fanáticos y amigos: “Finalmente soy honesto conmigo mismo. Les amo a todos”».
La reacción del mundo fue inmediata y tremendamente positiva. Trey incluso tweeteó cuán abrumado se sintió ante el derroche de apoyo a su decisión. Y, trágicamente, ese apoyo no se limitó al mundo. Muchos cristianos dieron eco al mundo (cosa que se está convirtiendo en algo demasiado frecuente en estos días) al apoyar la decisión de Pearson de vivir una vida homosexual sin tapujos, repitiendo su decisión de ser finalmente «honesto» consigo mismo.
Eso es lo que más me preocupa, creo yo. Aparentemente, el cristianismo que Pearson conoció y aprendió, igual que el cristianismo practicado por muchos creyentes en estos días (es decir, el cristianismo predicado desde tantos púlpitos) tiene muy poco o ningún fundamento en la Palabra de Dios. Con esto no sólo quiero decir la verdad de que el homosexualismo es una forma de conducta ofensiva y pecaminosa. Quiero decir la enseñanza fundamental del estado básico del hombre.
Para cualquier cristiano, ser «honesto» consigo mismo es llegar a reconocer que todos somos pecadores, empujados hacia deseos pecaminosos (sexuales o no) por una naturaleza depravada que nos lleva a creer que somos dioses de nuestros universos privados. Eso requiere que analicemos el destino de nuestras almas pecaminosas y escojamos el arrepentimiento y la confianza en un poder que no es de este mundo, un poder que hace ver al ciego, que lo perdido sea hallado, y que convierte al más vil ofensor de la fe cristiana en el mayor misionero que el mundo haya visto. Nos exige reconocer que, sin importar lo fuerte que sea el deseo de pecar, sin importar lo natural y poderoso que pueda parecer comparado con nuestra fuerza terrenal, el mismo Espíritu que levantó a Jesús de la tumba está disponible para levantarnos de nuestros deseos y designios mortíferos.
Ser «honestos» consigo mismos quiere decir que reconocemos que el camino que nos parece – y que sentimos – que es muy bueno, nos lleva a la muerte.
Pero en lugar de ser honesto consigo mismo, Pearson en realidad prefirió engañarse a sí mismo (y, tristemente, a muchos otros) al creer que su deseo pecaminoso lo define, lo controla y lo posee. Ha decidido concederle el poder de dejar devastada a su esposa, de confundir y dejar heridos para siempre a sus hijos, destruir su ministerio y arrebatarle a Cristo el salón del trono de su alma.
Si este último aspecto parece dramático, es porque lo es. Pearson le dijo a Religion News Service: «Dios quiere que yo sea… como yo soy en realidad». No, nada de eso. Semejante creencia está divorciada de toda noción de la verdad bíblica. Semejante declaración no procede de una mente rendida a la voluntad de Cristo, sino de una mente atiborrada de un orgullo pecaminoso.
Dios nos dice en reiteradas oportunidades que la única forma de vivir es muriendo (Gálatas 2:20). Dios no desea que nos exaltemos a nosotros mismos, sino que muramos a nuestro ego (Efesios 4:22-24). Los creyentes tienen que crucificar la carne con sus pasiones y deseos (Gálatas 5:24). El propio Jesús nos dijo que cualquiera que quisiera ganar su vida la perdería (Marcos 8:35), y que cualquiera que no tomara su cruz y lo siguiera no era digno de Él (Mateo 10:38).
La vida cristiana consiste en la negación de uno mismo (Colosenses 3:5). Trey Pearson ha escogido, en vez de eso, negar a Dios y exaltarse a sí mismo. Y lo ha hecho al costo de todo lo que Dios, generosamente, le había dado: una esposa amorosa, hijos, testimonio, ministerio y notoriedad.
Esta no es una decisión que ningún cristiano pueda apreciar, aplaudir ni apoyar.
¿Qué pasará ahora? Jesús nos dice: «De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto» (Juan 12:24). Trey Pearson actualmente está disfrutando del falso amor envuelto en la volátil adoración del mundo. En medio de los ensordecedores aplausos de los hombres él no desea, ni es probable que preste atención, a las advertencias ni admoniciones de los verdaderos creyentes durante su hora de adoración terrenal y fanfarria. Pero cuando se terminen las invitaciones a The View, las entrevistas con The Huffington Post, los tweets de felicitaciones de las celebridades, Pearson será un hombre solitario, enredado en su negación pública de Cristo y en el pecado que él prefirió abrazar, con la vana esperanza de poder llenar un vacío que sólo Jesús puede llenar.
Oremos en primer lugar por su familia inocente. Después oremos por él; oremos por aquellos que puedan llegarle en esos momentos vulnerables que van a venir; que puedan tener el coraje de decir la verdad que hiere, pero que sana, y oremos por que Pearson pueda llegar a confiar en la Palabra de Dios antes que en las palabras de los hombres.