Un pedacito de mi corazón

Un pedacito de mi corazón es herido cada vez que somos incapaces de ayudar a una mujer a desechar sus planes de abortar la pequeña vida humana que está dentro de su vientre.

Como he sido técnico de ultrasonido durante los últimos 30 años, he tenido el honor de ser testigo de la obra del Señor en el vientre. «Tú me hiciste en el vientre de mi madre» Salmo 139:13. He visto y documentado el desarrollo de los pequeños seres humanos a medida que avanzan por las distintas etapas de sus vidas. «Y creó Dios al hombre a su imagen»  Génesis 1:27. «Formidables, maravillosas son tus obras» Salmo 139:14. «Aún vuestros cabellos están todos contados» Mateo 10:30. Los he visto saltar y estirarse, sacar la lengua, bostezar, chuparse los pulgares, mostrarme si es un varón o una hembra. He escuchado y he grabado el latir de sus corazones y medido sus huesos y talles. He tenido el privilegio de presenciar su crecimiento a través de las distintas etapas de desarrollo y mostrarles esas imágenes a sus padres y al Creador. No puedo evitar sentirme cercano a ellos, porque los conozco; los he visto y los he oído. Los he visto jugar.

Muchas mujeres después del aborto han comentado que un pedazo de su corazón ha muerto con su hijo abortado, igual que le ocurre a cualquier padre que pierde a un hijo. No importa en qué etapa de desarrollo, lo que importa es que los que pierden a un hijo tienen una aflicción profunda. Una aflicción que es mucho peor cuando es un secreto, cuando no hay consuelo para los afligidos, no hay ningún recuerdo, ni reunión de la familia. Es como si el niño nunca hubiera existido. Los que sobreviven a un aborto tratan de seguir adelante con sus vidas, como si el niño no hubiera existido. Para muchos hombres y mujeres esto es una herida purulenta que debe mantenerse secreta y el dolor disimulado hasta que estén lo suficientemente desesperados como para buscar sanación. 

Yo me hallo en un lugar de aflicción similar, secreto (oculto). Ciertamente me emocionan la alegría y la pena del resultado de los ultrasonidos del centro de crisis de embarazo donde hago trabajo voluntario. El gozo es grande. La parábola del buen pastor nos recuerda cuánto valora nuestro Padre a cada uno de nosotros (especialmente a los perdidos). Yo no tenía idea de lo profundo de mi pena. Esos niños tocan mi corazón cuando los veo en la pantalla del ultrasonido. Un pedacito de mi corazón se muere cada vez que somos incapaces de ayudar a la madre a ver su camino hacia el parto.

Recientemente asistí a un retiro de recuperación post-aborto de fin de semana Rachel’s Vineyard (La Viña de Raquel). Para mi sorpresa, la aflicción que yo había llevado brotó en forma de lágrimas incontrolables entre sollozos. Igual que los demás participantes, pasé por el proceso de aflicción y recuperación. En representación de los niños por los cuales sufro, escogí nombres para ellos e hice memoria de su corta vida en la tierra. Recibí certificados de vida para Tanisha, Jawan, Bridget, Lawanda, Keesha, Brendan, Antón, Thomas, Joseph y Andrew. Yo confío estos niños al creador de la vida, reconociendo la dignidad y el don de todos y cada uno de ellos.

Me uno a las voces de aquellos que han decidido No Callar Más.

Tengan paz,

Mike Stack
BS, RT(R), RDMS, RDCS, RVT