Una promesa de cuatro mil años cumplida

Nena Arias | 22 de diciembre de 2017

La Navidad es un momento maravilloso del año en que las familias se esfuerzan por reunirse y procuran pasar el mayor tiempo de calidad posible. Planean con mucha anticipación lo que van a hacer. Trabajan duro para crear recuerdos significativos como sea posible. No siempre resulta como la gente lo desea, pero lo siguen haciendo todos los años con la esperanza de que sus reuniones de celebración mejoren.

En mi opinión los resultados deseados no se dan, porque la mayoría de las familias omiten la razón más importante de la celebración, dejan fuera a Jesús, el Salvador del mundo que vino a la tierra y como Dios cumplió una promesa de cuatro mil años a través de este gran acontecimiento. Entonces, duele cuando la celebración de Navidad de la gente se trata solo de ellos, en su mayoría.

Por favor no me malinterpretes. También me gustan las festividades. Es de gran alegría ver todas las luces y las bellas decoraciones, disfrutar de un momento familiar con comida y diversión, está muy bien. Pero lo mejor para mí es que en Navidad la mayoría del mundo hace una pausa para reconocer que algo sucedió en la historia que impactó al mundo y a toda la raza humana. Ya sea que se den cuenta o no, o si solo lo toman como un día festivo por el tiempo libre de su trabajo, aún no cambia el hecho de que este tiempo se separa para reconocer que algún tipo de impacto en la cadena humana de eventos sucedió y el calendario lo marcó.

Según la Biblia, la tierra tiene aproximadamente seis mil años de antigüedad. Esto significa que Adán y Eva, los primeros humanos que se crearon, caminaron sobre la tierra en ese tiempo. Sabemos que su desobediencia al único mandamiento de Dios de no comer del fruto prohibido trajo severas consecuencias a toda la tierra y a toda la raza humana desde entonces. Pero Dios ya sabía lo que iba a hacer para redimir lo que se había perdido y lo anunció de inmediato haciendo una promesa que está registrada en:

Génesis 3:15 “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu descendencia y su descendencia; esta te herirá en la cabeza, y tú la herirás en el talón.”

Dios dio a conocer el evangelio de las Buenas Noticias de la salvación desde el principio después de la caída de Adán y Eva. Luego reiteró la venida de este libertador de parte de Dios en Daniel 2:31-35 y luego al profeta Isaías 9:6-7, y el capítulo 53 donde Isaías profetiza la crucifixión de cómo Jesús nos redimiría. Lo reveló como la piedra sin intervención de manos humanos en el siguiente pasaje donde Daniel interpreta el sueño de Nabucodonosor en Daniel 2:31-35:

“Tú, oh rey, mirabas y he aquí una gran estatua. Esta estatua, que era muy grande y cuyo brillo era extraordinario, estaba de pie delante de ti; y su aspecto era temible. La cabeza de esta estatua era de oro fino; su pecho y sus brazos eran de plata; su vientre y sus muslos eran de bronce; sus piernas eran de hierro; y sus pies en parte eran de hierro y en parte de barro cocido. Mientras mirabas, se desprendió una piedra, sin intervención de manos. Ella golpeó la estatua en sus pies de hierro y de barro cocido, y los desmenuzó. Entonces se desmenuzaron también el hierro, el barro cocido, el bronce, la plata y el oro; y se volvieron como el tamo de las eras en verano. El viento se los llevó, y nunca más fue hallado su lugar. Y la piedra que golpeó la estatua se convirtió en una gran montaña que llenó toda la tierra”.

La venida del Mesías le fue revelada a Isaías de la siguiente manera:

“Porque un niño nos es nacido, un hijo nos es dado, y el dominio estará sobre su hombro. Se llamará su nombre: Admirable Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Lo dilatado de su dominio y la paz no tendrán fin sobre el trono de David y sobre su reino, para afirmarlo y fortalecerlo con derecho y con justicia, desde ahora y para siempre. El celo del SEÑOR de los Ejércitos hará esto”  (Isaías 9:6-7).

Para mayor detalle de la profecía del Mesías y el acto de la redención de la raza humana cerca de 800 años antes lee Isaías 53.

Regresando a Génesis 3:15, con la promesa de nuestro libertador: la venida de Jesús a la tierra en carne humana es algo que Dios ya había decidido incluso antes de que el tiempo iniciara.

Cuando Génesis 3:15 se refiere a «él» como descendiente de la mujer, se trata de un miembro masculino de la raza humana, no por concepción humana. El Espíritu Santo lo concebiría y vendría a dar un golpe fatal a la cabeza de la serpiente / diablo y redimiría todo lo que se había perdido por la desobediencia, aunque el diablo le heriría en el talón. Algunas traducciones de la Biblia dicen «semilla» de la mujer. No es posible que el Mesías prometido tenga alguna intervención humana en su concepción porque entonces heredaría el pecado original. Este Mesías tenía que ser puro y sin pecado para cumplir los requisitos de Dios para la redención.

A pesar de la desobediencia humana, Dios ya estaba mostrando misericordia y gracia con una promesa de redención a su debido tiempo. Sin embargo, las consecuencias del pecado sí impactaron a la raza humana y necesitábamos un Salvador.

Esto es lo que Romanos 5:12-21 registra,

Por esta razón, así como el pecado entró en el mundo por medio de un solo hombre, y la muerte por medio del pecado, así también la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. Antes de la ley, el pecado estaba en el mundo pero, como no había ley, el pecado no era tenido en cuenta. No obstante, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, aun sobre los que no pecaron con una ofensa semejante a la de Adán, quien es figura del que había de venir.

Pero el don no es como la ofensa. Porque si por la ofensa de aquel uno murieron muchos, cuánto más abundaron para muchos la gracia de Dios y la dádiva por la gracia de un solo hombre: Jesucristo. Ni tampoco es la dádiva como el pecado de aquel uno porque el juicio, a la verdad, surgió de una sola ofensa para condenación, pero la gracia surgió de muchas ofensas para justificación. Porque si por la ofensa de uno reinó la muerte por aquel uno, cuánto más reinarán en vida los que reciben la abundancia de su gracia y la dádiva de la justicia mediante aquel uno: Jesucristo. Así que, como la ofensa de uno alcanzó a todos los hombres para la condenación, así también la justicia realizada por uno alcanzó a todos los hombres para la justificación de vida. Porque como por la desobediencia de un solo hombre muchos fueron constituidos pecadores, así también, por la obediencia de uno muchos serán constituidos justos. La ley entró para agrandar la ofensa, pero en cuanto se agrandó el pecado sobreabundó la gracia para que, así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna por medio de Jesucristo nuestro Señor.

La venida de Jesucristo a la tierra hace casi 2,000 años fue la fidelidad de Dios al cumplir una promesa que había hecho cuatro mil años antes, porque Dios siempre honra su Palabra y tiene planes a largo plazo para todo lo que hace.

Entonces, esta Navidad no la vivas superficialmente, toma tiempo para reflexionar sobre la fidelidad de Dios y vive con fidelidad en tu corazón hacia él.

Con esto en mente, ahora sí les deseo ¡FELIZ NAVIDAD!

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