Luz en un mundo entenebrecido

Nena Arias | 11 de diciembre de 2017

Jesús dijo: «Yo soy la luz del mundo. El que me sigue nunca andará en tinieblas sino que tendrá la luz de la vida».
Juan 8:12

¿Alguna vez has tratado de imaginar cuán hermosa y perfecta debe haber sido la creación en el comienzo antes de que el pecado entrara en el mundo? Yo sí.

Me he imaginado que no hay hojas o ramas muertas en los arbustos, los árboles y las flores y que son perfectos. Me imagino que hay hermosos colores que nunca hemos visto. También traté de imaginar cómo sería si nunca hubiera lluvia, truenos o relámpagos, pero toda la vegetación recibía su humedad que sube del suelo, como dice Génesis 2:6: «Pero subía de la tierra un manantial que regaba toda la superficie de la tierra.» ¿Puedes imaginar la perfección y la productividad que crearía en todo el paisaje que podrías ver en cualquier dirección? En un mundo perfecto, no habría animales feroces porque todos serían dóciles y accesibles y tal vez incluso hablarían, ¿por qué no? Imagino que habría una belleza, armonía e incluso música inimaginable que impregnaría toda la tierra. La luz sería tan pura y el aire tan limpio que nos daría una fuerza inmensa con cada respiración. Génesis 1:31 dice, “Dios vio todo lo que había hecho, y he aquí que era muy bueno.”

Sin embargo, sabemos demasiado bien cuán trágico fue el cambio cuando el pecado entró en el mundo por la desobediencia. El hecho reconfortante es que Dios también estaba preparado para eso y ya había ideado un plan para redimir lo que se había perdido y restaurarlo a su belleza original y seguir compartiéndola con los de su creación que así lo elegirían para disfrutarlo con él.

Ese plan nos lo relata en Génesis 3:15, uno de los versículos más importantes de la Biblia, al declarar el juicio sobre la serpiente antigua, Satanás, quien tentó a Adán y a Eva a la desobediencia; entonces Dios dijo: “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu descendencia y su descendencia; esta te herirá en la cabeza, y tú la herirás en el talón.” Sabemos que la semilla máxima de la mujer sería Jesucristo, el único Hijo engendrado de Dios que vino en forma humana. Esta fue la promesa de un Redentor. Es decir, el Prometido, y se cumplió el eventual nacimiento de Cristo.

Después de que el pecado entró en la humanidad, también se manifestó la muerte espiritual y la muerte física. El mundo se oscureció. Las desagradables manifestaciones del pecado comenzaron con toda su fuerza cuando nos informaron del asesinato de Abel, el segundo hijo de Adán y Eva, por su hermano mayor Caín, y desde entonces, los efectos del pecado nunca cesaron o se controlaron hasta que Cristo entró en la cadena humana desde fuera de la historia humana para ser nuestro Redentor y derrotó al pecado y la muerte y así cumplió la promesa dada en Génesis 3:15. Él vino a iluminar una vez más a este mundo entenebrecido siendo la luz del mundo y nos dio la esperanza viva de que quien lo sigue nunca caminará en las tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida, de la redención, y comprenderá plenamente nuestra existencia desde la perspectiva de Dios.

Ya no tenemos que perecer eternamente, sino que tenemos la oportunidad de elegir la vida con nuestro Padre celestial para siempre, como dice Juan 3:16-17: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito para que todo aquel que en él cree no se pierda mas tenga vida eterna.  Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo sino para que el mundo sea salvo por él.”

Para lograr la redención del mundo y la raza humana, Dios ya ha hecho todo el trabajo pesado, pero ahora tú y yo debemos «levantar la retaguardia», por así decirlo, si queremos ser incluidos en su plan divino eterno y compartirlo con otros para que ellos también puedan ser incluidos. Ahora tú y yo, a través de Jesucristo y sus méritos, también debemos ser vencedores del pecado y de la muerte que produce.

Dios cuenta con nosotros para que también seamos luz en este mundo oscurecido y demostremos su brillantez a lo largo de nuestro camino terrenal para guiar a otros hacia él.

“Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad asentada sobre un monte no puede ser escondida. Tampoco se enciende una lámpara para ponerla debajo de un cajón, sino sobre el candelero; y así alumbra a todos los que están en la casa.  Así alumbre la luz de ustedes delante de los hombres, de modo que vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre que está en los cielos.”
Mateo 5:14-16
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