Nandom

Estuve involucrado en el aborto de mi novia porque no podía imaginarme de padre. En aquel entonces no tenía fuente de ingresos. Mi novia y yo nos amábamos mucho. A ella no le gustó la idea de abortar al bebé, pero yo estaba confundido. Ella comenzaba sus exámenes y yo todavía vivía con mi mamá, de modo que insistí en el aborto.

Yo nunca antes había pasado por un aborto, así que tuve que ir a buscar a alguien y algún lugar para hacerlo. También tuve que pedirle prestado el dinero a alguien. La clínica era otra cosa. Estaba descuidada y fue muy humillante. Mi novia estaba asustada, pero le dije que, pasara lo que pasara, yo la seguiría amando y asumiría las responsabilidades. Durante el aborto me sentí atemorizado. Me sentía como un asesino, un matador de bebés inocentes, un destructor y un arrebatador de vidas. Todo lo que me venía a la mente era «No matarás».

Inmediatamente después del aborto ella salió llorando, y sintió dolor en todo el cuerpo. Yo me preguntaba: «¿Qué he hecho? ¿Acabo de pagarle a alguien para que dejen ir por la cloaca a nuestro bebé? Me sentí como el peor pecador sobre la tierra. Sentí que no era capaz de quererla de nuevo.

A medida que transcurría el tiempo después del aborto sentí vacío. Echaba mano al alcohol cada vez que pensaba en lo que había hecho. A veces discutíamos de quién era la culpa; yo me enfurecía con ella por no detener el aborto, y ella me culpaba a mí por insistir en ello.

Encontré ayuda y perdón por la gracia y la misericordia de Jesús. Clamé a Dios por la noche y le dije todo lo que yo había hecho. Con la ayuda del Espíritu Santo abrí la Biblia y estudié las sanidades y el perdón de Jesús. La historia que me llamó la atención fue la de la mujer sorprendida en el acto mismo del adulterio y Jesús le dijo: «Vete y no peques más», Is.1:16-18, 1 Jn.1:9. Experimenté paz y perdón. Yo creí en Su Palabra y todavía creo que el Padre Celestial, el único que comprende nuestro dolor, me ha perdonado.

Le conté de ese Amor a mi novia y le oramos a Él juntos, dándole gracias por Su Amor incondicional. Hoy todavía vivimos nuestras vidas como niños que han sido perdonados por Jesús. Él nos ha dado un nuevo comienzo para que podamos amarnos, no conforme con nuestras lujurias, sino acordes con Su voluntad, y es por eso que no voy a quedarme callado.