¿Otra vez? ¡La tercera opción no soluciona nada!

Ramón Arias | 16 de mayo de 2016

Los partidos políticos significan fragmentación social; nunca pueden unir a una sociedad. Cada elección nos recuerda lo dividido que estamos, y esta elección presidencial no es diferente. El Partido Demócrata está dividido y en tremendo desorden; los demócratas y sus simpatizantes tienen una elección entre un ideólogo de la extrema izquierda y un socialista de élite con inclinaciones ideológicas de izquierda. El Partido Republicano también está dividido y no en mejores condiciones; a la mayoría de ellos no les gusta el candidato por no ser suficientemente conservador, y las élites están en busca de la alternativa «derecha conservadora».

No muchos estadounidenses saben que tenemos mucho más que un sistema de dos partidos. La gente piensa que es todo lo que hay porque los partidos Demócrata y Republicano son los dominantes. En realidad, hay cinco partidos políticos principales: el Partido Demócrata (1828), el Partido Republicano (1854), el Partido Libertario (1971), el Partido Verde (1991), y el Partido de la Constitución (1992). También, hay 32 partidos políticos de menor importancia que no incluyen a los independientes. También  tenemos a muchas organizaciones regionales sin ninguna afiliación a un partido nacional. Este embrollo político comenzó con el Partido Federalista (1789-1820), seguido por el Partido Demócrata-Republicano (1792-1824). ¿Sabías que también tenemos organizaciones no electorales que funcionan de la misma manera a los partidos políticos? Sí, hay 28 de ellos que en su mayoría promueven la ideología marxista.

Cada partido político tiene principios políticos, y también las organizaciones no electorales. Estos principios se denominan plataformas políticas, ideologías, filosofías  de partido, o la doctrina del partido; todas sus fuentes provienen de las ideas que dan forma a su visión del mundo. Si todo esto se asemeja al relato histórico de la Torre de Babel política (Génesis 11:11-9), es porque lo es; nada bueno y duradero ha llegado alguna vez a través de ello. Cada partido político quiere influir en la sociedad para conseguir que sus candidatos sean elegidos para un cargo público. ¿Pueden estas formas de estructura política producir una sociedad libre y justa? La historia grita con un rotundo ¡NO! Ellos no son capaces de llevar a cabo un experimento social perfecto; es un sueño imposible debido a sus puntos de vista opuestos sobre el bien y el mal de la moral que se aplica a todos los ámbitos de la vida y de las instituciones.

¿A caso los fundadores se imaginaron una sociedad tan dominada, dividida y confundida por lealtades a los partidos políticos? De ningún modo, al menos no en sus primeras consideraciones cuando formaron este experimento de gobierno. Si hubieran sabido lo que estaban creando jamás habrían procedido. En el discurso de despedida de George Washington el 19 de septiembre de 1796, deja muy en claro la desconfianza y peligros muy dañinos en la formación de partidos políticos debido a sus resultados predecibles y le advirtió a futuras generaciones que fueran educados y vigilantes para que esto no ocurriera, ya que, sin duda, destruiría a la nación:

«Ya he dado a entender acerca del peligro de los  partidos en el Estado, con especial referencia a la fundación de ellos en discriminaciones geográficas. Ahora quisiera dar una visión más amplia, y avisarles de la manera más solemne contra los perniciosos [destructivos] efectos del espíritu de los partidos en general.

Este espíritu, por desgracia, es inseparable de nuestra naturaleza, que tiene su raíz en las pasiones más fuertes de la mente humana. Existe bajo diferentes formas en todos los gobiernos, más o menos reprimidas, o controladas; pero, en las de la forma popular, en la que se ve su mayor injusticia, y es verdaderamente su peor enemigo.

La dominación que se alterna de una facción sobre otra, agudizada por el espíritu de la venganza natural por la discordia del partido, que en diferentes épocas y países ha perpetrado las atrocidades más horribles, es en sí mismo un despotismo espantoso. Pero esto conduce al fin a un despotismo más formal y permanente. Los trastornos y sufrimientos, que dan como resultado, inclinan gradualmente la mente de los hombres a buscar la seguridad y reposo en el poder absoluto de un individuo, y tarde o temprano, el jefe de una facción que prevalece como la más capaz o la más favorecida que sus competidores, convierte a esta disposición a efectos de su propia elevación, sobre las ruinas de la libertad pública».

A medida que los partidos políticos ganan aceptación popular, eso significa que ellos también ganan más poder y control para dirigir a la sociedad hacia su visión ideológica. Históricamente, en su mayoría, esto ha llevado a una presidencia infectada con ideas que los fundadores consideraban corruptas cuando se apoderan del ejecutivo federal, el legislativo y el judicial; esto no es ficción, y la gente ha sufrido. Hay excepciones, pero el hecho es que muy pocos lucharon para cumplir con su palabra de servir a todos los estadounidenses. 

Washington, en su discurso de despedida, también menciona el antídoto, no sólo para los políticos, sino también para la población en general:

«De todas las disposiciones y hábitos que conducen a la prosperidad política, la religión y la moralidad son soportes indispensables. En vano sería que el hombre reclame el tributo de patriotismo y luego trabaje para subvertir estos grandes pilares de la felicidad humana – estos apoyos firmes de los deberes de los hombres y de la ciudadanía. El simple político, igual que el hombre piadoso, debe respetar y apreciar la religión y la buena moral. Un volumen no podía rastrear todas sus conexiones con la felicidad privada y pública. Preguntemos simplemente: «¿dónde está la seguridad para la propiedad, para la reputación, para la vida, si el sentido de la obligación religiosa está ausente de los juramentos que son los instrumentos de investigación en los tribunales de justicia?» Y dejemos de complacer con precaución la suposición de que la moralidad se puede mantener sin religión. Cualquier cosa que pueda ser admitida a la influencia de la educación refinada en la mente de las estructuras peculiares, la razón y la experiencia nos impiden esperar que la moralidad nacional pueda prevalecer en la exclusión del principio religioso».

En la época de George Washington, sabían mucho acerca de otras religiones y el papel que desempeñan en las culturas, que ninguna era comparable al cristianismo bíblico. El decir que él tenía en mente alguna otra religión que no fuera el cristianismo bíblico es inexacto debido a la enseñanza que tenían desde los púlpitos predominantemente cristianos. En su mayoría, los púlpitos coloniales entendían y enseñaban la soberanía y la justicia de Dios para una sociedad estable. Por lo tanto, es fácil observar que los principios bíblicos formaron a Estados Unidos en su temprana edad. Esos fueron los Estados Unidos de entonces, y esos fueron los principios fundamentales que definieron  su carácter conforme los ciudadanos reconocían que Dios gobierna en los asuntos de los hombres y las naciones.

Los Estados Unidos del siglo 21 está lejos de sus fundamentos originales, por lo que las personas están confundidas por no saber los principios que son los sustentadores de la vida y el mundo; si es que no están familiarizados con ellos, ¿cómo pueden tomar decisiones inteligentes en cualquier elección? ¿Será que todo ya está perdido? Todo depende de si estamos dispuestos a aprender del pasado, por lo que confiadamente podemos romper este ciclo social traicionero. Te recomiendo que leas un libro, que se puede adquirir en nuestra tienda en línea, escrito por el Dr. Joel McDurmon, “Restoring America One County at a Time” How our freedom was lost and how we can get it back. (La restauración de Estados Unidos un condado tras otro» Cómo se perdió nuestra libertad y cómo podemos recuperarla).

¿Qué podemos hacer en la próxima elección presidencial? La mayoría de los estadounidenses piensan de los principales partidos políticos como los más calificados para gobernar porque los otras tres partidos principales solo hacen pequeñas incursiones con ninguna posibilidad de ganar a nivel presidencial. Los que piensan que pueden ofrecer a su candidato «conservador» como una tercera opción, será mejor que lo reconsideren. Sólo recuerden al empresario Ross Perot, que jugó dos veces para la presidencia de los Estados Unidos como un tercer candidato, primero como independiente en 1992, y luego para el partido de la Reforma en 1996. Su participación en 1992 nos dio a Bill Clinton, y veinticuatro años más tarde seguimos sufriendo las consecuencias nacionales e internacionales.

Sé que la gente está harta de la clase política, pero eso no es una justificación para perder el enfoque en nuestra mente. Tenemos que pensar las cosas con calma y llegar a la conclusión sobre quien en los partidos dominantes nos puede dar la mejor oportunidad de trabajar para hacer todo lo posible para convertir esta nación de nuevo hacia el Dios de la Biblia. Al hacer esto, tenemos que aprender y considerar cómo Dios, a través de la Biblia y la historia universal, aun utiliza a los impíos para trabajar Su propósito en el tiempo y la historia.

“Acuérdate de los días pasados; considera los años de todas las generaciones. Pregunta a tu padre, y él te lo hará saber; a tus ancianos, y ellos te lo dirán.” Deuteronomio 32:7

“Oh Dios, con nuestros oídos hemos oído, nuestros padres nos han contado la obra que hiciste en sus días, en los tiempos antiguos.”  Salmo 44:1

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