Rissa Arias

Ramón Arias | 24 de mayo de 2016

«Cuando las personas encuentran que pueden votarse dinero, eso anunciará el fin de la república». Esta cita se le atribuye a Benjamín Franklin, a pesar de que es cuestionable si Franklin la dijo. La afirmación es indiscutible debido a la devastación que las personas crean cuando votan sólo para mantener los beneficios «regalados» por el estado. Cuando todas las personas se preocupan solo por su bolsillo, pasan por alto o ignoran a los que se ven obligados a pagar por estos supuestos «beneficios», lo que demuestra un desprecio total por los que pagan tanto en impuestos (bolseados por el gobierno) para hacer posible estas disposiciones codiciadas.

Muchos piensan que sólo las personas que son los beneficiarios de la «generosidad» del gobierno, son aquellos que se les proporciona con alimentos, ropa, albergue y cuidado de la salud, que ellos son los únicos más interesados ​​en la votación de los candidatos para puestos públicos que prometen darles más de lo mismo. No olvidemos a los «otros» beneficiarios de asistencia social, los millonarios y multimillonarios, que solo vigilan por sus intereses a través de un término más conocido como el favoritismo (capitalismo entre amigos).

El asistencialismo corporativo y el gobierno grande fue un matrimonio consumado desde el principio en la nueva forma de gobierno estadounidense; el padre de dicha fusión fue uno de los fundadores llamado Alexander Hamilton (11 de enero de 1755, o 1757 – 12 de julio 1804). Thomas DiLorenzo, Ph.D. en Economía, es profesor de la Universidad de Loyola Escuela de Negocios Maryland Sellinger. Él es también un respetado historiador y autor cuyos libros están bien documentados con los hechos y es el autor de Hamilton’s Curse (La maldición de Hamilton). DiLorenzo da la razón de su libro:

Se trata del legado de Alexander Hamilton y su filosofía política, económica y constitucional. Como escribió una vez George Will, diciendo que a los estadounidenses les gusta citar a Jefferson, pero que viven con la visión del país de Hamilton.

El gran debate entre Hamilton y Jefferson sobre el propósito del gobierno, que alimenta la política estadounidense hasta el día de hoy, tiene mucho que ver con la política económica. Hamilton era un estatista compulsivo que quería implementar el corrupto sistema mercantilista británico – el mismo sistema que se luchó en contra en la Revolución Americana para escapar de esa opresión al estar en estas tierras. Él luchó ferozmente por su programa de asistencialismo corporativo, las tarifas proteccionistas, la deuda pública, los impuestos generalizados, y un banco central a cargo de los políticos y sus designados funcionando en la capital del país.

Jefferson y sus seguidores se opusieron a cada paso en el camino porque entendieron que la agenda de Hamilton era totalmente destructiva de la libertad. Y a diferencia de Hamilton, ellos tomaron las advertencias de Adam Smith en serio en contra del intervencionismo económico.

Aunque no creo que Hamilton previó el legado dañino que dejó, ni que sus ideas conducirían a la nueva nación al socialismo y de vuelta a un gobierno tiránico; no tengo ninguna duda de que debió haber reconocido que su distanciamiento de los principios bíblicos de gobierno, con el tiempo, iba a ser caótico.

A pesar de todo este daño creado por Hamilton, no deberíamos culparlo por los problemas que tenemos. Siempre es más fácil culpar a los políticos, a los ricos y a los que están en el liderazgo como los únicos culpables. No olvidemos que “Nosotros el Pueblo” aceptamos la responsabilidad de ser los guardianes de la nueva nación y sus funcionarios. En nuestra forma de gobierno, la gente es en última instancia responsable de mantener bajo control a los gobiernos federales, estatales, del condado y de la ciudad. Por lo tanto, ¿quién se descuidó?

La primera generación que luchó por la independencia derramó su sangre y murió por su libertad. Ellos hicieron la transición de colonos a ser una nación con un objetivo común, que era obtener la libertad a toda costa, incluso estaban dispuestos a pagar el precio más alto para ellos mismos y para las generaciones futuras. Nunca en su imaginación pensaban que las libertades que adquirieron iban a transformar e introducir tal decadencia de una generación a la siguiente. La generación de la Independencia recibió enseñanzas de la Biblia desde los púlpitos cristianos acerca del conocimiento de la soberanía, la justicia y los juicios de Dios. Tal conocimiento pone en perspectiva la legalidad de la propiedad de las naciones y del mundo que le pertenece a Dios. Sabían muy bien que en última instancia, las personas son responsables ante Él. Estas enseñanzas llevaron a la gente a entender que es de suma importancia el autogobierno, que es donde todas las formas de gobierno se originan en la sociedad. Esta fue la mentalidad dominante en ese tiempo, y sabían que no deberían dejar a nadie nombrado en algún puesto de servicio público sin tenerlo bajo control. James Madison escribió en el Federalista no. 51: «Si los hombres fueran ángeles, ningún gobierno sería necesario. Si los ángeles gobernaran a los hombres, ni los controles externos ni internos en el gobierno serían necesarios».

La vigilancia de la ciudadanía sobre su gobierno debe ser tan vital como el de la respiración; ese es el precio a pagar por la verdadera libertad, el progreso y la estabilidad social. En el momento que en una generación olvida el precio que se pagó por la libertad da lugar a que empiecen a fijar sus ojos y afectos en la dirección equivocada. Joseph de Maistre (1753-1821) en 1811 declaró: «Toute nation a le gouvernement qu’elle merite» («Cada nación tiene el gobierno que se merece»). Otra versión favorita es: «En una democracia, la gente obtiene el gobiernos que se merece».  El dicho con el cual yo estoy más familiarizado desde mi niñez es que «las personas tienen el gobierno que se merecen».

Contrariamente a la opinión popular, los problemas de Estados Unidos están lejos de ser políticos. El perder de vista el punto de vista bíblico es la causa principal de toda la inestabilidad y la locura moral generada por la visión torcida de los promotores del pluralismo en el mercado de las ideas. Cuando la mayoría de los cristianos acepten la realidad y reconozcan el profundo impacto negativo que la apostasía tiene sobre la nación y el resultado de su futuro, entonces serán capaces de mirar hacia atrás al fundamento de este país, tomarán el estandarte de la  verdad no adulterada revelada de Dios una vez más y reclamarán lo que las generaciones pasadas dejaron de hacer.

Durante la época colonial, los cristianos enfrentaron un período de decadencia moral y espiritual cuando abrazaron lo que estaba causando la apostasía espiritual de Europa. La Ilustración golpeó duro a los europeos cristianos tibios. Fue el resultado de una iglesia protestante decadente, la aceptación de los falsos dioses como la lógica, la razón y las leyes científicas, que sustituyeron la fe en los absolutos bíblicos. Los principios bíblicos se dejaron de lado, que eran los únicos principios que durante siglos habían dado un significado real a la vida y al mundo. Los cristianos en los tiempos coloniales en Estados Unidos fueron finalmente capaces de responder de manera diferente a las falacias de la Ilustración cuando aceptaron la realidad de la condición espiritual y moral patética que la complacencia cristiana de la iglesia institucionalizada había creado y que era la principal culpable en todo ello. Decidieron hacer algo al respecto.

Luego vino el Great Awakening (el gran despertar espiritual) que se extendió por las colonias en la década de los 1730 y se prolongó hasta la década de los 1770. Este despertar espiritual en América del Norte también se extendió al continente europeo. ¿De qué se trató todo este movimiento espiritual? Se trató de un regreso a una relación personal con el Dios de la Biblia y la aplicación de Su Palabra a las doctrinas incorrectas de la iglesia y a las falacias de las enseñanzas del clero que, finalmente, fueron expuestas. Fue un movimiento que regresó a las colonias a una mayor unidad de los cristianos nunca antes experimentada conforme las enseñanzas de los puritanos se abrazaron de nuevo.

Sin el Primer Gran Despertar, no habría un Estados Unidos de América. ¿Podrán los cristianos estadounidenses regresar a su sueño americano original y mover a la nación al siguiente nivel de la grandeza de Dios? Esto depende totalmente de los cristianos para determinar de qué manera el país se irá; van a definir esto si dejan el pluralismo, la irracionalidad del multiculturalismo y su aceptación de un programa de la supuesta “política correcta” y se rinden, sometiéndose a vivir bajo el orden de Dios una vez más.

Cada vez que el antiguo Israel abandonaba la ley moral de Dios caía en la apostasía. Uno de los síntomas que manifestaban era su desagrado de ejercer el auto-gobierno, sin saber que en última instancia, esto los llevaría a ser gobernados por la tiranía. Antes de que Israel se derrumbara y la destrucción viniera por los babilonios, Israel recibió advertencias del profeta Jeremías:

“Te castigará tu propia maldad, Y tus apostasías te condenarán. Reconoce, pues, y ve que es malo y amargo El dejar al Señor tu Dios, y no tener temor de Mí, declara el Señor, Dios de los ejércitos.”  (Jeremías 2:19)

En 1682, William Penn (1644 – 1718), fundó el gobierno cristiano de la colonia de Pennsylvania y declaró lo siguiente: «Si tú quieres gobernar bien, has de gobernar para Dios, y para hacer eso, debes ser gobernado por él .. .. los que no van a ser gobernados por Dios serán gobernados por tiranos».

Los Fundadores fueron el producto del Primer Gran Despertar. Cuando lucharon contra Gran Bretaña no estaban en rebelión contra Dios, sólo en contra de la opresión de la tiranía. En agosto de 1776, se propuso el primer lema nacional, «La rebelión a los tiranos es obediencia a Dios». 1

El Manifiesto del Congreso Continental expresó claramente la obediencia a Dios:

«Nosotros, por lo tanto, el Congreso de los Estados Unidos de América, declaramos solemnemente y proclamamos que. . . . apelamos al Dios que escudriña los corazones de los hombres por la rectitud de nuestras intenciones; y en su santa presencia declaramos que, ya que no estamos movidos por cualquier sugerencia de ligereza o precipitados de ira o venganza, por lo que a través de cada posible cambio de fortuna vamos a adherirnos a esta nuestra determinación”. 2

¿Cuál es entonces la única opción eficaz y probada? Si «Las personas tienen el gobierno que se merecen», entonces más vale que la gente elija y supervise a sus funcionarios sabiendo que ningún individuo está por encima de la ley de Dios. Por encima de todo, debe haber un retorno a los principios bíblicos para que nos gobiernen; no hay otra alternativa positiva y más prometedora.

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