Una compasión mal dirigida en el movimiento a favor de la vida

Dr. Joel McDurmon | 26 de septiembre de 2017

En un reciente artículo, la vocero pro-vida Abby Johnson dice que el obstáculo real que hay hoy para terminar con el aborto es la percepción de «hombres blancos mayores que les gritan a las mujeres» en el exterior de las clínicas de aborto. Dice ella: «Es importante la imagen que tienen de los que están a favor de la vida aquellos que se oponen a nosotros». Leer el resto de su artículo me hace comprender por qué los principales movimientos pro-vida han estado fallando durante más de 40 años. Es por dirigir mal su compasión y por olvidar la importancia del gobierno civil para los cristianos.

La Sra. Johnson cuenta la historia de cuando ella trabajaba para Paternidad Planificada [Planned Parenthood]. Casi trabó amistad con una de las que protestaban contra el aborto –casi la llama para programar tomarse un café juntas- pero entonces otro que protestaba contra el aborto «envió una carta a la barriada donde vivían mis padres, comparándome con un molestador de niños y diciéndole a todo el mundo que yo mataba niños». Cuando ella se dio cuenta de que esos dos trabajaban juntos, lo pensó mejor. No quería tomarse un café con la otra muchacha, después de todo.

¡La Sra. Johnson culpa a la carta de aquel hombre furioso y agresivo por provocar que se quedara en paternidad planificada otros dos años! Dice: «No crucé aquella cerca durante otros dos años». Dos años. ¿Cuántas vidas fueron arrebatadas durante aquellos dos años? ¿Cuántos bebés más murieron en mis manos porque no hice aquella llamada?

Lo absurdo de este razonamiento queda expuesto si analizamos la Escritura. El aborto es un asesinato. El asesinato es un crimen. La Escritura nos enseña a no tener piedad con el crimen. Aunque la salvación obviamente no es por la ley, ésta de todas formas sirve para varios propósitos cruciales, y dos de esos propósitos son la prevención y el castigo del crimen. En ningún caso debemos mostrar compasión.

La doctrina bíblica de la justicia civil es tener compasión de las víctimas, pero no tener piedad –ninguna compasión- para darle un castigo apropiado el criminal.

Pero si hubiere alguno que aborreciere a su prójimo y lo acechare, y se levantare contra él y lo hiriere de muerte, y muriere… No le compadecerás; y quitarás de Israel la sangre inocente, y te irá bien (Dt. 19:11–13).

Esta norma es repetida unos pocos versículos más adelante, al tratar de las reglas para los testigos falsos. Aquí se dice que la ley también tiene un aspecto preventivo en la sociedad.

entonces haréis a él como él pensó hacer a su hermano; y quitarás el mal de en medio de ti. Y los que quedaren oirán y temerán, y no volverán a hacer más una maldad semejante en medio de ti.

Y no le compadecerás  (Dt. 19:19–21).

Aquí se dice que el aspecto preventivo es específicamente el temor.

Algunos cristianos han sido compelidos a creer que la aplicación de la ley es un fenómeno del Antiguo Testamento, que es remplazado con el amor en el Nuevo Testamento, pero Pablo apoya el uso de la ley en el Nuevo Testamento también:

Pero sabemos que la ley es buena, si uno la usa legítimamente; conociendo esto, que la ley no fue dada para el justo, sino para los transgresores y desobedientes, para los impíos y pecadores, para los irreverentes y profanos, para los parricidas y matricidas, para los homicidas, para los fornicarios, para los sodomitas, para los secuestradores, para los mentirosos y perjuros, y para cuanto se oponga a la sana doctrina, según el glorioso evangelio del Dios bendito, que a mí me ha sido encomendado (1 Tim. 1:8–11).

Yo hablo de esas diferencias entre el amor bíblico y nuestros sentimientos de amor, así como del temor bíblico, en The Bounds of Love: An Introduction to God’s Law of Liberty. [Los lazos del amor: Una introducción a la Ley de la Libertad de Dios].

Las gentes que permiten que sus sentimientos personales estén por encima del designio de Dios para la sociedad pueden creer que el amor es mejor cuando se sirve con un café con leche, pero cuando hay un crimen de por medio, el único rumbo que puede tomar el amor es el de la justicia civil. Detener el crimen, hacer restitución si es necesario y dar castigo al criminal si es necesario. Eso es para proteger al inocente y para hacer que los criminales potenciales teman.

Cuando eliminamos ese temor y lo remplazamos con una compasión indebida, creamos una licencia para el crimen. Eso es lo que hace involuntariamente la Sra. Johnson con sus llamados.

¿Qué conclusión podemos sacar de esto, sino que los partidarios de la vida que vacilan debido a una compasión mal entendida se preocupan más por proteger los sentimientos de los asesinos que la vida del niño?

Y sí, realmente es así de malo. La Sra. Johnson continúa argumentando que «un niño no podrá ser salvado a menos que toquemos los corazones de las mujeres que entran en los lugares de aborto». No es cierto.

Imagínense si tratáramos cualquier otro delito civil de esa manera. Imagínense que dijéramos: «la víctima de una violación no podrá ser salvada a menos que antes toquemos el corazón del violador». Imagínense que dijéramos: «Una esclava sexual no podrá ser salvada a menos que toquemos primero el corazón de los traficantes sexuales».  Imagínense: «Las víctimas de asesinato no podrán ser salvadas a menos que alcancemos antes el corazón del asesino».

Imagínense que esos razonamientos fueran empleados para impedir que se cumplieran las leyes contra la violación, el asesinato y el robo. Imagínense que razonamientos como el de la Sra. Johnson  se emplearan para avergonzar a los que predican con celo en contra de estos crímenes.

La Sra. Johnson dice que no podremos detener el aborto por medio de la intimidación: «No podremos ayudar a las mujeres si las asustamos». Por disparatado que pueda parecerle a un cristiano de hoy día, esto está absolutamente mal. El temor es precisamente una de las maneras en que funciona la ley civil, y una razón por la que es una herramienta cristiana en una sociedad pecadora. Usted comete un asesinato, usted va a la cárcel o es ejecutado. Los que de ninguna forma sean persuadidos de herir a su prójimo por ningún otro medio, deberán ser persuadidos por la amenaza del castigo.

Repito, la compasión de la Sra. Johnson está mal dirigida; pide compasión para los perpetradores en vez de para las víctimas. Si esa persona favorable a la vida fuera compasiva de una forma que expresara el amor bíblico, tendría compasión del niño, y no de sus asesinos.

Amigos, aquí no estamos hablando de procedimientos médicos ni de la salud de la mujer. Estamos hablando de asesinato. No se dejen engañar ni piensen que una consideración con los sentimientos del personal de la clínica de abortos ni de los carniceros médicos residentes es la manera cristiana de actuar. Aprobemos y apliquemos ahora leyes a todos los niveles para detener ahora la práctica y dejemos que los Estados desafíen a la Corte Suprema si es necesario. Después de eso podemos vérnoslas con las emociones.

Especialmente en un mundo de almas no regeneradas –pero incluso en un mundo de almas regeneradas pero todavía no santificadas-  las leyes del gobierno civil son baluartes contra toda injuria y malicia. El homicidio todavía podrá residir en los corazones de la gente (1 Juan 3:15), pero la vasta mayoría no comete físicamente asesinatos por temor al castigo. Lo mismo es válido para otros pecados y crímenes. Sí, nos cuantos que estás entregados por completo al mal o desesperados van a cometer crímenes de todas formas, pero no serán los millones que lo harían si los crímenes fueran legales. Muchos de ellos habrían cometido crímenes físicos si no fuera por el temor y la intimidación proporcionados por la ley civil.

Con el aborto es lo mismo. Es un homicidio. Debe ser tratado como homicidio, de inmediato. No espere a que el abortista asesino o la secretaria del asesino se sienta bien con usted y programe tomarse un café con usted. Las sonrisas y los sentimentalismos no importan aquí. Lo que importa es la ley. Lo primero es repenalizarlo. Tómese el café después.

Guarde sus sentimientos de compasión para donde de veras hagan falta: las madres pobres y solteras. Después que el aborto haya sido abolido y penalizado, por un tiempo habrá una tremenda necesidad de ayuda para esos embarazos «de crisis». La necesidad disminuirá con el tiempo si la sociedad vuelve a la normalidad con la moral cristiana y se hacen más raras las preñeces fuera del matrimonio. Sin embargo, incluso entonces algunas madres necesitarán ayuda. En estos casos (incluso hoy) será el momento de programas reuniones para tomar café y recibir consejería. Aquí es donde debe estar la compasión, y no frente al escritorio de programación de citas con un asesino en masa.

El mundo cristiano necesita dejar bien atrás la compasión equivocada que hace fracasar la causa a favor de la vida. No tiene respuestas bíblicas ni tiene un plan bíblico ni tácticas para abolir el aborto. No creo ni que realmente lo desee. Debemos adoptar un enfoque legal más radical y mejor pensado.

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