El cristianismo en Estados Unidos de Norteamérica: Reforma o muerte

Por Ramón Arias

Millones de norteamericanos continúan creyendo que Estados Unidos de Norteamérica sigue siendo único y su éxito, único también. De hecho, es la nación más poderosa del mundo, cuenta con gran fuerza militar, abundancia de riqueza, es líder en la ciencia y en la tecnología, sus universidades son de renombre mundial, brilla con la antorcha de la democracia y la libertad, domina al mundo con su entretenimiento, es la nación más generosa del mundo, pues se le reconoce su capacidad de responder con rapidez y generosidad a los desastres de la naturaleza en el mundo con mano de obra y cientos de millones de dólares de apoyo. Estados Unidos de Norteamérica es la nación que envía más misioneros y finanzas para esparcir el Evangelio de Cristo Jesús, como ninguna otra nación. Millones de personas, en todas partes del mundo, se abren paso, legal o ilegalmente, para llegar a esta tierra, pues siguen creyendo que este país es la tierra de las oportunidades y continúa ofreciendo vida inigualable y libertad para todos. Pero las dos preguntas más importantes que necesitan respuesta son: ¿continúa Estados Unidos siendo único? ¿Tiene Estados Unidos éxito único? Antes de contestar estas preguntas debemos considerar la condición actual de la nación.

La sociedad estadounidense, al iniciar el siglo XXI, no debe ignorar la magnitud de sus problemas, a pesar de su progreso material. Desde mediados del siglo XX, la nación empezó un declive social dramático y bastante traumático. La mayoría de los estadounidenses han ajustado su vida y han escogido ignorar todo el buen terreno social y moral que se ha perdido. Pero tratar de esconder o ignorar los hechos nunca ha ayudado a nadie y mucho menos ha mejorado ningún aspecto de la vida. Los hechos son hechos y revelan que la nación tiene serios problemas. Si algo radical no sucede para detener este declive en el cual nos encontramos, la destrucción de la vida estadounidense, como se ha conocido, es inminente. ¿Soy pesimista? No, pero no me atrevo a ignorar las lecciones que nos brindan la historia que nos revela las razones por las cuales han sido destruidas grandes civilizaciones y naciones en el pasado. Haríamos bien en tomar muy en cuenta la advertencia de Tomás Jefferson cuando dijo:

«Dios nos dio la vida y la libertad. ¿Podrán las libertades de una nación estar seguras si se remueve la firme base de la convicción en la mente de las personas de que estas libertades son el don de Dios?”[1] 

Estados Unidos no necesariamente tiene que temerle al terrorismo o a una invasión de fuerzas enemigas que arriben a sus costas de manera convencional o sofisticada por cielo, tierra o mar. Los verdaderos enemigos de Estados Unidos están dentro de sus fronteras, trabajando arduamente para aniquilarla. En 1994, Jim Nelson Black escribió un libro titulado «When Nations Die» [“Cuando las naciones mueren”], en el que trata con diez señales de advertencia cuando una cultura está en crisis mortal. En el capítulo de Social Decay [Decadencia Social] trata con el desorden social, la falta de disciplina en la economía y el aumento en la burocracia. En el capítulo de Cultural Decay [Decadencia Cultural] analiza el declive en la educación, el decaimiento en el fundamento cultural, la falta de respeto por la tradición y el aumento en el materialismo. En el área de Moral Decay [Decadencia Moral] señala el aumento de la inmoralidad, la descomposición de la creencia en la religión y la devaluación de la vida humana.

Black cita a Alexis de Tocqueville quien escribió «Democracy in America» [“La democracia en América”] y nos dio una firme advertencia: 

“A causa de que la civilización romana fue destruida por invasiones de los bárbaros, quizás nos inclinamos demasiado a pensar que sólo de esa manera puede morir una civilización. Si las luces que nos guían se llegan a extinguir, se desvanecerán poco a poco, como si fuese de su propia decisión… Pero no debemos consolarnos en pensar que los bárbaros están muy lejos. Algunos permitirán que les arrebaten la antorcha de sus manos, pero otros la pisotearán con su propio pie”.[2]  

Los síntomas que Black describió hace una década se han vuelto crónicos conforme los vemos ante nuestros propios ojos. El panorama de Estados Unidos incrementa en crímenes violentos cometidos por adultos, crímenes violentos llevados a cabo por la juventud, el incremento en la población carcelaria y el abuso de drogas. Las familias tienen graves problemas, como lo indica el nacimiento de bebés fuera del matrimonio, problemas maritales, la redefinición de la familia, la homosexualidad, familias de padres solteros, la cohabitación, el divorcio, el sobrecargo del sistema de bienestar social y el aborto. También estamos presenciando el fracaso del sistema de educación pública. Hay un tremendo incremento en el comportamiento problemático de los jóvenes, madres solteras adolescentes, el aborto entre adolescentes, suicidio de los jóvenes y no se diga el abuso de drogas y alcohol. Cada día más y más gente se deprime porque carece de verdadero propósito en su vida. La lista de males se puede extender mucho más de lo antes mencionado. Es un hecho que las plantas, los animales y los humanos finalmente morirán; pero eso no le tiene que suceder a una nación, sin embargo las naciones mueren y Estados Unidos de América, lo queramos admitir o no, está agonizando.

¿Quién tiene la culpa de la destrucción de Estados Unidos?

Está de moda en la sociedad hoy en día buscar culpables. Se escuchan las acusaciones a través de los medios de comunicación, revistas, libros y por Internet. Hay quienes señalan con un dedo acusador a Hollywood, a los homosexuales y las lesbianas, al mundo de las artes y el entretenimiento, a la industria de la pornografía, a las pandillas, a los narcotraficantes, al mundo del comercio, a la política y a los servidores públicos corruptos, al sistema judicial, al establecimiento militar, a las fuerzas policíacas, a la evolución, al humanismo, a los liberales,  a los socialistas, a los comunistas, a las religiones del ocultismo, a los conservadores, a los derechistas, a las escuelas humanistas, a los inmigrantes ilegales y a un sin fin de otros grupos. También están aquellos que apuntan el dedo acusador a los cristianos. Cada uno de estos grupos tiene sus propias creencias y valores que forman su perspectiva del mundo y su mentalidad que satura nuestra cultura con sus ideas para bien o para mal. No obstante, la pregunta persiste, ¿quién tiene la culpa de la destrucción de Estados Unidos?

En 1996, el escritor y pastor Tony Evans escribió un libro cuyo título es una pregunta: «Are Christians Destroying America?» [¿Estarán los cristianos destruyendo a los Estados Unidos?] Varios años después ese título debe leer: «¡Los cristianos están destruyendo a los Estados Unidos!» ¿Te sorprende la respuesta? No debe sorprenderte cuando consideras por qué fue fundada esta nación, quiénes la fundaron y cuáles fueron sus intenciones originales para su generación y futuras generaciones. 

Los Puritanos que emigraron y llegaron a colonizar esta tierra eran Cristianos Protestantes que huyeron de Inglaterra a causa de la persecución política y religiosa. Cotton Mather, quien escribió de manera extensa acerca de la historia de los primeros 50 años en la Nueva Inglaterra describe lo que hicieron. En su obra maestra, «Magnalia Christi Americana (The Great Achievement of Christ in America)” [El gran logro de Cristo en América] escribió:

«Escribo de las maravillas de la religión cristiana, huyendo de las depravaciones de Europa, llegando a las costas de América: ayudado por El Santo Autor de esta religión, yo, consciente de la verdad, requerida por Él, quien es la Verdad misma, reporto los maravillosos despliegues de Su poder infinito, Su sabiduría, Su bondad y Su fidelidad, con la cual Su Divina Providencia a irradiado este llano de los indios.”[3]

Continuó diciendo: 

«En suma del asunto es que desde el principio de la Reforma en la nación Inglesa, siempre hubo una generación de hombres piadosos, deseosos de lograr la reforma de la religión, de acuerdo a la Palabra de Dios…[aunque resistida por individuos con] poder… en sus manos… no tan sólo de detener el progreso de esta reforma tan deseada, sino también, con afán incalculable, perseguir a aquellos que de todo corazón desean verla efectuada… [Los Puritanos fueron] impulsados a buscar un lugar para ejercer la religión Protestante, de acuerdo a la luz de la conciencia, en los desiertos de América.»[4]

Ahí lo tienen, los fundadores de Estados Unidos de Norteamérica eran Cristianos Protestantes e inmigrantes Reformistas con una visión de edificar una nación sobre el fundamento bíblico como se encuentra en la Palabra de Dios. Lo lograron basándose en sus expectativas de transformar las colonias a través de la predicación y enseñanza del Evangelio y la aplicación de la Palabra de Dios a cada área de su vida. Fue esa visión la que los impulsó a tomar armas y a pelear en contra de la madre patria, que era, en ese tiempo, la fuerza militar más poderosa del mundo, para retener su libertad, buscar la vida y ser libres. ¿Eran perfectos? No, pero ellos, junto con otros cristianos de Europa llegaron a estas costas y fueron los pilares que dieron la grandeza a esta nación como ninguna otra antes o después. Desde 1620, el cristianismo en Estados Unidos ha sufrido muchos cambios, algunos para bien y otros para mal. 

El cristianismo del siglo XXI en Estados Unidos dista mucho de la visión original de los Fundadores y de la intención inicial de Dios para esta nación. Por eso no debe sorprendernos que el cristianismo en Estados Unidos esté bajo persecución en muchas áreas de la vida pública, porque ellos mismos han echado a perder y han descontinuado la reforma al soltar la dirección y dejado que otros, quienes no conocen los absolutos de Dios o los rechazan, tomen la delantera.

Sí, es cierto que aproximadamente el 80 por ciento de los estadounidenses profesan fe en Dios. También es cierto que en las ciudades de Estados Unidos hay una iglesia en casi cada esquina. Existen estaciones de radio y de televisión que transmiten programas cristianos las 24 horas al día; hay miles y miles de librerías cristianas con todo tipo de libros con un sinfín de temas y ayudas para que la gente crezca en su fe; hay miles de escuelas cristianas, universidades, seminarios teológicos e institutos bíblicos. Se utilizan billones de dólares para propagar el Evangelio, tanto en lo doméstico como en el extranjero, para mejorarle la vida a millones y millones de personas. Con todo esto y mucho más, es obvio que a Dios no le impresiona y que América se sigue hundiendo porque está bajo el juicio de Dios.

No pasemos por alto que el dato histórico acerca del juicio de Dios siempre comienza con Su gente, cuando ésta se aparta de la centralidad de Su Palabra. Es Dios el que establece el estándar sobre el cual Su pueblo debe vivir. Cada vez que el hombre quiere cambiar ese estándar sólo le trae condenación. Satanás quiso cambiar ese estándar en el Cielo y un gran número de ángeles le creyeron y perdieron su lugar ahí. Adán y Eva también rechazaron el estándar de Dios y no sólo perdieron el Paraíso, sino que trajeron gran destrucción sobre la raza humana. Cada vez que la nación escogida de Israel cambiaba el estándar de Dios recibía gran destrucción; era sólo cuando regresaban al estándar de Dios cuando tenían verdadera paz y prosperidad. Dios nunca negocia Su Palabra ni hace concesiones con nadie de lo que ha establecido. Jesús condenó la hipocresía del liderazgo de los Fariseos y de los escribas porque ponían la tradición judía en lugar de mayor importancia que los Mandamientos de Dios y enseñaban doctrinas y preceptos de hombres (Mateo 15:1-9). Jesús les dijo que el Reino de Dios les sería quitado y sería dado a una nación que produjera los frutos (Mateo 21:43). Necesitamos recordar que Dios nunca cambia y que permanecerá igual siempre.

Hace falta una profunda evaluación de cada doctrina cristiana que hay en el mercado el día de hoy para verificar qué es de Dios y qué es del hombre. Se necesita preguntar seriamente la razón por la que se tienen tantas interpretaciones contradictorias de un mismo tema. Jesús nos dijo que el Espíritu Santo está aquí para guiarnos a toda verdad; por eso es imposible que el Espíritu Santo se contradiga sobre un mismo tema que encontramos en la Palabras de Dios, no importa qué tan difícil sea ese tema. Cada cristiano tiene la responsabilidad de ser como los cristianos primitivos de Berea; recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando diariamente las Escrituras, para ver si estas cosas eran así (Hechos 17:10-15). 

Los cristianos en Estados Unidos necesitan recordar que cuando el cristianismo corrompe los caminos de Dios sólo a través de una verdadera reforma las cosas cambian para bien. La Reforma del siglo XVI trajo una transformación cultural y dio a luz grandes cambios en el mundo de la ciencia, de la tecnología, de las humanidades, del comercio y de la educación. Si Estados Unidos va a tener un futuro brillante y una vida de mayor grandeza, y si quiere continuar siendo único con éxito único, debe entonces avanzar con la reforma que Dios desea sin tener que ofrecerle disculpas a nadie. 

¿Qué se necesita para echar a andar esta reforma?

El cristianismo en Estados Unidos de América, sobre todo, debe reconocer su maldad. «Si mi pueblo… se humilla… y se vuelve de sus malos caminos», (2 Crónicas 7:14). Debemos regresar a la centralidad de la Palabra de Dios y aplicarla a cada área de nuestra vida y aceptar los absolutos de Dios en ética y moral para construir verdaderas familias, congregaciones más estables, estabilidad social y progreso sostenible. Una vez más los políticos, el mundo académico y el entretenimiento honrarán la Palabra de Dios. La gente que emigra a este país asimilará el verdadero sueño americano conforme abrazan las creencias y los valores que hicieron a los Estados Unidos de América único en la historia de la humanidad. El cristianismo cobrará de nuevo el respeto que ha perdido ante los ojos del mundo. Pero, si Estados Unidos se rehúsa a hacer los cambios, irá a su tumba como otras grandes naciones y civilizaciones antes que ella. 

Notas:

[1] Jefferson, Tomás. 1781, en su Notes on the state of Virginia [Notas sobre el estado de Virginia], Query XVIII, 1781, 1782, p. 237. Paul Leicester Ford, The Writings of Thomas Jefferson [Los escritos de Tomás Jefferson] (Nueva York: G.P. Putnam’s Sonns, the Knickerbocker Press, 1894), 2:367.

[2] Black, Jim Nelson, When Nations Die. America On the Brink: Ten Warning Signs of a Culture in Crisis [Cuando las naciones mueren.  Estados Unidos al borde: Diez señales de advertencia de una cultura en crisis],  (Colorado Springs: Alive Communications, 1994), p. vii.

[3] Mather, Cotton, 1702, Cotton Mather, Magnalia Christi Americana, (The Great Achievement of Christ in America) [El gran logro de Cristo en América], 2 vols. (Edinburgh: The Banner of Truth Trust, 1702, 1978), 1:26. 

[4] Ibídem