El verdadero problema de Estados Unidos es su rebelión contra Dios

Nena Arias | 31 de agosto de 2015 

No hay duda de que estamos presenciando la caída de un imperio llamado los Estados Unidos de América por su permisividad en dejar que el mal lo invada. Es más que obvio a la mayoría de los ciudadanos estadounidenses y al mundo de que estamos en una situación desesperada. La causa es nuestra desgracia moral.  “…el pecado es la deshonra de cualquier pueblo”. (Proverbios 14:34) “Con la maldad viene la vergüenza; con el orgullo, la deshonra”. (Proverbios 18:3) Estados Unidos no será la excepción.

Las consecuencias del pecado se diseminan por todos lados y se manifiestan en una multitud de maneras. Lo vemos a través de una mala economía, las naciones que solían ser nuestros amigos y aliados han declarado que son nuestros enemigos, los inmigrantes ilegales están invadiendo nuestras fronteras, no hay fin al aumento de impuestos, que no es nada menos que el saqueo legal, el gobierno ensanchado se mantiene cada vez más y más grande, un presidente fuera de control y abiertamente ateo disfrazado de cristiano, un Congreso irrelevante, los tribunales son tiránicos y la legislación opresiva que nos ha esclavizado, la creciente mentalidad de los que se creen con derechos y que se niegan a aceptar la responsabilidad personal, la política corrupta al descubierto, las elecciones fraudulentas en todos los niveles, el índice asombroso de desempleo, los dependientes de asistencia social, la pobreza, el racismo que levanta su fea cabeza en una magnitud dolorosa y alarmante, el radicalismo islamista en el país, ¿y qué podemos decir sobre el abuso de drogas, la delincuencia, la violencia, la inseguridad, la secularización de la sociedad, el socialismo-comunismo usurpando las mentes a través de la llamada educación, que es nada más que el adoctrinamiento por los que han propuesto en sus corazones faltarle el respeto a Dios, la corrupción total de la cultura, la pérdida de la libertad, la matanza declarada y la venta de partes del cuerpo de los bebés no nacidos a través de lo que se conoce como la industria del aborto, el atrevimiento de escupirle a Dios en el rostro en total desprecio al declarar legal el matrimonio entre personas del mismo sexo, vemos el colapso de la familia, que es el pilar milenario de la sociedad, la persecución de la sociedad cristiana sin precedentes en este país, doctrinas torcidas y distorsionadas apareciendo por todas partes, y lo más grave de todo, una Iglesia cristiana irrelevante que se niega a llamarle al mal y al pecado por el nombre que le corresponde.

La tolerancia del mal ha endurecido la consciencia de muchos entre nosotros que nada parece demasiado disparado, y si lo es, el choque es de corta duración porque la gente ha llegado a esperar vivir con emociones fuertes, como parte de los tiempos modernos, gracias a Hollywood que ha sido un gran culpable. Todo esto se le atribuye a que estamos viviendo tiempos modernos y hay que cambiar las ideas anticuadas por todo lo que es «nuevo», excepto que no hay nada nuevo cuando se trata del mal. Los crímenes sangrientos y la perversión son vistos y compartidos por las redes sociales donde se extienden como pólvora porque la gente se ha vuelto insensible y no acepta la responsabilidad de lo que los corrompe en sus mentes y nuestra cultura. Los medios de comunicación no tardan en sensacionalizar sus informes aun cruzando las líneas éticas del periodismo para obtener ratings y ventas. Por otro lado, los políticos no desperdician una tragedia y la utilizan a su ventaja para impulsar su agenda política con la esperanza de ser reelegidos. Se vuelven oportunistas utilizando el sufrimiento humano para su propio beneficio, por lo menos eso piensan. No son capaces de sentir el dolor humano, hasta que son atrapados en sus tranzas y son hallados no éticos en busca de sus intereses personales. El caos y los cambios hacia el mal se presentan tan rápido y tupido hacia nosotros que, en su mayoría, las personas no se detienen a analizar y pensar para formar una opinión educada sólidamente sustantiva de nada crítico, sino que se conforman y aceptan la retórica inútil, sin valor, porque la han oído de otras personas, o aceptan algo que es la opinión popular. No se les ocurre preguntar qué es lo que Dios piensa. Esta parece ser la actitud prevalente y estamos pagando un precio muy alto al ignorarlo. Pero debemos traer a la mente lo que dice Pablo, “No se engañen ustedes: nadie puede burlarse de Dios. Lo que se siembra, se cosecha”. (Gálatas 6:7) “La experiencia me dice que los que siembran problemas y cultivan el mal, eso cosecharán”. (Job 4:8) 

Necesitamos desesperadamente volver a la comprensión básica de la vida y el mundo como está previsto por nuestro Creador y aceptar la responsabilidad que un día tendremos que rendir cuentas ante Él de nosotros mismos y lo que nos ha sido confiado. Debemos una vez más llegar al reconocimiento de lo bueno y lo malo como son desde la perspectiva de Dios y respetar Su orden de todas las cosas. Sólo hasta entonces vamos a empezar a entender por qué las cosas malas suceden y cómo podemos solucionarlas.

El verdadero problema de Estados Unidos es su elección hacia la maldad. Hemos rechazado a Dios y estamos cosechando el fruto podrido que cosechan todas las civilizaciones sin Dios. El país ha dejado de lado los valores de rectitud y ahora nos encontramos en un estado espiritual desesperado. La salud espiritual es la verdadera crisis. Las personas están tomando decisiones de maldad y no porque el medio ambiente es malo. Hacer el mal es una elección. Debemos enfrentar la realidad de que la gente racional opta por hacer el mal. No le demos vuelta al asunto ni tratemos de acomodarlo de ninguna otra manera sólo para sentirnos bien y de nuevo volver a nuestras fantasías cómodas. El alma, la voluntad y los deseos de una persona tienen todo que ver con la realización de la maldad. La gente conscientemente echa a Dios fuera de su corazón y le da apertura al mal.

Es cierto que el mal está programado en el corazón del hombre pecador, pero de nuevo, llevarlo acabo es una elección y el único que puede ayudar con el cambio de corazón es Dios, cuando cada individuo, por elección, clama a Él y honra Su palabra. Podemos ser hechos de nuevo a través del poder del Espíritu Santo y la verdad revelada en la Palabra de Dios conforme la aprendemos, la abrazamos y la aplicamos a todas las áreas de nuestras vidas y en nuestras comunidades. Nuestra única esperanza para la restauración no es elegir a un presidente diferente, o a más políticos de acuerdo a nuestro gusto, no es ni siquiera arreglar la economía; dejemos de inventar camuflajes, nuestra sanidad sólo se encuentra en Dios y en darle su justo lugar en nuestras vidas, en la sociedad y en la nación.

“Bienaventurada la nación cuyo Dios es el Señor, El pueblo que Él ha escogido como Su herencia.” (Salmos 33:12)

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