En rescate de la ciudadanía y la virtud cívica

Michelle Malkin | 3 de julio de 2013 

Mientras celebramos el 237 aniversario de nuestra nación, una faceta crucial de la vida estadounidense casi se ha desvanecido por completo. Hemos abandonado, de una manera sistemática y deliberadamente pública, una de nuestras responsabilidades más importantes: fomentar la virtud cívica en todos y cada uno de nuestros ciudadanos.

¿Qué significa ser estadounidense? Los políticos de ambos partidos siguen presionando para crear un nuevo «camino hacia la ciudadanía» para millones de extranjeros ilegales. Sin embargo, si la soberanía y la auto-conservación siguen siendo importantes para Washington, la ciudadanía debe ser cuidada ferozmente de los que la explotan y devalúan con cada capricho electoral.

Los cimentadores de la vía de la amnistía creen que las exigencias ilusorias consistentes en pagar «multas» insignificantes e impuestos atrasados, inculcarán en el estilo de vida estadounidense un sentido adecuado de responsabilidad y pertenencia.  Otros «amigos en las buenas» del patriotismo, se autosatisfacen con los populares y frívolos cuestionarios de Historia de los días festivos, para cumplir la parte de «bien informada» del mandato de nuestros Padres Fundadores: «ciudadanía bien informada».

Sin embargo, Thomas Jefferson dijo claramente: «Ningún gobierno puede continuar bien si no es bajo el control de las personas; y… sus mentes deben ser informadas mediante la educación de lo que está bien y lo que está mal; para ser estimulados en los hábitos de la virtud y ser disuadidos de los del vicio… Estas son las enseñanzas necesarias para dar a la gente una base segura para la estructura y el orden de gobierno».

John Adams lo expresó mejor: «La libertad puede existir sin la virtud tanto… como el cuerpo puede vivir y moverse sin el alma.»

Y Thomas Paine fue quien mejor lo dijo: «Cuando estamos planificando para la posteridad, debemos recordar que la virtud no es hereditaria».

La virtud cívica no puede ser comprada con gestos simbólicos, ni transmitida de manera bien conservada como un juego completo de una vajilla familiar. Una vida de honor, honestidad, integridad, auto-superación y auto-disciplina, es algo que uno se esfuerza continuamente por alcanzar. Ser estadounidense es una costumbre de la mente, pero también es una costumbre del corazón y del alma. Abraham Lincoln habló sobre el «cable eléctrico en esa Declaración que une los corazones de los hombres patrióticos y amadores de la libertad, y que unirá esos corazones patrióticos mientras el amor por la libertad exista en la mente de los hombres en todo el mundo».

Calvin Coolidge, perfilado en «Why Coolidge Matters», [¿Por qué Coolidge es importante?] un nuevo y excelente libro escrito por Charles C. Johnson, se hizo eco del énfasis de los Padres Fundadores en la virtud, la moderación y la ética del trabajo. «Si las personas no pueden mantenerse a sí mismas»  -concluyó-, «vamos a tener que renunciar al auto-gobierno.»

El fracaso de las escuelas públicas en la enseñanza, incluso rudimentaria, de los principios del auto-gobierno, la teoría de los derechos naturales y el Estado de derecho, se ve agravado por el abandono suicida de la educación cívica. 

Como señala el profesor de educación de la Universidad de Stanford, William Damon: Nuestra despreocupación por la virtud cívica y moral como una prioridad educativa, está teniendo hoy en día un efecto palpable sobre las actitudes, la comprensión y el comportamiento de una gran parte de la población juvenil de los Estados Unidos.

Añádase al cúmulo la política militante de identidad, un Estado minado por la asistencia social, los adultos dependientes de los padres y decenas de millones de inmigrantes no asimilados, y usted obtendrá una receta tóxica para lo que Damon llama «decadencia social – literalmente una caída, del Latin decadere.» Las civilizaciones que desdeñan la virtud, mueren.

Los fuegos artificiales del Día de la Independencia iluminarán el cielo este 4 de julio, pero «el fuego sagrado de la libertad» de George Washington debe estar en los pechos de los estadounidenses cada día del año.

¿Cómo rescatar la ciudadanía y la virtud cívica? 

Comencemos por enviar un mensaje a los políticos en la capital del país, los cuales ponen en peligro nuestra soberanía. La ciudadanía – la buena ciudadanía – no es sólo un pedazo de papel emitido por el gobierno. No es meramente un «status» burocrático. Es una práctica y difusión permanente de los principios fundacionales. Una nación poco informada es sólo la mitad del problema. Una nación de poco carácter no puede permanecer mucho tiempo libre.

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